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Llegan a consulta y les cuesta un mundo explicar qué les pasa. Diablos, ¡si algunos hasta tienen problemas para encontrar un nombre con el que referirse a su pene! «Dicen 'la cosa', 'ahí abajo'... He oído de todo», indica Blanca Madurga Patuel, uróloga con más de treinta años de experiencia y autora de 'Todo lo que necesitas saber sobre el pene y nunca te atreviste a preguntar' (ed. Planeta). Según ella, es necesario arrojar un poco de luz sobre este órgano, sujeto como ninguno a falsos mitos que, encima, sobreviven porque la gente no encuentra el valor para preguntar. «He visto que la tremenda ignorancia que hay en torno a este tema es la causa de enormes preocupaciones que afectan mucho a la calidad de vida», asegura Madurga. He aquí un decálogo de curiosidades y dudas vistas y oídas en su consulta.
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No es broma, mucha gente –incluso los que disponen de pene propio– cree que se trata de un músculo (ay, si fuese así, un montón de hombres estarían en el gimnasio para desarrollarlo). Otros, al ver que se trata de algo duro (a veces), piensan que tiene hueso... «Puedo asegurar que hay personas que así lo creen», confirma la uróloga. Desde luego, no hay nada óseo ahí. Músculos sí, algunos, «pero no son la base de su estructura, simplemente lo sujetan al cuerpo». Así que, ¿de qué está hecho? De estructuras de cuerpos cavernosos, cuerpos esponjosos, nervios y vasos sanguíneos.
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No es un músculo, ya lo hemos dicho. Pero, si trabajamos los esfínteres (anal y uretral) y fortalecemos el suelo pélvico (¡sí, los hombres también tienen!), se aumenta la rigidez del pene y los orgasmos se vuelven mejores.
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En erección y por su cara ventral, es decir, «por la parte que mira al abdomen». La doctora nos dice que las medias son estas: de 10 a 15 centímetros de largo en erección –ocho si está blando– y diez de circunferencia, según un estudio internacional realizado en 2022. Esta investigación también reveló que, en los últimos 30 años, ha aumentado sus dimensiones (dos factores pueden ser la pubertad precoz y la mayor ingesta de proteínas).
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«Se pueden producir por el efecto de una succión demasiado apasionada durante una felación», señala Madurga.
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Madurga tira de estudios y de ciencia para que sus pacientes agobiados entren en razón: «Solo se necesita un pene de seis centímetros en erección para conseguir una penetración satisfactoria», aclara. Una curiosidad: el tamaño deseado no ha sido XXL en todas las épocas. En la antigua Grecia, los falos muy grandes se consideraban señal de lascivia y de poco desarrollo intelectual.
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Pues no, no es en el pene, listillos y listillas. «Se inicia en el cerebro. También puede provocarla el tacto de zonas apropiadas de tu cuerpo que te despierte ese deseo inicial, pero, por lo general, basta con un pensamiento», indica. «El pene tiene nervios que nacen en el cerebro».
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¡Buenas noticias! «Con la edad puede bajar la cantidad de erecciones, pero nunca la calidad», asegura la doctora. La entrada de sangre al pene durante la excitación –lo que lo endurece– es muy rápida en la juventud, cuestión de segundos, y en los hombres mayores resulta más lenta porque los vasos sanguíneos se dilatan menos debido al envejecimiento natural. Pero, una vez que se llena de sangre, es una erección normal, que de desarrolla así: primero aumenta la longitud, luego el grosor y, por último, la rigidez.
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Sí, señoras y señores, el pene puede romperse. «No es frecuente, pero pasa. Se produce con el miembro en erección máxima durante una relación sexual, casi siempre cuando se da lo que se llama 'falso paso', es decir, que en vez de acertar en el orificio destinado a la penetración, el pene choca con fuerza contra el periné», explica la uróloga.
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El pene siempre tiene una ligera curva, de unos 20 grados cuando alcanza la rigidez máxima (si es más acusada, puede haber problemas en la penetración). Puede ser de nacimiento, pero si 'aparece' de repente también puede tratarse de una dolencia: la enfermedad de Peyronie, «que en España afecta a entre el 5 y el 9% de los hombres de entre 40 y 60 años».
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«¿Consumes cannabis? Tu pene lo sabe.En serio», asegura la uróloga. Su consumo continuado afecta a la producción de testosterona, lo que empeora las relaciones a medio y largo plazo. Madurga sostiene que «casi el 70% de los fumadores de cannabis tiene disfunción eréctil, el doble de los que no fuman».
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