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Aparte de la victoria del PP, la resistencia del PSOE y la caída en desgracia de Sumar, entre las lecturas más significativas que dejan los ... resultados de esta última cita europea con las urnas figura, sin duda, la entrada fulgurante en el Parlamento Europeo de la peculiar agrupación de electores Se acabó la fiesta, que se ha hecho con tres escaños.
Más allá de la excentricidad de su líder, un outsider en toda regla como Alvise Pérez, con un discurso político reaccionario y ultraderechista, lo que me genera curiosidad es el perfil de sus votantes. Según los primeros estudios que se han publicado, ha bebido de exvotantes de Vox, partido con el que compite abiertamente, de entornos urbanos grandes donde hay más paro y más porcentaje de extranjeros, de tradicionales abstencionistas y, lo que más llama mi atención, de votantes primerizos o de menos de 30 años.
Sin embargo, esos mismos estudios no dicen qué pudo motivar el apoyo de ese público joven. No sabemos si fue un voto de cabreo, de protesta, contra un sistema que no les termina de representar y que les tiene hastiados. En ese sentido, Alvise no pasaría de ser un mero instrumento para mostrar su malestar. O si, por el contrario, comparten las pocas ideas que ha vendido de su particular programa electoral, entre las que figura, por cierto, que rifará su sueldo de eurodiputado entre sus seguidores.
Tanto uno como otro escenario ponen sobre la mesa que la población más joven sigue siendo la gran asignatura pendiente de la política en España. Urge situarla en la agenda y garantizarle un futuro que ahora no tiene. Si no, se abandonarán al extremismo. Una parte, visto lo visto, ya va camino de ello.
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