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Estaba solo, con sus dos perrillos, en la pequeña playa de La Bombilla. Este es uno de los enclaves palmeros, junto con Puerto Naos, más afectados por la detección de elevadas concentraciones de CO2 producto del volcán, sobre todo en cuevas y en algunas casas más pegadas al risco, que siguen prohibidas al acceso humano. No en vano, la entrada por carretera a La Bombilla aún la controla un vigilante. Pero a Antonio Ramos no parece que le inquiete. «Yo estoy tranquilo, yo no me quiero morir, ni traería aquí a mis nietos como los he traído», contesta seguro.
«Además, he estado en zonas de muchos gases y no me ha pasado nada». Por lo que sabe, donde más hay están concentrados en el suelo, luego no le preocupa. «Habiendo un 20% de oxígeno en el aire, aunque haya gases, puedes respirar y no pasa nada». Apunta que él fue uno de los vecinos que participó en las pruebas físicas y médicas que les hicieron a residentes en La Bombilla. «La prueba analítica aún no sé qué resultados dio, pero la respiratoria me salió perfecta».
Frente a las tesis de Ramos, los científicos advierten de que el CO2 es letal en concentraciones elevadas. «Lo normal es un contenido de 400 o 500 partes por millón (ppm) de dióxido de carbono en el aire», explicó a este periódico el geoquímico Pedro Hernández en un reportaje publicado en 2022, pero entonces hubo registros de hasta 140.000 ppm al aire libre. Así era cuando la incidencia del gas estaba en su peor momento y mantenía en un exilio forzoso a 1.500 personas de Puerto Naos y de este pueblo playero que comparten Tazacorte y Los Llanos de Aridane.
Según consta en el último informe de control de la calidad del aire del Peinpal, que data de julio pasado, el proyecto Alerta CO2, dispone en la actualidad de un total de 1.154 estaciones principalmente destinadas para la monitorización del CO2 en el aire ambiente interior de viviendas y locales (1.141 interiores) y de unas cuantas también para exteriores (13 estaciones). Del total de estaciones, 128 se ubican en La Bombilla (125 interiores y 3 en exteriores), 1.002 en Puerto Naos (995 interiores y 7 exteriores), 15 en la zona del hotel Sol Meliá (13 interiores y 2 exteriores), 7 estaciones (6 interiores y 1 exterior) en zonas externas a los dos núcleos (Puerto Naos y La Bombilla), 1 en el enclave de El Remo (interior), 1 en la Sala de monitorización proyecto Alerta CO2 (1 interior) y 1 en el Cabildo de La Palma (1 interior). Estas dos últimas, se aclara en el informe, realizan funciones de estaciones de referencia. A esta red de estaciones fijas se le suma la red de sensores portátiles que llevan consigo los bomberos que están destinados, sobre todo, a la zona negra de Puerto Naos. En cuanto el nivel de CO2 en el aire supere los 5.000 ppm, el aparato hace sonar su alarma.
La peor etapa ya pasó, aunque todavía quedan vecinos de La Bombilla desalojados por los gases, como la propia hija de Antonio Ramos, que vive temporalmente en uno de los 85 contenedores-vivienda que se habilitaron en Los Llanos de Aridane para afectados por la erupción del Tajogaite.
Este vecino cuenta que el volcán sepultó su casa, que estaba muy cerca de donde reventó, y que se quedó sin nada. «Solo pude salvar a mi perrito, a la yegua, que era de mi hija, y una carpeta de papeles que cogí al vuelo». Tras un tiempo en casa de su yerno, optó por venirse a Gran Canaria, de donde es originario, aunque ha pasado casi toda su vida en La Palma. Y cuando regresó a la isla, como no tenía donde quedarse, se vino a la casa de sus abuelos de La Bombilla.
Se acercó dos o tres veces, pero había que dar media vuelta a la isla para llegar y desistió, pero cuando decidió afincarse de forma definitiva, tampoco se escondió. «Desde el primer momento entré por donde está la caseta sin QR ni nada (al principio, debían registrarse con un QR), hola y adiós, y no me dijo nada, pero si me llegaba a decir algo le iba a decir que aquí está mi casa y que no tengo otro sitio a donde ir».
Aquí dice que está «feliz». Solo se enerva cuando habla de la gestión política tras el volcán y del muelle que construyeron en La Bombilla. «Se han gastado dos millones y lo han colocado en el peor sitio de la costa, donde más golpea el mar, eso no sirve».
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