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La escritora venezolana Yolanda Pantin estará presente en la cita literaria de Los Llanos de Aridane. Lisbeth Salas
«La poesía sostiene actualmente el alma de Venezuela»
Entrevista con Yolanda Pantin, poeta

«La poesía sostiene actualmente el alma de Venezuela»

La escritora estará presente en el 6º Festival Hispanoamericano de Escritores, que se celebra entre el 23 y el 28 de septiembre en La Palma

Felipe García Landín

Las Palmas de Gran Canaria

Domingo, 22 de septiembre 2024, 23:28

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Yolanda Pantin (Caracas, 1954) es una poeta imprescindible dentro del panorama de la poesía escrita en castellano más allá de que sea un referente de la poesía contemporánea de Venezuela. Su compromiso con el lenguaje poético la lleva a una constante búsqueda de la sencillez y de la musicalidad de la palabra. Su poesía se sustenta en la naturalidad y en lo cotidiano porque «las mujeres no queremos poetizar (...) bastante nos poetizaron». Cursó estudios de Letras en la Universidad Católica Andrés Bello. Fue cofundadora del grupo literario Tráfico en 1981 y de la editorial de poesía Pequeña Venecia en 1991. Ha sido invitada a encuentros de poesía y congresos de literatura en numerosos países. En 1989 recibió el premio Fundarte de Poesía. Fue becaria de la Fundación Rockefeller y de la Fundación Guggenheim. En 2015 obtuvo en México el premio Poetas del Mundo Latino Víctor Sandoval, en 2017 recibió el premio Casa de América (España) y en 2020 el Premio Internacional de Poesía Federico García Lorca. De su producción poética destacan 'Casa o lobo' (1981), 'Correo del corazón' (1985), 'El hueso pélvico' (2002), 'Épica del Padre' (2002), 'País' (2007), '21 caballos' (2011), 'Bellas ficciones' (2015), 'Lo que hace el tiempo' (2017), 'El dragón protegido' (2021) y 'Un año y unos meses' (2022). También es destacable su dedicación a la literatura infantil y juvenil y su incursión en el teatro con 'La otredad y el vampiro' (1994). Así mismo, es autora de las biografías de Marie Curie (2005) y Nelson Mandela (2006). La autora estará presente en el 6º Festival Hispanoamericano de Escritores a celebrar del 23 al 28 de septiembre en Los Llanos de Aridane, en La Palma.

-Bienvenida a la isla de La Palma. ¿Es su primera vez en Canarias?

-Estuve en Tenerife hace años. Viajé desde Caracas con Igor Barreto. Nos habían invitado a un encuentro literario en La Laguna. Allá nos recibió Ernesto Suárez. Recuerdo que en esa oportunidad conocí a Andrés Sánchez Robayna. La última noche, antes de regresara Caracas, se unieron al grupo que nos despedía José Carlos Cataño y Rodolfo Häsler. En ese viaje nos llevaron a uno de mis pueblos ancestrales, Icod de los Vinos. En una de las cumbres de la isla conocí los vientos alisios que hasta esa fecha habían sido sólo una referencia puramente literaria, tan literaria como haber coincidido con José Carlos, en los tempranos 90, en un festival de poesía en Montevideo donde el poeta desapareció envuelto en una capa. Y volver a encontrarlo en la terraza de un hotel en La Laguna… En Tenerife la editorial Atlántica publicó una antología de mi trabajo a la que le puse por nombre 'Herencia'.

-Usted es fundamentalmente poeta, pero también se ha dedicado al ensayo, al teatro y a la literatura infantil y juvenil. ¿Qué le motivó a la hora de escribir para un público menudo y a la vez tan exigente, pues no se le puede engañar fácilmente?

-Los libros para niños que he podido publicar los escribí para mis hijos. La saga 'Ratón y Vampiro' que alimentó la fantasía de los pequeños nacidos en los 80 en Venezuela, la escribí para mis hijos. Quise ofrecerles el revés del imaginario de mi poesía entonces. Los murciélagos sobrevolaban cielos tormentosos, así que tomé al Vampiro y lo hice tierno y tímido, frente al quisquilloso Ratón. Trabajé los textos con claves de humor y de misterio que a los niños les fascina.

-Usted es la mayor de once hermanos. ¿Qué supuso esto para usted?

-Una enorme responsabilidad. Una carga a veces muy pesada. Escribí mi primer libro, 'Casa o Lobo', respondiendo al imperioso mandato de devolverle a mi madre, como hija mayor, justamente, la casa que había perdido con la muerte trágica de dos de mis hermanos.

-La familia, el mundo de Turmero, la madre, la abuela, los recuerdos de un mundo que se desvanece... están de una forma u otra en toda su producción poética, pero es evidente en 'Casa o lobo', 'La épica del padre', 'País'.

-Lo que está en mis libros es lo que conozco, lo que conocí. Nietzsche decía que solo lo personal es absolutamente incuestionable. Conocer esa frase, que me regaló la poeta Verónica Jaffé muy temprano cuando empecé a escribir, significó una liberación, sobre todo de la culpa que me producía mi insistencia en el uso de la primera persona del singular que en realidad era un yo aterrado.

«Yo creo que la vida es la infancia. Lo que viene después, digo, es la travesía»

-Su padre le leía a Rubén Darío siendo una niña. ¿Comparte con Rilke que la verdadera patria es la infancia?

-Yo creo que la vida es la infancia. Lo que viene después, digo, es la travesía... Papá nos recitaba de memoria algunos fragmentos, los más sonoros, de 'La marcha triunfal' de Rubén Darío: «Ahí vienen los claros clarines, llegó el cortejo de los paladines». Fue entonces cuando comprendí que la poesía es lenguaje. Esa primera lección que recibí de Rubén Darío a través de mi padre, la completé, años después, leyendo a César Vallejo.

-¿'La épica del padre', podría decirse que es un poemario familiar en el que la memoria es el centro? Pantin es un apellido de origen ¿francés? ¿Viene de las Antillas?

-'La épica del padr'e significa en el conjunto de libros que he publicado, la ruptura con los libros anteriores donde prevalece la figura de la madre. En este poemario me permití la entrada del padre y con él, intercambiando los roles, o haciéndolos permeables: lo que el padre le da a la hija, lo que la hija le ofrece al padre, fuera del abrigo de la casa materna, ver qué había detrás de la puerta... Esos viajes por los alrededores nos llevaron también a las Antillas buscando los orígenes familiares: Cuba, Martinica, Trinidad.

-También en 'Lo que hace el tiempo' hay una idealización de la infancia...

-Más que idealización es el empeño por cuidar y proteger las imágenes susceptibles a ser rotas o perdidas en el tráfago de las mudanzas.

-En el cuento El Corneto narra la historia de un caballo. ¿Es un recuerdo de la infancia? ¿Qué significación tienen los caballos en su obra? En El dragón protegido también está presente el caballo, que por otro lado forma parte de la simbología de Venezuela, al estar en el escudo nacional.

-Es un recuerdo de mi madre. No sin razón tengo la idea de haber sido -de ser todavía» su 'amanuense'. Ella iría delante buscando las 'señales' que deja la poesía y yo detrás recogiéndolas por escrito. Por otra parte, los caballos que cruzan toda mi poesía son los de la hacienda donde crecí. Para nosotros eran animales tan cercanos, como los perros y los gatos, como las aves de corral, nada que ver con el caballo del escudo nacional.

-Por cierto, al dragón venezolano, protector de la casa, en Canarias lo llamamos perenquén.

-¡Qué bonito lo que me dice! Ahora mismo, mientras escribo, escucho a un par de perenquenes o tuqueques como les decimos en Venezuela a esos dragones albinos que viven protegidos detrás de los retratos y que de vez en cuando, sobre todo en la noche, salen a explorar…

«Lo que hace el tiempo es poner las cosas en su lugar. Con los años mi poesía se ha ido adelgazando, cada día me cuesta más soltar las riendas de la escritura»

-Sobre el acto de escribir leemos que ya «no hay ninguna pretensión», que lo que queda es «el gesto igual a cuando niña dibujaba por placer» y con los años se hizo «garabato, torcedura». ¿Continúa siendo su obsesión desterrar todo artificio para conseguir decir más con menos palabras?

-Esos versos son de un poema de 'Lo que hace el tiempo'. Y lo que hace el tiempo es poner las cosas en su lugar. Con los años mi poesía se ha ido adelgazando, cada día me cuesta más soltar las riendas de la escritura. Y ahora con tanto ruido… Ya las palabras no me alcanzan… No encuentro manera. Creo que al final me voy a quedar en silencio frente a la página en blanco.

-Un libro singular desde el título es ¡El hueso pélvico'. ¿Maternidad, feminidad... Feminismo? Ironía, intertextualidad, tangos, boleros.

-'El hueso pélvico' es un poema político. Lo escribí justo el año cuando las aguas en Venezuela se separaron dejando abierta la confrontación ideológica. Vi entonces lo que podía venir. La única salida que hay en ese texto es la que se ofrece al mar, a través del hueso pélvico que alza nuestra diosa local, María Lionza. Esa sería una respuesta de mujer a las tragedias que el poder desencadena.

-Su primera vocación fue la pintura y, según ha confesado, aspiraba a ser artista visual. De ahí un libro para coleccionistas, 'Borradores', en el que la poesía es también pintura, fotografía.

-En la búsqueda de la poesía termino siempre escribiendo borradores. Y esos intentos, esos borradores, en el caso del libro que menciona y que no he podido publicar, pasan por la imagen fotográfica. En el proceso de digitalización del archivo de negativos de 120 milímetros de la cámara rolleiflex de mi madre (un archivo doméstico, familiar), me di cuenta de que lo importante estaba detrás del sujeto fotografiado. Es decir, lo que podía despertar a la memoria estaba al fondo de las fotografías, incomprensible. Eso para mí fue una revelación.

-En 'Viaje al poscomunismo' (2020), escrito en colaboración con Ana Teresa Torres leemos: «La reconstrucción de esos viajes, de algunos de los cuales hace ya mucho tiempo, no hubiera sido posible sin la afición, casi obsesión, de Yolanda por fotografiarlo todo, y su calculada minuciosidad en guardar la documentación: tiques de metro, entradas de museos, tarjetas, mapas de bolsillo, folletos...». Leyéndolo me vino a la memoria el poema de Eugenio Montejo 'Adiós al siglo XX'. ¿Qué supuso ese viaje para su poesía?

-Un cambio radical. Escribí '21 caballos', un libro absolutamente hermético sobre la experiencia del mal. Me costó mucho trabajo salir de allí, pero después 'se hizo el milagro' cuando empezaron a surgir las voces de 'Bellas ficciones'. La idea, también, de que la vida siendo tan grave puede ser leída como un cuento infantil.

-En la memoria permanece la casa, la infancia, lo cotidiano, las pequeñas luchas diarias y podría decirse que la palabra poética conforma un mundo que se hace humano gracias a la memoria que construye tramas afectivas.

-Con 'Bellas Ficciones','Lo que hace el tiempo' y 'El dragón protegido', mis últimos libros publicados, se completa una trilogía sobre el valor, no de lo cotidiano y de lo familiar, sino sobre las cosas mínimas, como dije antes, susceptibles a perderse o a desaparecer. Fueron libros escritos a contrapelo, durante estos violentos años en Venezuela con el ánimo de proteger, sobre todo, a mis padres, y por encima del griterío de las arengas, ofrecerles algo intacto, puro.

-¿Cómo ve el panorama literario actual de su país, qué poesía se está escribiendo ahora, qué derroteros toma, hay comunicación intergeneracional?

-La poesía sostiene el alma del país.

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