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Carlichi es único e inimitable y eso lo saben hasta en otras galaxias si existieran. Su porte, su estilo y su elegancia solo son dignas de quienes se atreven, de quienes, como él, miran al mundo de frente y directamente a los ojos, sin desvíos ni desvaríos.
Dedicó gran parte de su vida a vender todo el pescado que aquí y en otras muchas partes del mundo se consumía. Los viajes eran una constante y podría decirse que pocas personas llevan tantos kilómetros recorridos en su vida porque con tan solo 21 años ya conocía prácticamente todo el continente africano.
Se cansó de andar de aquí para allá, porque hasta lo bueno, en exceso, es malo y regresó a Gran Canaria, como siempre hacía, para quedarse en casa definitivamente y para volver a volar, solo por placer.
Domina cuatro idiomas, uno de ellos el ruso y su habilidad social es digna de tener club de fans. No exageramos si le contamos a nuestros lectores que, durante el transcurso de esta entrevista más de una veintena de personas se acercaron con cariño a saludarle, porque Carlichi es mucho más de lo que se ve a simple vista: empático, carismático, afectuoso y arrebatadoramente auténtico.
Una vez que tomó tierra, su círculo le animaba a que emprendiera un negocio y, con la clarividencia que lo caracteriza abrió el bar Carlichi a su imagen y semejanza.
Un bar, en pleno centro de la capital grancanaria, con más de novecientas referencias, muchas de ellas en exclusiva. Un local que a nadie deja indiferente y hasta cruzan desde la otra acera para hacer fotografías a su escaparate. Más de mil adjetivos serían necesarios para describir Carlichi y quizás no serían suficientes.
El mejor bar de la capital no cabe duda, el profesional y exquisito servicio porque, viniendo de él, no podría ser de otra forma y un espectáculo visual que corta la respiración. Gótico, inconmensurable, único, particular, incalculable e inmensamente divino. Y esto, solo para empezar.
Nos cuenta que, el buen gusto y esa escenografía que a cada cliente le hace sentir especial, le viene por mamá y que los maravillosos cuadros y frases que albergan las paredes son de papá. Porque así es él, agradecido a cada detalle y a cada persona que ha habitado y habita en su vida.
Hace suyo su relato que bien podría servir como argumento a una serie de Netflix y seguro que se convertiría en lo más visto de la temporada. Amante del fútbol, deporte que además practicó de manera profesional, de las buenas maneras y la buena, por no decir exquisita, educación, como la que él pone en práctica, de manera natural, porque Carilichi es lo que se ve y deja ver sin tapujos lo que no es evidente, sin artificios de ningún tipo y con la naturalidad como seña de identidad o como él mismo resume: «soy como soy y lo que más me gusta es llegar al corazón de los demás». Y vaya si lo consigue.
Disfrutar en su bar es sentirse especial, es cruzar la frontera desde lo cotidiano a lo extraordinario, es sentir que te escuchan porque, como él mismo dice, «de nada me vale recomendar y que el cliente no salga contento. Me gusta que me digan si algo no está bien, porque eso, también es Carlichi», una especie de sombrero de copa tras la barra más bonita de la cuidad, que reparte ilusión, diversión y bienestar a todo el que traspasa sus puertas. Y lo único que esperan, «que el cliente vuelva es nuestro motor y nuestro termómetro de calidad».
Generoso también, saca tiempo de su agenda para nuestros lectores y, con absoluta sinceridad y con la pasión que siempre dedica a todo lo que hace, nos vamos con él a sus lugares de referencia, a los que admira, respeta y aplaude. Un paseo cargado de recomendaciones y detalles tan fascinantes como él.
Nos cuenta que no suele practicar el desayuno, sus mañanas arranca con tres cafés y su cita diaria en el gimnasio, no obstante, si toca hacer gestiones en la calle, ese café solo se toma en Café Regina, porque su café de especialidad es único.
Hace un inciso antes de meternos en faena y es que no se sienta a almorzar hasta que no disfruta de un aperitivo previo y para él, el mejor y donde más lo disfruta es el Gourmet Experience de El Corte Inglés. Y tomen este apunte: un americano (vermut Campari y soda), con unas papas chips deliciosas y algo de su buen embutido. Este ratito para él es absolutamente imprescindible.
Primera parada, Ribera del Río Miño, por producto, por ejecución, por servicio, por ubicación, en su zona de acción, pero, sobre todo, por Tero y Lavinia, para Carlichi, además de grandes y queridos amigos, ellos son dos prestidigitadores capaces de hacer realidad cada demanda del comensal.
Aquí, como experto absoluto en materia, Carlichi devora su sensacional atún, apenas marcado en plancha al que él añade tres imprescindibles: un buen aceite de oliva virgen extra, sal y pimienta. Y, como segunda opción no menos importante, un plato que tuvimos que ir a probar tan pronto como terminó la entrevista: el arroz Carlichi. Imaginen un caldo de verduras bien concentrado, potente y sabroso, que se lleva al fuego cargado de más verduras frescas y naturales y que coronan un arroz al dente con jamón ibérico y huevo frito. Un sueño en paellera que alguna vez imaginó Carlichi y que, la magia de Tero hizo que se hiciera realidad.
Un arroz, por otro lado, que Río Miño ha incluido en su carta porque la fama traspasó las puertas del local y hoy es más que común verlo en muchas de las mesas de Ribera. Eso sí, donde más disfruta Carlichi es en la barra, mientras entabla conversación con todo el personal, al que admira y al que llama a cada uno por su nombre, formando parte, como uno más, de la gran familia de profesionales que dan forman y contenido a uno de los mejores restaurantes de Gran Canaria.
Siguiente parada, muy cerquita de la anterior y dentro de su mapa gastronómico, El Churrasco. Carlichi se declara amante de la carne cruda y el chateubriand en El Churrasco, lo bordan. Es más, se lo come prácticamente crudo y, aquí saben, sin necesidad de explicaciones, cómo le gusta. Otro de sus platos imprescindibles de El Churrasco es el steak tartar y, si lo elabora Said, directamente toca el cielo con el paladar. «Admiro El Churrasco desde siempre, porque tanto Mario Gil como su equipo y el producto que ofrecen y cómo lo ofrecen, son extraordinarios».
Tercera parada, con dos profesionales a los que también admira: Manolo y Milo de Gambrinus, de donde nos recomienda que no nos perdamos su atún macerado y sus sardinas en escabeche. Porque así es Carlichi, capaz de apreciar lo que para otros pasa desapercibido, un creador de tendencias y una fuente constante de inspiración, sin más pretensión que la generosidad a la hora de compartir lo que más disfruta en su vida.
Una última parada, El Pote y Adal, Adal y El Pote, un restaurante y un profesional a los que también admira y a donde acude cada vez que quiere un exquisito plato de cuchara, como los judiones que elaboran, un cremoso revuelto de jamón, pimiento y cebolla y su plato estrella: el cherne ahumado.
Se encuentra como en casa cada vez que acude a El Ronqueo y se pone en manos de Luis. Sus cenas maridajes son únicas y se declara admirador absoluto del atún que sirven, con su aguacate, su wasabi, su miel y soja, sus niguiris, un espectáculo que se sirve en mesa y el arroz negro que elaboran, su favorito.
Cuando el cuerpo pide pasta, lo encontraremos en Vai Piano, un local que, como Carlichi, rezuma buen gusto y distinción, además Macame, su hermana, y Franco, su cuñado, y todas y cada de sus elaboraciones, a Carlichi le hacen quitarse el sombrero
«La parmigiana de Franco y sus tagliatelle de pasta fresca con verdura, son incomparables, únicos y soberbios».
Su exquisita educación le hace dudar si nombrar no su bar para esa copa que disfruta en Gran Canaria, pero ¿cómo no va a ser eso posible cuando se tiene el mejor y más bonito bar de la capital de la isla? Pues sí, esa copa se la toma en Carlichi, rodeado de los suyos, porque su agenda debe ser algo muy parecido a un ejército, disfrutando de referencias únicas que solo tiene él de manera exclusiva y, llevando a la práctica lo que mejor sabe hacer: contagiar ilusión y hacer más bonito y real el mundo que habitamos, desde la primera sonrisa.
Y como cierre una última parada, cuando toca salir de su bar y tomarse un respiro: disfrutar del cielo y de la bahía capitalina en el Hotel Silken Saaj y su extraordinaria coctelería.
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