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Este martes se verán muchas camisetas de España. Y eso no significa que aquellas personas que las lleven sean franquistas y de extrema derecha. Simplemente, ... apoyan a la selección porque les gusta su juego, porque les cae bien, porque son españoles y se identifican con su equipo de fútbol representativo o porque... les da la gana.
Pero en estos tiempos de polarización, de radicalismos y de conflictos gratuitos, algunos, tanto en la vida real –la de la calle– como la ficticia –el basurero de las redes sociales– 'entienden' el gesto de llevar la camisa de la selección de fútbol como un acto político de enaltecimiento del pasado. No dudo que algunos así lo hagan, allá ellos, pero no creo que sea el caso de la inmensa mayoría. Cuando la selección ganó la Eurocopa con el gran Luis Aragonés al frente y después el Mundial, todos los que se tiraron a la calle a celebrarlo o siguieron los partidos ataviados con la camiseta de la roja no eran de extrema derecha. Las elecciones posteriores así lo han demostrado.
Creo que la realidad democrática española invita a superar esos tópicos. A no mezclar churras con merinas. Y eso no significa olvidar el pasado, porque la mejor manera de entender el presente y el futuro es saber de dónde venimos, aprender de los errores y no caer de nuevo en la oscuridad. Dejen que el deporte sea deporte. Que la gente disfrute de la emoción de los partidos de la Eurocopa y se pongan las camisetas que les apetezca, porque en las últimas semanas me he cruzado con bastantes jóvenes con las de la selección alemana y ni se me ha ocurrido que fueran nazis. Por cierto, no tengo camiseta de la selección española.
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