Cien años sin Joseph Conrad, el narrador de los horrores de la civilización
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El autor de 'El corazón de las tinieblas' sigue siendo un referente como escritor que retrató las vilezas del colonialismoSecciones
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El autor de 'El corazón de las tinieblas' sigue siendo un referente como escritor que retrató las vilezas del colonialismoNecesitas ser registrado para acceder a esta funcionalidad.
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Gran renovador de la novela, Joseph Conrad agiganta su figura con el paso de los años. Un siglo después de su muerte, Józef Teodor Konrad Korzeniowski, su verdadero nombre, merece el título de novelista global gracias a sus múltiples viajes, de Malasia al Congo, pasando por el Caribe. Sus libros marinos son tan buenos y memorables que todo el mundo se imagina a Conrad a bordo de un velero, la piel curtida por el sol y el frío y una película de sal en los brazos.
Su obra maestra por la que siempre será recordado es la novela 'El corazón de las tinieblas', inspirada en su viaje por el Congo como capitán de un vapor. «Lo que vio en el Congo era un régimen europeo de inenarrable codicia, violencia e hipocresía, y se fue de África en un estado de absoluto descorazonamiento psicológico y moral», escribe Maya Jasanoff, catedrática de Historia en la Universidad de Harvard y autora de 'La guardia del alba' (Debate), un libro de reciente aparición. Qué duda cabe, piensa la historiadora, que las migraciones, el terrorismo, las tensiones entre el capitalismo y los nacionalismos y la revolución de las comunicaciones de principios del siglo XX propulsaron el destino del escritor.
Conrad fue testigo de cómo en pocos años la navegación a vela era desplazada por la rapidez y la eficacia de los nuevos buques. Los combustibles fósiles sustituyeron al viento y las rutas comerciales crecieron hasta abarcar el planeta entero.
Nacido en Berdyczów, la actual Ucrania, el 3 de diciembre de 1857, su familia pertenecía a la pequeña aristocracia rural polaca. Su padre, al servicio del movimiento nacionalista, fue condenado a trabajos forzados en Siberia, lo que abocó al niño a la miseria. Su madre, que murió de una tuberculosis, dejó al pequeño en manos de un tío que le pagó los estudios.
A los diecisiete años desertó de las clases y se marchó a Marsella para cimentar su leyenda de lobo de mar. Desde entonces se ganó la vida en la marina mercante surcando las rutas comerciales y militares del colonialismo europeo. Contempló en primera fila la locura, los atropellos y el horror de la explotación colonial, perpetrada en nombre del progreso y la misión civilizadora europea.
En 1886 le fue concedida la ciudadanía inglesa. Nueve años después aparecía su primer libro, 'La locura de Almayer'. Escribió entonces en una lengua que no era la suya. Pese a sus iniciales balbuceos en inglés y su marcado acento extranjero, Conrad se erigió un magnífico prosista, de raíz introspectiva y aliento poético.
Como hijo de su tiempo, cantó las glorias del imperio británico, baluarte a su juico del orden, aunque no por ello dejó de criticar las atrocidades de pepetradas en nombre de la civilización. Pese a esa sensibilidad, no se ha librado de los intentos de cancelación. En los años setenta, el novelista nigeriano Chinua Achebe aseguró en un ensayo célebre que 'El corazón de las tinieblas' era «un libro ofensivo y totalmente deplorable». Pero fue precisamente esa obra la que se le sirvió a Franscis Ford Coppola para rodar ese monumento del cine que se llama 'Apocalypse Now'. En vez del río arriba y abajo entre Kinsasa y Kisangani, Coppola puso a los soldados americanos a navegar por el Mekong en los finales de la guerra de Vietnam.
Javier Marías decía de él que los dos rasgos principales de su carácter eran la deferencia y la irritabilidad, lo que ciertamente supone una contradicción. «Su estado natural era de inquietud rayana en la ansiedad, y su preocupación por los otros era tan grande que un mero revés sufrido por alguno de sus amigos solía acarrearle un ataque de gota, enfermedad que había contraído de joven en el archipiélago malayo y que le torturó durante el resto de su vida», aseguraba el novelista en 'Vidas escritas'. La vigencia de la escritura de Conrad contrasta con sus ideales éticos, anclados en viejos asuntos como el honor, la valentía y la lealtad.
El autor de 'Nostromo', 'El agente secreto' y 'Lord Jim' no era tan trotamundos como su biografía sugería. Los últimos 30 años de su vida los pasó en tierra, llevando una vida sorprendentemente sedentaria. No es exagerado afirmar que vivió y murió cómodamente. El 3 de agosto de 1924, cayó repentinamente desde su sillón al suelo. Se despidió a los 66 años en su casa de Kent. Había pasado un mal día antes, pero nada hacía presagiar su defunción. Quizás en ese último suspiro recordara el mar, ese espacio de infinita libertad.
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