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Mario Hernández Bueno
Sábado, 10 de agosto 2024, 23:15
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Y doy fecha porque después, charlando con un camarero, supimos que era el primer aniversario. De hecho noté que el comedor había pasado por el «camerino», un maquillaje, a fin de eliminar el atrezo del anterior figón. Es decir, pudo consumarse un pequeño pastiche, pero lo importante era que saborearíamos una rica y variada cocina.
En la capital grancanaria hemos conocido varios restoranes de esa guisa pero sin buenos finales. El primero, Elora, se abrió por los pasados años ochenta. Un dechado de elegancia y efímera carrera. Se situó en la calle Secretario Artiles y cerró al poco. Yo no lo entendí habiendo, como entonces había, tan abultada colonia india. Pero no hay misterio que desentrañar. Esa circunstancia no le garantizó el éxito porque si un indio quería comer a lo indio tendría una madre o una esposa indias y comería en casa. Amén de que los isleños no habían abrazado aun las cocinas asiáticas; excepto la china, que triunfaba con autoridad.
Después descubrí que si quería comer Cocina india tenía que acudir a las zonas turísticas con mucho inglés. No falla. Se dice que la Cocina de la Rubia Albion es pobretona, lo prueba, al menos, que el Chicken Tikka Masala sea el plato más consumido en RU. Y esto no se justifica porque goce de una inmensa colonia india, sino también porque la India fue su gran colonia: la «Joya de la Corona». De hecho, los colonos ingleses se volcaron con sus cocineros, y su cocina, e inventaron un curri, el Madrás. Mi preferido. El plato se creó en 1970 en Glasgow, en el restorán Shish Mahal por el chef Ali Ahmed Aslam, que falleció hace un par de años. Un hijo mío vivió allí. Fui a verle y un día me acerqué a visitar el restorán, pero ya estaba desvencijadito. No comí. Lo ausculté; charlé con el Sr. Aslam y tomé fotos.
Una cosa que me regocija es saber que el restorán indio disponga de horno tandoor al carbón. Los platos asados con él difieren de los cocinados con lo modernos hornos a gas o eléctricos porque pierden ese sabor, ese aroma… En Las Palmas de G.C. es difícil conseguir licencia para instalar el ancestral artilugio, que según estudiosos es de origen indio. Del mítico Valle del Indo. A mí me parece más creíble lo de la aportación persa: el tandoor, una vasija parecida a un ánfora, lo llevaba, tirado por caballos, la intendencia militar en sus incursiones. Y también en Paquistán e India cinco siglos AC. He comido asados en tandoor en restoranes de Cocina iraní en Teherán y otras ciudades del viejo y culto Imperio Persa.
Y me encanta porque da al pollo, langostino, cordero, ternera, pan naan… los inconfundibles aromas de los asados a las brasas. Pero, cada día, es más difícil encontrarlo porque además el carbón no es barato; hay que almacenarlo, es molesto de manipular y genera suciedad. Lo que desanima a los nuevos restauradores. Y digámoslo: el tandoor es más del Sur de India, pues por allá fue donde estuvo trasteando el persa. Si bien, poco a poco, ha venido subiendo paralelos.
El comedor del Muna está, como casi todos los de NY: tirando a oscuro y a pesar de mis ruegos se negaron a aumentar la iluminación. Los camareros vestían blue jeans y se tocaban con gorras de béisbol. Pedimos Pollo tandoori, que viene con hueso. Pero solo cocinan el Chicken Tikka, que son trozos magros y pueden llegar secos si no se les da el punto. No dispone de tandoor con carbón, pero, aun así, pedimos Langostinos con verduras tandoori, que estaban bien; vegetales al curri, que también, y Chicken butter (pollo a la mantequilla), uno de los clásicos, que se dejó querer. No faltó el pan naan y si faltaron los postres, pues, como en casi todo el Sureste asiático, no valen a nuestro paladar.
Aquella oblea asada en tandoor era imprescindible en la comida india. Fueron (y aun lo son) los cubiertos. Y también lo fueron en el mundo que conoció el pan. En Europa (hasta que Catalina de Médici trajo a la corte francesa el tenedor): en Asia, en la Península arábiga (el pan pita), en África (Etiopía y las obleas de teff); en Méjico (las tortillas) ... Y también es imprescindible el aromático arroz basmati hervido, que en Muna ya viene con los platos salseados. El servicio resultó flojo; la comida tardaba a pesar del escaso público y la factura, con varias cervezas Kingfisher y agua San Pellegrino, salió por los 99€ sin la propina. Al medio día ofrece servicio de bufé. Se come con decencia, pero no es nada del otro mundo.
Vale la pena consignar que en NY se puede comer razonablemente bien, y sin darle sustos a la cartera, en restoranes étnicos: indios, chinos, filipinos, libaneses, coreanos, etíopes, tailandeses… En la 9ª Avenida, a la altura de Time Square, solemos comer en un par de tailandeses con genuinas cocinas y precios ventajosos. Son los Yum Yum. Por otro lado, para entender las cosas de la inmensa ciudad, el supermercado de la Grand Central Station, situado debajo de nuestro hotel, tenía el atún de aleta amarilla (inferior al rojo) a 60€ el kilo; las mandarinas a 17, un aguacate de tamaño mediano a 4,90… La inflación les pega duro.
Me gusta observar la Economía y trato de entender el «misterio norteamericano». Se pasan el día imprimiendo dólares a la vez se endeudan hasta el peluquín vendiendo bonos del Tesoro (que debe de estar ya en modo patena), alcanzando una deuda de casi 35 billones. Y ahí tenemos al dólar casi a la par con el euro. Pero es que también el muy sospechoso Banco Central de nuestras crisis se copia de la tarea del gigante americano.
Chinos y rusos ya han decidido abandonar el dólar y pagarse con yuanes y rublos; el resto de los países BRICS está pensando alguna perrería y China quiere también deshacerse de montañas de dólares… ¿A que es fácil pensar que podremos tener un problema? Entonces las inflaciones serán cáscaras de lapas. No es fácil.
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