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El pasado domingo, en las páginas de este periódico, José Segura Clavell, director general de Casa África, escribía como quien hace inventario sobre la actividad ... de esa entidad. Lo hacía acompañando el texto con una foto del equipo que le rodea, muchos de ellos en Casa África antes incluso de que apareciera por allí el que fuera presidente del Cabildo tinerfeño y parlamentario nacional, entre otros cargos públicos.
No es baladí que a día de hoy Segura Clavell tenga que explicar para qué sirve Casa África. Y no lo es cuando se miran los presupuestos para el año 2025 y se ve cierta (o bastante) cicatería a la hora de las asignaciones a esa institución. Porque cuando no es el Estado el que parece que no acaba de entender la utilidad de Casa África es el Gobierno de Canarias. Y si no todos los ministerios, tampoco todo el Ejecutivo regional, pero siempre hay alguien que, cuando toca repartir los dineros, parece que prefiere que Casa África languidezca cual vela que se consume o que sencillamente deje de existir.
Es verdad que hubo unos años, sobre todo al inicio, en que el caminar de Casa África fue francamente mejorable. Me refiero a los años en que el cargo de director general era considerado una especie de retiro anticipado para diplomáticos a los que no se les pedía que hicieran mucho; es más, como si no hacían nada... Por suerte eso fue cambiando y Casa África ha ido contribuyendo a que en ese continente (del que formamos parte geográficamente, cosa que se suele olvidar en algunos despachos) vean que aquí tienen una punta de lanza para el Primer Mundo, y también para que la ciudadanía canaria abra los ojos en torno a la realidad de los países que tenemos a tiro de piedra.
En el balance de José Segura influye necesariamente el hecho de que le tocó ser delegado del Gobierno en Canarias cuando la primera crisis de los cayucos. Aquello fue para toda Canarias una especie de máster acelerado sobre la realidad africana pero sobre todo lo fue para quienes tenían que gestionar el drama. Por eso, cuando Casa África se vuelva en esa labor pedagógica, algo hay (o bastante) del poso personal y público de aquel Segura delegado.
Las entidades representadas en el Consorcio de Casa África deberían ser las primeras en movilizarse para que esa cicatería se corrija. Canarias no puede dar un paso atrás en el conocimiento de la realidad africana y en la apuesta por su papel activo en el desarrollo del continente. No desandemos el camino andado por una miopía política.
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