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Enric Gardiner
Viernes, 12 de julio 2024, 18:03
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«Ha sido difícil, pero he tirado el muro», dijo Carlos Alcaraz tras batir a Daniil Medvedev por segundo año seguido (6-7 (1), 6-3, 6-4 y 6-4) y ganarse el derecho a jugar la final de Wimbledon una vez más. Igualando a Manolo Santana con cuatro finales de Grand Slam y con la posibilidad de ser el primer español en repetir título de forma consecutiva en el All England Club, el murciano ha elevado el nivel cuando más lo ha necesitado. Ha ido de menos a más, tanto en el torneo como en el partido, y está listo para repetir la imagen del año pasado, cuando levantó la copa dorada en el lugar más emblemático de este deporte.
Medvedev volvió a servir de preámbulo. El ruso, «un muro», como lo definió Alcaraz antes del encuentro, demostró que solo tiene un plan de juego. Pasar más pelotas que nadie. Jugar a que se equivocara Alcaraz. Una estrategia que suele funcionar con el 99% de los jugadores, a excepción de unos pocos elegidos entre los que se incluye el español.
Durante el primer set, Medvedev se aprovechó del desperezamiento de Alcaraz, que comenzó aletargado, sobre todo con un servicio que entregó en dos ocasiones y con el que produjo unos paupérrimos porcentajes por debajo del 40%. Le mantuvo en juego su talento puro y el ruso, incapaz de consolidar las dos roturas que tuvo, con 3-1 y 4-2. Sí apareció su puño de hierro en el 'tie break', en el que Alcaraz ni apareció. Antes, Medvedev coqueteó con la descalificación, tras protestar un doble bote ante la jueza de silla y decirle algo que hizo que llamara al supervisor. Tras discutirlo con él, se decidió que quedara en una simple advertencia al ruso.
El 7-1 del desempate fue un manotazo para despertar al murciano, que solo necesitaba una inyección de calor por parte del público para entrar en el encuentro.
Cuando finiquitó el intercambio más largo del partido para poner el 2-1 en el segundo set, miró al público y se llevó la mano a la oreja. Era la señal de que el campeón ya estaba aquí. Al juego siguiente, para sorpresa de nadie, rompió el saque de Medvedev y comenzó una aceleración construida con el arma que le había fallado en el primer set: el servicio.
En el segundo y tercer set, no concedió ni una sola bola de 'break', perdió, respectivamente, ocho y cinco puntos con su servicio en cada manga y sus porcentajes con el primero se elevaron al 73% y 93%. Con un servicio así es casi imposible perder en hierba.
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También jugó a su favor estar sin techo. Por primera vez desde la primera ronda, Alcaraz pudo jugar con algún rayo de sol en la cara. «Estoy encantado de poder jugar sin techo, con diferentes condiciones», afirmó el español, que describió también el inicio del encuentro. «Empecé muy nervioso. Él dominaba, con un gran tenis con su servicio. Ha sido difícil para mí, pero he podido quitarme los nervios. Me ha ayudado mucho ponerme 3-1 en el segundo set. A partir de ahí he podido disfrutar un poco más e imponer mi juego».
Tanto se divertía el español, que en su propio show amenazó con resbalar. Con 1-0 en el cuarto set, Alcaraz encadenaba trece turnos al servicio seguidos ganados. En ese espacio de tiempo, no había concedido ni una sola bola de 'break'. Con el partido hecho, se confió y dejó que Medvedev le recuperara la ventaja en el último set. Fue un espejismo y Alcaraz no tardó en ponerse serio y volver a ponerse por delante. Con el 4-3 en el último ya no se permitió respiros y tiró el muro para rugir y conseguir su segunda final de Wimbledon consecutiva.
«He intentado hacer cosas diferentes. He intentado no jugar intercambios largos. Quería tirar cortados, dejadas y subir a la red. No quería jugar su juego. Ha sido difícil tirar el muro», reseñó.
Como nota curiosa, Alcaraz acabó el partido entre risas y con los sarcásticos abucheos del público inglés cuando dijo «el domingo será un gran día para los españoles», al referirse a la final de la Eurocopa entre España e Inglaterra. Tras la pitada y entre risas, Alcaraz trató de enmendarlo: «No digo que España vaya a ganar, solo digo que va a ser un día divertido».
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