Realidades Paralelas
Miguel Ángel Rodríguez Sosa
Las Palmas de Gran Canaria
Domingo, 1 de septiembre 2024, 22:54
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Miguel Ángel Rodríguez Sosa
Las Palmas de Gran Canaria
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Por qué no nos entendemos? ¿Por qué vemos la vida de maneras tan distintas?. Una de las múltiples respuestas se encuentra en nuestra capacidad económica. Aunque compartimos un mismo mundo, las diferencias en los ingresos crean realidades que afectan cada aspecto de nuestra vida. Para algunos, la vida es un mosaico de oportunidades: alimentos frescos, viviendas cómodas y vacaciones placenteras. Para otros, es una lucha constante por sobrevivir con lo mínimo.
Estas realidades paralelas no solo dividen nuestro acceso a bienes y servicios, sino que moldean nuestra visión del mundo, afectando la manera en que nos relacionamos, entendemos y, en última instancia, coexistimos.
Piensa en dos personas que viven en la misma ciudad, separadas por solo unos pocos kilómetros, Julia y Roberto. Sin embargo, sus vidas podrían parecer de mundos completamente distintos.
Julia, hija de una familia adinerada, crece en un barrio exclusivo, rodeada de jardines bien cuidados y calles seguras. Desde pequeña asiste a una escuela privada donde el ratio alumno-profesor es bajo, lo que garantiza una atención personalizada. Las aulas están equipadas con la última tecnología, y las actividades extraescolares incluyen deportes, música, y viajes culturales. Para Julia, la universidad es un hecho dado, una oportunidad para explorar sus intereses en profundidad, sin preocuparse por el coste de la matrícula o la residencia donde vivirá esos años.
Roberto vive en un barrio con infraestructuras deficientes y escasos servicios públicos. Asiste a una escuela pública donde las aulas están masificadas y las maestras, aunque entregadas, están sobrecargadas. Las actividades extraescolares son limitadas, y muchos de sus compañeros deben dejar la escuela temprano para trabajar y ayudar a sus familias. Para Roberto, la universidad es un sueño imposible, algo que solo pueden alcanzar unos pocos afortunados. Su realidad diaria está marcada por la incertidumbre, donde cada decisión se mide por su impacto económico inmediato.
La educación, que en teoría debería ser un motor de igualdad, en la práctica se convierte en una poderosa herramienta de división. Para Julia, es una escalera hacia el éxito, llena de recursos y oportunidades. La educación que recibe no solo le brinda conocimiento, sino también una red de contactos que le abrirán puertas en el futuro. Sus padres, con una comprensión profunda del sistema educativo, invierten en su formación desde la primera infancia, asegurando que pueda competir en un mundo globalizado.
En contraste, para Roberto, la educación a menudo parece más un muro que una escalera. Aunque tiene el deseo y la capacidad de aprender, su entorno le ofrece pocas herramientas para prosperar. Las responsabilidades económicas familiares, le obligan a elegir entre estudiar o trabajar para ayudar en casa. Este tipo de decisiones, que Julia nunca tendría que considerar, son cotidianas en la vida de Roberto, marcando una brecha insalvable entre sus realidades.
Los valores y expectativas de Julia y Roberto también son diferentes, influidos por las circunstancias en las que han crecido. Julia ha aprendido que el éxito es el resultado del esfuerzo y la inteligencia, y que aquellos que no logran prosperar simplemente no han trabajado lo suficiente. Sus padres le han inculcado la importancia de la caridad, pero desde una perspectiva donde ayudar a los demás es un acto noble, no una necesidad.
Roberto, por otro lado, ha crecido en un entorno donde la solidaridad inmediata es vital. Su comunidad valora la ayuda mutua, no como un lujo, sino como un mecanismo de supervivencia. La desconfianza hacia las instituciones es total, ya que han visto repetidamente cómo las promesas de ayuda se desvanecen sin cumplirse. Para Roberto, el éxito no se mide en términos de riqueza, sino en la capacidad de mantener a su familia a salvo y unida.
La coexistencia de estas realidades paralelas genera polarización y conflicto. Julia y Roberto, a pesar de vivir tan cerca, no ven ni entienden la vida del otro. Julia podría pasar toda su vida sin conocer a alguien como Roberto, y viceversa. Esta invisibilidad de la desigualdad es uno de los mayores obstáculos para el cambio. La incomprensión mutua se convierte en una barrera psicológica que perpetúa el status quo.
Es fundamental entender que esto es el resultado de decisiones políticas, económicas y sociales que hemos permitido, conscientemente o no. Políticas redistributivas justas y un sistema de valores que ponga el bienestar común por encima del individualismo son claves para empezar a derribar estas barreras invisibles. La educación pública de calidad, el acceso a la salud y la protección social no son solo derechos, sino inversiones en un futuro más justo y cohesionado.
Hasta que logremos esto, seguiremos viviendo en un mundo fragmentado, donde la desigualdad no solo se mide en cifras económicas, sino en las vidas que no logramos conectar. En un mundo ideal, la riqueza no sería una trampa dorada, y la pobreza una condena eterna. ¿Te lo imaginas?
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