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En agosto, al terminar el acto del 75 aniversario de la Unión Deportiva Las Palmas, uno de esos futboleros que sabe mucho de ese deporte ... y también del equipo amarillo, que ha disfrutado de alegrías y de sinsabores, me contestó así a la pregunta de cómo veía el equipo de esta temporada: «Hay mejores jugadores que la temporada pasada pero eso no quiere decir que haya mejor equipo. Ya veremos». No es cuestión de contar quién lo dijo pero es evidente que sabía de lo que hablaba.
Mes y medio después, la pregunta se la repetí a un integrante de la directiva amarilla: «Vamos a sufrir, pero hay que tener paciencia». También acertó en lo primero. Sobre lo segundo, lo de paciencia, pues depende, porque los tiempos en el fútbol no los marca cada club a su antojo, sino el conjunto de quienes conforman la competición. Y en la temporada actual, hay clubes que se han puesto las pilas en busca de los 40 puntos que teóricamente garantizan la salvación -el Celta, por ejemplo-, mientras que otros ven pasar los días y se hunden peligrosamente en la zona de descenso. En ese grupo están la UD y el Valladolid. Es verdad que también el Valencia y el Leganés coquetean con el descenso a día de hoy, pero no es menos cierto que son equipos que saltan al terreno de juego con el cuchillo entre los dientes, que suele ser lo que permite salir poco a poco de ese pozo.
Si la receta para la UD es esperar a que pase el tiempo a ver si esto se arregla, como si los milagros existieran, podemos encontrarnos con que tanta paciencia solo sirva para asegurar el descenso a mitad de temporada.
Pero es que después viene una pregunta encadenada: ¿y cómo se arregla lo que se ha hecho mal desde el principio? Porque de eso se trata, pues llueve sobre mojado. Recordemos que la UD acabó la temporada pidiendo agua por señas, con una cadena de derrotas y empates que tiró por la borda la buena primera parte de la competición, de manera que si llega a haber dos partidos más con Pimienta en el banquillo, hoy el equipo estaría en Segunda.
Tras la agónica salvación, se dejó marchar a una garantía en la retaguardia como Coco, se condenó a Valles a la grada y, sobre todo, se esperó demasiado para fichar a un entrenador que está demostrando que la Primera le viene grande. Más aún: refuerzos como Essunga y Fabio Silva han llegado con la temporada en marcha.
Contado así, que es como ha sucedido, se entiende que el puzle, una vez colocadas, las piezas, dé la imagen de un equipo que no existe, un entrenador incapaz y una directiva que va de error en error hasta que, más pronto que tarde, se confirme el descenso.
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