María, la Gran Madre
FranLuis Rodríguez Redondo
Las Pamas de Gran Canaria
Martes, 17 de septiembre 2024, 23:02
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FranLuis Rodríguez Redondo
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Hemos visto recientemente, con ocasión del día del Pino y en otras muchas ocasiones, cómo miles de personas vibran, se alegran y celebran con gran regocijo las fiestas de la Virgen, bien sean, las del Pino, las del Carmen o las de los Dolores, por ejemplo. Son tradiciones centenarias que en países como en la España católica, aunque cada vez menos, están fuertemente arraigadas en el inconsciente colectivo de los pueblos
Y yo me atrevería a afirmar que si por ejemplo se demostrara con rigor científico que la virgen María nunca existió como madre de Dios en la historia, el pueblo devoto que ahora y siempre la ha venerado seguiría celebrando con el mismo regocijo sus fiestas, porque le es suficiente saber que ella es madre de Dios y punto, ya que así lo ha predicado siempre la Iglesia católica durante siglos y no le interesa saber nada más al respecto, ni investigar sobre ello.
Pero lo que seguramente no sabe este pueblo devoto de la virgen, bien porque la Iglesia no se lo dice (y ésta tal vez tampoco lo sepa…), es que la Virgen María o la Madre de Dios no es un personaje histórico. No existe hasta la fecha ninguna prueba documental, histórica o arqueológica que lo demuestre. Sólo la mencionan los evangelios, pero ya se ha demostrado rigurosamente que los evangelios no son documentos históricos sino apologéticos, catequísticos o morales.
La figura de María apenas aparece en los textos del Nuevo testamento que sólo la mencionan como María 18 veces y como madre de Jesús 35. Eso es todo. Ni Pedro ni Pablo la nombran una sola vez en sus escritos. La Iglesia adornó su vida con pasajes del Protoevangelio de Santiago, un texto apócrifo que habla de María, considerado falso por la propia Iglesia. Muchos estudiosos derivan su nombre del mar, marea, María, porque la vida, según los biólogos, comenzó en el agua. De hecho, San Jerónimo en la Vulgata traduce la palabra mares por María. (Génesis 1:10). María es pues sinónimo de vida. Es un arquetipo, un principio universal, que representa la vida.
En la época prehistórica, cuando la humanidad era pequeña, la duración de la vida corta, y la mortalidad infantil grande, la capacidad reproductora de la mujer fue la principal oportunidad de supervivencia para el clan o la estirpe. Así que no es casualidad que las más antiguas estatuillas del paleolítico llegadas hasta nosotros sean en su mayor parte presentaciones femeninas, madres primordiales o ídolos de fertilidad, como acepta la mayoría de los investigadores. Este arquetipo lo simboliza la Biblia en la figura de Eva, del vocablo hebreo Jayáh, vivir, por ser ella la madre de todos los vivientes, (Génesis 3:20).
En las culturas matriarcales se equipara también a la tierra con la mujer, pues la vida surge de ambos cuerpos, el linaje sobrevive mediante las dos. En la primera época de la cultura agraria, aparecen por todas partes las divinidades femeninas, en las que se adora el secreto de la fertilidad. Para adorarla se le erigen templos y la representan de mil formas, en estatuas monumentales, en pequeños ídolos, mayestática, vital, con caderas pronunciadas y vulva sobresaliente, simbolizando la fertilidad, la Vida.
Esta Gran Madre fue conocida por la religión sumeria, la más antigua conocida, y la llamaron Inanna. Los asirios la llamaron Milita, los babilonios Isthar, los fenicios Astarté, los frigios Cibeles, los griegos Gaya, Rhea o Afrodita y también Magna Mater Deorum, la madre de Zeus (Deu, dios). En el libro de Jeremías en el A. Testamento aparece como la Reina de los Cielos (44:17). Apuleyo dice que Ella es señora y madre de todas las cosas, una virgen, una diosa que, sin quedar embarazada, da a luz.
Se la puede identificar en Egipto con la virgen Isis Meri, el modelo casi exacto de la María cristiana. Y no es casual que después de largas luchas dogmáticas, en el concilio de Éfeso del año 431 Isis tuviera que ceder finalmente su título de madre de Dios, que ya llevaba en el antiguo Egipto, a la madre de Jesús, que ocupó su puesto.
La Iglesia católica identifica a la Gran Madre con María, con la particularidad que la convirtió en un personaje histórico, lo que no se atrevió a hacer ninguna cultura antigua con su Gran Madre, porque siempre la vieron sólo como un gran arquetipo universal que simbolizaba la vida. Y eso es lo que se debería venerar y celebrar, el simbolismo que representa la imagen, no la imagen en sí, ni ninguna imagen, pues según la Biblia está prohibido por el segundo mandamiento del Decálogo. (Éxodo 20: 4-5).
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