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Con Alejandro Gómez MHB
De Ferrol a Santiago
Coma y... punto

De Ferrol a Santiago

Advertía Julio Camba que: «Cuando un plato destaque notoriamente sobre el resto, no lo alabe. Lo más probable es el que la anfitriona lo compró hecho»

Mario Hernández Bueno

Sábado, 21 de septiembre 2024, 23:34

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Quiero dejar claro que yo no actúo como el venerable, y a la vez soberbio, rotativo The Times, que nunca ha querido corregir una noticia falsa. De modo tal que un día informó del fallecimiento de un conocido lord londinense. Y el lord, que no había fenecido, leyó la noticia con el café mañanero y se indignó. Telefoneó molesto, con uno de aquellos artilugios con manivela, y le exigió al director que rectificara inmediatamente. Al día siguiente apareció en el inmenso periódico: «Ha resucitado Lord…». Y por cosas como estas se motivó, en el bananero Reino Unido, la Ley de Regeneración Democrática. A mí, sin embargo, me telefoneó Monsieur Cajaraville y me afeó la conducta porque escribí Pulpo a la mugarda cuando él me había dicho que es «a la mugardesa». Queda, pues, corregida la metedura de pata. Gazapo, que se dice.

Y antes de ir a Lugo para comer en el que, según el periodista Carlos Herrera, pico fino, me consta, es el mejor asador de Galicia nos metimos, en plan aventura, en un restorán del centro de Ferrol: el Maruxa. Precioso interiorismo, todo muy profesional, incluso dispone de parrilla al carbón. Y un nervudo señor, vestido con un pantalón vaquero y chaquetilla blanca de cocinero, nos dio la bienvenida; nos asesoró sobre lo mejor de la casa y anotó la comanda. Y tras sus recomendaciones optamos por el Salpicón de buey de mar: especie de papilla amarilla dentro del caparazón de un centollo. Lo que me dio mosca. Aquella cosa, de floja consistencia y con el color de la mala suerte, aparte de un poco subida de vinagre sabía mucho a pescado.

Salpicón de buey de mar en Maruxa MHB

Un par de vieiras encebolladas que las pasaron de tiempo en la parrilla y quedaron reducidas, secas, mientras que el jamón al calentarse sacó toda su potencia, toda la sal. Las navajas estaban más flacas que Rocinante y duras y las Cocochas de bacalao al pilpil presentaban una salsa deficientemente emulsionada y con las láminas de ajo crudas flotando. Bien la Tarta de queso.

Cococha de Maruxa MHB

Parece que es fácil esta especialidad. Todos los restoranes «la hacen» bien. Advertía Julio Camba que: «Cuando un plato destaque notoriamente sobre el resto, no lo alabe. Lo más probable es el que la anfitriona lo compró hecho». Con par de cervezas y la bendita agua 110€.

Dejamos Ferrol y nos dirigimos al pueblo de Rabade, provincia de Lugo. Allí tendríamos el almuerzo en el Asador Coto del Real. Accedimos a un inmueble de una planta justo al lado de un edificio de varios pisos, un hotel. Llegamos temprano. El maître, un hombre joven, nos recibió con toda la amabilidad posible y nos llevó a través de un largo comedor con empaque.

Nos entregó la carta, y como íbamos a por un filete de buen bovino pedimos el mejor. Nos recomendó la simmental, esa carne alemana que empieza a ser harto popular en ese tipo de restoranes. Elegí el lomo alto para dos tras unas mollejas, que allí las embadurnan con pimentón y las saltean. A mí me gustan en trozos vistosos y asadas sobre parrilla, que queden doraditas y tostadas por los bordes. Las bordaban en el tristemente cerrada grill La cabaña Criolla de la Calle Los Martínez de Escobar. Un clásico. Más de cincuenta años en la brega. Desde aquí envío un abrazo a su honesto patrón, el bueno de Antonio Carreño.

Simmental en Coto Real MHB

Excuso decir que la carne estaba asada a nuestro gusto. Y bien rica. La elegante Ensaladilla, con gambas y centollo, resultó excelente; la Tarta de queso, sin mácula y el servicio, a cargo de un camarero venezolano, Joel, fue de matrícula de honor. Con cervezas y agua, 135€. El maître venía de vez en cuando a interesarse. Incluso le dije: «Ese camarero, como usted se descuide le quita el puesto»; y me comentó que no, que era gente fiel. Y tanto me agradó el maître que le dije: «Si un día usted decide ir a Canarias, llámeme que enseguida le consigo trabajo». Y, curiosamente, me lo agradeció lacónicamente.

Al finalizar la comida, y tras charlar un rato, nos invitó a conocer toda la propiedad. Aparte del restorán, con varios comedores diseñados con admirable buen gusto, y el hotel, los propietarios habían adquirido también solares, casas y naves antiguas contiguas para convertirlos en salones, aparcamientos… Y tras preguntarle quienes eran los dueños me dijo, casi avergonzado, «Yo». Me quedé arrugadito. Y encima mi mujer me susurró: «Eres un profesioná». La mujer de Alejandro lleva el hotel y viven en frente con sus dos pequeños hijos, en una de esas casas antiguas, de piedra y teja.

Y atrás dejamos al bueno y humilde de Alejandro Gómez, al eficiente Joel y a todo aquel complejo y salimos rumbo a Santiago, al Parador de Los Reyes Católicos. Y tras sortear a cientos de peregrinos y turistas, que se encontraban deambulando por doquier, El Obradoiro, nos acomodamos en una de las habitaciones de un hotel que se empeña en no salir del siglo XVI. Y queríamos alojarnos allí porque recordaba su inmenso bufé de desayunos. Pero ahora resultó más flojo. Al día siguiente no pudimos eludir la visita al mercado y, entre otras cosas, compramos cuñas de queso «Parmesano»: el Galmesán, hecho en Galicia. Y a mediodía nos pusimos en marcha para comer en un restorán que me encanta: un trío formado por una antigua casona de campesinos acomodados, un hotelito construido respetando la arquitectura rural y una preciosa ermita con siglos. Es Casa Brandariz, en Dombodan, a 42 kilómetros de Santiago. Yo había estado hace unos años y comí muy bien.

Comedor del Brandariz MHB

Fascinado me quedé con sus guisos y unas papas que no sabe uno si dejar las carnes y ponerse ciego con ellas. La carta es corta; primeros: Ensalada de Puerros, Callos y Fabada; y segundo: Estofados de jarrete de ternera y de capón, lubina y rodaballo al horno. El menú de dos platos cuesta 35, si el segundo es de carne; si es de pescado, 45€. Y un magnífico queso local con D. de O. Arzua-Ulloa.

Guiso de jarrete con unas papas maravillosas MHB

Ya no guisa doña Mª Carmen Costoya, sino su hijo Eduardo Brandariz, que se asiste de algunas féminas, ya veteranas en la casa; y la esposa, Leire Aldasoro, que hace de jefa de sala.

Eduardo y Leire de Brandariz MHB

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