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Qué es la autofagia y por qué debería interesarte si quieres envejecer mejor

Qué es la autofagia y por qué debería interesarte si quieres envejecer mejor

Este sistema de autolimpieza de las células es clave para cumplir años con salud

Martes, 25 de junio 2024, 23:34

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Es una palabra fea, malsonante. Suena como a engullir. Y algo de eso tiene. «Literalmente significa comerse a uno mismo», explica Aintzane Apraiz, profesora e investigadora de la Universidad del País Vasco. Pero por mal que suene, la autofagia es un proceso clave para nuestro organismo, empezando por el proceso de envejecimiento, que tanto nos preocupa. También se relaciona con la pérdida de músculo y con enfermedades neurodegenerativas como el alzhéimer y el párkinson, y el cáncer. La Real Academia la define como «el mecanismo empleado por las células eucariotas para degradar sus propios componentes con vista a la renovación y recambio de los mismos». Dicho en un lenguaje que entendemos todos, «es como si las células pasaran por el garaje y arreglaran todo lo que no funciona bien», explica Antonio Zorzano, jefe del laboratorio de Enfermedades Metabólicas Complejas del Institute for Research in Biomedicine (IRB) de Barcelona.

El experto del centro catalán asegura que se trata de un proceso muy complejo «que aún estamos tratando de entender», pero que básicamente implica dos funciones. Una es, como queda dicho, la de reconocer todo lo que no funciona bien en la célula y repararlo. «Cada célula es como un miniplaneta que tiene que gestionar muchas actividades. Tiene diferentes orgánulos -partes- con una función particular. El núcleo sería el centro de mando; las mitocondrias, como una central nuclear que proporciona energía; las retículas son como las fábricas que hacen las piezas…», detalla la profesora vasca.

Con el tiempo, «este sistema va deteriorándose y se producen proteínas o moléculas que están dañadas o que han sido dañadas, como ocurre con la piel cuando se expone demasiado tiempo al sol. Entonces hay que quitar eso que estorba y que no funciona.» Esos desperdicios acaban en otra parte de ese miniplaneta que se llama lisosomas, «las plantas de reciclaje». La otra función entra en juego en momentos de falta de nutrientes, cuando se pone en marcha para proveer de 'alimento' a estas «cuando no le llegan de fuera», dice Zorzano.

Ejercicio, comer poco y dormir

Los estudios sobre la autofagia comenzaron hace mucho, en los años 50 del siglo pasado. Un primer paso lo dio el bioquímico belga Christian René de Duve, que recibió el Premio Nobel en 1974 por descubrir los mencionados lisosomas. En un principio se creyó que esta especie de ITV celular era una respuesta del organismo al estrés («El estrés celular no tiene nada que ver con el nuestro. Puede ser falta de nutrientes, de oxígeno…», matiza Apraiz), pero sucesivas investigaciones demostraron que es un mecanismo que está activo de forma permanente para mantener lo más saludable posible los miles de millones de células que componen nuestros cuerpos.

Sin embargo, el hallazgo más importante no llegó hasta los años 90. No fue un trabajo con células humanas, ni siquiera con ratones de laboratorio. El científico japonés Yoshinori Ohsumi descubrió este mismo mecanismo en algo mucho más simple, la levadura que utilizan los panaderos. «Observó que en algunas células las mitocondrias u otros orgánulos aparecían dentro de una especie de bolsa y que esta se dirigía hacia el lisosoma. Estaban comiéndose a sí mismas», describe la profesora de la UPV/EHU. El investigador nipón demostró así que la autofagia también estaba presente en los organismos unicelulares, lo que hacía pensar que podía ser un proceso fisiológico fundamental de organismos más complejos, incluidos nosotros mismos. Recibió el Nobel de Medicina en 2016.

¿Qué es lo que ocurre esta autolimpieza no funciona bien? Afecta a los músculos, que pierden cantidad y calidad. Es lo que los médicos llaman sarcopenia, que se traduce en un mayor riesgo de caídas y lesiones a medida que cumplimos años. La salud también se resiente en una especie de escalada. Si una célula no consigue mantenerse saludable y se le suman progresivamente más y más, acabará afectando al órgano del que forman parte y finalmente, a todo el organismo. Ocurre también con enfermedades como el alzhéimer y el párkinson, en las que se produce una acumulación de proteínas mal formadas que no son detectadas y eliminadas en este paso por el garaje. Se relaciona igualmente con algunos tipos de cáncer.

¿Podemos hacer algo para evitarlo? Sí. Al margen de algún medicamento, los expertos recomiendan ejercicio físico moderado y una dieta baja en calorías. Y dormir, porque las células se pasan por el garaje cuando estamos relajados.

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