La violencia hacia las mujeres: El abismo entre el discurso y la acción
Isabel Guerra
Psicóloga. Experta en Violencia de Género
Domingo, 24 de noviembre 2024, 23:06
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Isabel Guerra
Psicóloga. Experta en Violencia de Género
Domingo, 24 de noviembre 2024, 23:06
La imagen pública de muchos políticos se construye sobre discursos que promueven el feminismo y la igualdad. Sin embargo, tras bambalinas, algunos de estos mismos ... individuos participan en prácticas que despojan a las mujeres de sus derechos fundamentales. Lejos de discursos grandilocuentes llenos de fundamentos feministas, debemos reconocer que, aunque hemos avanzado en muchos aspectos a lo largo de los años, no podemos ser ingenuos al pensar que en ciertos partidos políticos el machismo y la violencia no son una realidad palpable. Este desajuste entre lo que se dice y lo que se hace perpetúa un ciclo dañino que afecta a todas las mujeres.
¿De verdad se lo han creído? ¿Realmente creen en lo que dicen? Esa es la pregunta, porque la realidad que enfrentamos es inquietante, cuanto menos. El abismo entre el discurso y la acción. La realidad refleja que algunos de los que defienden una sociedad más igualitaria, más equitativa y más justa, presentan esta dualidad. Lo hemos visto en la figura del señor Errejón, con su discurso contradictorio entre lo que dice y lo que hace, pero también estas ambivalencias las hemos visto antes, bajo el silencio cómplice de algunos hombres y, por qué no, de algunas mujeres que, estando cerca, callan. La reflexión es entonces: ¿cómo podemos exigir más responsabilidad a quienes están en el poder? ¿Qué pasos debemos seguir como sociedad para cerrar este abismo y construir un verdadero cambio? Sin lugar a dudas, la presión pública es fundamental, como así lo ha demostrado el feminismo tomando las calles.
Si las mujeres prostituidas pudieran contar sus historias sobre sus clientes, el panorama sería radicalmente diferente. Más de un 'honrado caballero' —ya sea juez, cura, político, empresario o periodista— sudaría frío si las mujeres decidieran hablar. Y luego nos preguntamos, ¿por qué tantas mujeres permanecen en silencio? Aquellas que no se atreven a alzar la voz saben del poder del dinero, de los medios, de la política, del sistema judicial, así como del juicio social que las vuelve a victimizar. Diríamos entonces: ¿quién puede lanzar la primera piedra sin cargar con sus propios pecados?
Pero lo más perverso es cómo el sistema judicial, que debería ser un baluarte de protección, se convierte, en algunos casos, en cómplice al permitir que las sentencias caduquen, liberando a los perpetradores de abusos sexuales contra mujeres adolescentes vulnerables, provenientes de familias desestructuradas. Los encargados de velar por la justicia, a menudo parecen fallar en su deber de proteger a las víctimas, dejando que pasen más de diez años sin juzgar casos críticos.
Las sentencias indulgentes impuestas a empresarios en Murcia por delitos cometidos contra niñas de 14 a 17 años se saldan con multas ridículas y penas de apenas cinco meses. Ese escenario es un claro reflejo de una cultura que minimiza el sufrimiento de las víctimas y desprecia la justicia restaurativa. La impunidad con la que operan algunos agresores no solo alimenta la violencia, sino que también envía un mensaje devastador: el dolor de las mujeres no importa tanto como la reputación de quienes les hacen daño. Y así siguen preguntándose: ¿por qué las mujeres no denuncian?
Es indiscutible que, en los últimos años, algunos partidos radicales de ultraderecha han apostado por negar la violencia que sufren las mujeres y minimizar los abusos sexuales. Sin embargo, la realidad es innegable y alarmante. Las cifras hablan por sí solas: 2.465 violaciones hasta el segundo trimestre de 2024, según datos del Ministerio del Interior, es decir, agresiones sexuales con penetración. Las cifras de violaciones grupales han crecido un 14% según los datos oficiales. Los feminicidios no cesan; en lo que va del año, 40 mujeres han sido asesinadas, junto a 10 niños y niñas y un joven de 26 años. Esta tragedia no puede, bajo ningún concepto, ser ignorada ni silenciada.
El negacionismo no solo busca desacreditar a las víctimas, sino que ataca directamente su narrativa, presentando sus experiencias como irreales o exageradas. Esta tendencia peligrosa y divisiva utiliza herramientas para polarizar a la sociedad, presentando al feminismo y sus demandas como exageraciones o ataques hacia los hombres, creando así una falsa dicotomía que convierte a las mujeres en antagonistas, en lugar de reconocerlas como víctimas. Esta clara estrategia busca deslegitimar al movimiento feminista y fomenta un ambiente hostil hacia aquellas que alzan su voz contra el abuso y la desigualdad. Lo más preocupante es que este discurso extremista encuentra eco en los medios de comunicación masivos, amplificándose aún más en redes sociales, calando profundamente en los jóvenes y llevándolos a abrazar una narrativa peligrosa. Es urgente desenmascarar estas mentiras y apoyar a quienes luchan por una sociedad más justa e igualitaria.
Es un tema profundo y doloroso el de la invisibilidad de la violencia, pero eso no hace que los agresores dejen de existir. Las mujeres callamos por miedo a ser juzgadas como mentirosas, ridículas o 'lerdas', como decía un periodista en una tertulia en 'prime time' no hace mucho, sin sonrojarse. Por tanto, las mujeres buscamos lugares seguros para contar nuestra verdad y compartir nuestras experiencias, sin temor a ser rechazadas o agredidas. Porque se trata de encontrar espacios para la escucha, el desahogo y poder sanar las heridas. Lo que la justicia no restaura, pese a las condenas, porque, a pesar de todo y de la condena, nadie les pregunta a las mujeres cómo pueden ser restaurados sus dolores, cómo pueden ser escuchadas sus necesidades o cómo pueden recibir el acompañamiento necesario. Porque, desgraciadamente, la sociedad en la que vivimos no es segura para las mujeres.
Aún se preguntan: ¿por qué no denuncian las mujeres? La sola pregunta refleja una falta de comprensión profunda sobre las dinámicas del miedo, la culpa y la autoestima que enfrentan. Es fundamental dar voz a las que no la tienen, ofrecer espacios de escucha donde puedan hablar sin temor.
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