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Clandestino, un teléfono móvil cruzó el espacio entre Cuba y Europa hace unos pocos días. En su memoria estaba la prueba de la inocencia de un ciudadano alemán condenado a 15 años de prisión en la isla del Caribe. Luis Frómeta grabó las protestas de los cubanos contra la dictadura, y la represión con tiros y piedras hace tres años. Hay, incluso, un plano muy cercano de un paramilitar que desenfunda y dispara. Las imágenes hasta ahora inéditas, datadas el 12 de julio de 2021, muestran a mujeres y hombres caminar y gritar, y luego correr en dirección contraria a los pocos segundos del vídeo.
Teléfono en mano, se escucha a Frómeta decir: «¡Policía, no tiren piedras, por favor, no tiren piedras!». No es el único. Otra voz advierte que «aquí hay niños». Son las 18:20 horas. Quizás envalentonado por su doble nacionalidad, este emigrado que abandonó la isla en los ochenta se acerca a los policías: «No tiren piedras ustedes, que nosotros somos el ejemplo». Un paramilitar de camisa roja y cara tapada pasa por su lado, saca un arma y empieza a disparar en dirección a los huidos. Son nueve tiros hasta que se corta el vídeo de 2:29 minutos. «Oye, apágame el teléfono», le ordenan. Aquellos tiros acabarían con la vida de un manifestante, según las organizaciones de derechos humanos.
A Frómeta lo detuvieron «por estar grabando», dice una persona cercana que prefiere el anonimato por vivir en Cuba. «Al otro día lo soltaron pero se quedaron con su teléfono. Después de cuatro días de haberlo liberado, el día 17 de julio por la mañana llegaron unas personas vestidas de civil y dijeron que eran del DTI (Departamento Técnico de Investigaciones de Cuba) y que Luis tenía que acompañarlos. Dijeron que él regresaba rápido y nunca regresó».
Primero lo llevaron a una comisaría de policía y finalmente lo encerraron en el Centro de la Seguridad del Estado, conocida como 100 y Aldabó, «la cárcel más temida de Cuba». «No nos permitieron verlo ni hablar con él ni tampoco ponerle un abogado», asegura esta fuente. El móvil sin embargo, fue entregado a conocidos suyos en la isla, que lo mantuvieron a buen resguardo estos tres años hasta que surgió la oportunidad de extraerlo.
La grabación, que compromete a los paramilitares al servicio del régimen en un asesinato y en la violación de los derechos humanos de los que se manifestaban pacíficamente, traspasó la aduana gracias a la pericia de algún viajero no identificado que lo entregó a la familia de Frómeta en Alemania «hace pocas semanas», confirma una fuente. «Se examinó a fondo y se encontró el vídeo por el que le detienen y que demuestra su inocencia. No hacía nada violento».
Desde Alemania, la familia lo compartió con la organización Prisioners Defenders, con sede en España, que mantiene varios procesos internacionales para la liberación de los que siguen en la cárcel por aquellos disturbios, conocidos como 21J, que sacudieron al régimen cubano.
Frómeta, el testigo incómodo de 61 años, está ahora en una celda con otros 30 detenidos. Sale al sol una hora al día e intenta mantener la forma con ejercicios. «Está en una prisión de tortura», advierte desde Alemania Janie Frómeta, una de las hijas de Luis, que pudo visitarlo en dos ocasiones, una en 2022 y otra en 2023. «Le escribimos cartas con regularidad, pero no las recibe. Cuando me permitieron visitarle, me contó entre lágrimas la terrible violencia de los interrogatorios. Por ejemplo, que ya estaba inconsciente en el suelo y aun así siguieron golpeándole». Además, a finales del año pasado «fue gravemente herido por otros reclusos y pasó una larga temporada en la enfermería».
Publicado en YouTube, se editó ese vídeo de Frómeta con el de otra persona, ésta sí anónima por motivos de seguridad, que graba el momento en que le apresan. Él no opone resistencia, a pesar del maltrato y los golpes. Alrededor de Frómeta y los otros condenados se hizo el silencio. También de la comunidad internacional. Hasta ahora.
Este verano la difusión de su vídeo se unió a una resolución de Naciones Unidas que presiona para la liberación de Frómeta y otros ciudadanos. En un documento suscrito por tres relatores especiales (para la 'Promoción y protección del derecho a la libertad de opinión', los 'Derechos a la libertad de reunión pacífica' y la 'Tortura y otros tratos o penas crueles') y tres grupos de trabajo (de 'Independencia de los magistrados'; 'Detención arbitraria' y 'Desapariciones forzadas') concluyen que la detención fue «arbitraria», basada en «razones discriminatorias por sus opiniones políticas» y que «no debería haberse celebrado ningún juicio». Advierten que hubo «incomunicación» «interrogatorios bajo coacción», falta de una «representación letrada» y una «defensa sin acceso a las pruebas».
Los relatores especiales opinan que Frómeta y otros 16 detenidos, los primeros cuyos casos son analizados por Naciones Unidas, deben quedar «inmediatamente en libertad y concederles el derecho efectivo a obtener una indemnización y otros tipos de reparación».
Con la mira internacional puesta en Frómeta, este hombre que abandonó Cuba cuando tenía 20 años se convierte en un símbolo de los 800 casos que dejó la represión del 21J. «Elegí estos 17 porque teníamos plena documentación de ellos», explica Javier Larrondo, director de Prisioners Defenders, la organización que llevó el caso ante Naciones Unidas y que espera proseguir con otros.
En su respuesta oficial, el Gobierno cubano aseguró que esas detenciones se hicieron por «manifestaciones violentas» y no por «motivo de opiniones políticas o por el ejercicio de los derechos de reunión y manifestación».
En la represión de aquel año hubo otro europeo detenido, un cubano-español residente en Estados Unidos, llamado Mario Prieto, que fue liberado. Condenado a 12 años de prisión, le otorgaron una «licencia extrapenal» por motivos de salud en diciembre de 2022. «Hubo una intermediación diplomática de España», explica Larrondo. «Pero en el caso de Frómeta, el gobierno alemán creyó al cubano y sus acusaciones... hasta que salió el vídeo. Ahora verifican su inocencia. Junto a la condena de Naciones Unidas, deben tener como prioridad sacarlo de prisión». Los casi dos minutos de vídeo puede hacer que el gobierno de Cuba reabra un capítulo que creía cerrado.
La noticia de la detención de Luis Frómeta llegó a Alemania por teléfono. «Recibí una llamada de mi familia», recuerda Janie Frómeta, a la que apoya un «patrocinador político» del CDU, Lars Rohwer, y varias asociaciones de derechos humanos. «Supe que el infierno estaba a punto de comenzar para papá y para nosotros».
Enfermo de hipertensión, tiroidismo y con una lesión de espalda, Frómeta recibe medicamentos de la embajada alemana, a pesar de que judicialmente no le han defendido. «Se mantiene firme, sabe que se comete una gran injusticia y que muchas organizaciones piden su libertad y la de todos los presos políticos», sostiene alguien dentro de la isla.
En estos años ha visto tres veces a sus hijas alemanas. «La primera visita a la cárcel fue una pesadilla», recuerda Janie Frómeta. «Tuve que someterme a un cacheo. Tuve que desnudarme completamente y me revisaron todo. Nunca me había sentido tan humillada. Pasamos la mayor parte del tiempo llorando juntos. Me habló de la violencia y las malas circunstancias en las que vive».
El encuentro transcurrió dentro de una habitación con aire acondicionado, un pequeño sofá de cuero, una mesa de cristal y una gruesa cortina en la pared «que tapaba un micrófono», describe Janie. Les esperaban cuatro guardias. «Solía tenerle en brazos todo el tiempo, uno al lado del otro en el pequeño sofá de cuero».
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