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Levantar un largometraje requiere paciencia, perseverancia y una voluntad de hierro como la del personaje mitológico Sísifo, cuando subía una y otra vez la montaña arrastrando una enorme piedra. La cineasta Macu Machín (Las Palmas de Gran Canaria, 1975) lo sabe y a pesar de que aún saborea el éxito cosechado en festivales nacionales e internacionales y en algunas salas comerciales canarias con 'La hojarasca', cada vez que puede desde hace meses se sienta a seguir dando forma al guion de su nuevo proyecto, cuyo título en estos momentos es 'Las porteadoras'.
«Estoy trabajando poquito a poquito, con ilusión. Las ayudas a la escritura de guion que sacó el Gobierno de Canarias me dio el empujón que necesitaba para encontrar la ilusión y la energía para comenzar a levantar un nuevo proyecto, sabiendo que estuve más de ocho años con 'La hojarasca'», reconoce la cineasta mientras se toma un café a un paso de la catedral de Santa Ana.
Accede a este encuentro con CANARIAS7 en plena fase de escritura de su nuevo guion. «'Las porteadoras' es una ficción pero la inspiración está en las mismas huertas de las que discute mi familia. Me voy más atrás que con 'La hojarasca' para fantasear con ese universo. La familia está presente, pero aún no sé si en carne y hueso, aunque a ellas [alude a su madre y a sus tías Carmen y Maura, las protagonistas de 'La hojarasca'] les encantaría seguir haciendo cine. Ahora me apoyo en hilos que quedaron sueltos y no entraron en la otra película y que retomo, como la vida de las mujeres en el campo a principios del siglo XX. Me inspiro en mi bisabuela y en mi abuela para fantasear sobre cómo pudieron ser las vidas de esas mujeres solas, no acompañadas por hombres. Algo que ya metí de forma velada en 'La hojarasca' al cerrar el círculo en torno a las tres protagonistas. Recuerdo que mi abuelo murió cuando mi madre era una recién nacida y que mi bisabuelo se fue a América, nunca regresó ni mandó carta alguna. Así que esas mujeres lo sacaron todo adelante solas en una época muy dura», apunta sobre unas mujeres que, con razón, define como sus «heroínas».
Macu Machín confía en tener «una primera versión de 'Las porteadoras' en mes y medio» y aunque no fija fechas concretas, lanza casi como un deseo que el largometraje se pueda estrenar en el año 2027.
El proceso creativo en el que está inmersa corre en paralelo con el que sigue protagonizando 'La hojarasca', que el próximo 13 de septiembre llega a las salas comerciales de la península. También continúa con su tránsito por festivales nacionales e internacionales.
Este híbrido entre ficción y documental producido por El Viaje Films, que se desarrolla en torno a su madre y sus dos tías y una herencia familiar, cuenta ya entre otros reconocimientos con dos premios Biznaga de Plata (Mejor Película y Mejor Dirección) de Sección Zonazine del Festival de Málaga, el de mejor película española de Documenta Madrid, y el Richard Leacock del apartado Canarias Cinema del Festival Internacional de Cine de Las Palmas de Gran Canaria.
Tuvo su puesta de largo en la sección Forum de la 74ª edición de la Berlinale, con tres pases para los que se agotaron las localidades en la capital germana. «Está siendo todo súper bonito y estoy súper agradecida. Después de tantos años metida en la cueva con el proyecto, sin saber si finalmente podría terminarla, verme compartiéndola en distintos lugares está siendo muy bonito. Cada vez que lo pienso creo que el estreno en Berlín, acompañada por mi familia, es el mayor regalo que he recibido después de muchos años», apunta la directora como balance de los meses transcurridos tras el estreno.
La Berlinale, como esperaba, fue un punto de inflexión en cuanto a las expectativas que la autora había depositado en su propia criatura. «Me quité miedos, porque significaba estrenar en un festival clase A y en una ciudad que nada tiene que ver con mi cultura. Aunque un poco sí que tiene que ver, porque en Alemania casi todo el mundo ha estado en algún momento de vacaciones en Canarias. Allí me quité una mochila pesada, porque tienes la intuición de creer que la película conectará con un público amplio. En algún momento, aunque parezca algo muy loco, te puedes desdoblar y percibir la película no como hija, sobrina o directora, que era mi caso, sino como espectadora. Antes de llegar, fue un apoyo ver que se habían vendido las entradas para los tres pases sin promoción alguna. Desde el principio del pase, vi que el público se reía y conectaba. Después, fue muy bonito encontrarme con gente que me paraba por la calle para hablar de la película y me decían que varios días después estaban pensando en cosas de la peli, cosas que les removió por dentro. Eso es bonito, porque el tipo de cine que me gusta es aquel en el que ves una película que dura varios días después en tu cuerpo», subraya con emoción.
Eso sí, reconoce que el primer pase en Berlín no fue sencillo, ya que afloró su vena más autoexigente. «Me dio por autocastigarme y a medida que la veía, aunque percibía que la gente conectaba con la historia y su frescura, me dio por empezar a montarla de otra manera. Me entró como una especie de ataque de pánico, aunque el pase fue increíble a nivel de imagen y sonido, y con un público muy receptivo en todo momento», recuerda ahora entre risas. De ahí que en los sucesivos pases a los que asiste, a excepción del realizado en el Festivalito porque estaba presente parte de su familia, no ve el filme al completo. «Me gustaría poder hacerlo, pero no es cuestión de boicotearme más. Suelo ver un poco al inicio y después los diez o quince últimos minutos, para meterme en la energía de la película y estar preparada para el encuentro posterior con el público», señala.
Los cara a cara con el público tras los pases son una experiencia muy enriquecedora que la cineasta también pone en valor. «Mi reto con 'La hojarasca' era no exponer a mi familia porque sí. Aspiraba a que un público universal, de cualquier lugar del mundo, se pudiera ver identificado con los tres personajes. Creo que se ha cumplido. Vengo ahora del festival Bosco Chiesanuova, en Italia, donde ha sido muy bonito ver la sala llena con 150 personas que después se quedaba para el debate. Fue un coloquio muy rico, con mucha gente preguntando y ahí vi que se sentían identificados. En todas las sesiones desde el estreno me he encontrado con alguien que me dice: 'Es la historia de mi familia'. Y me lo dicen de verdad, porque algo se les ha movido emocionalmente por dentro, como una especie de magma. Y eso me 'toca', para mí eso es el mejor premio que puedo recibir. En Italia hubo gente joven y de todas las edades y todos se quedaban para la charla», destaca. Los más talluditos, dice, le preguntaban por cuestiones emocionales, sobre el peso de la naturaleza, la herencia que revolotea durante la trama, y sobre cuestiones éticas en torno al trabajo con su propia familia. «Los jóvenes preguntan sobre cuestiones técnicas, se ve que muchos aspiran a ser cineastas», apunta entre risas.
Tras los dos pases en el apartado Canarias Cinema del festival de la capital grancanaria que dirige Luis Miranda, 'La hojarasca' tuvo su estreno comercial en el archipiélago el pasado mes de julio. Y volvió a aflorar una realidad tétrica para el sector cinematográfico canario, especialmente en Gran Canaria.
«Me da una pena muy grande lo que sucede con la exhibición en Canarias. Todo el esfuerzo que realizan los cineastas canarios es para compartir la película con el público. Sin eso, nada tiene sentido. Todo se diluye. La película estuvo exhibiéndose seis semanas en Tenerife, lo que es épico. Era algo impensable, ya que pensaba que estaría una semana, aunque pienso que mi película y la de los demás cineastas canarios conectarían perfectamente con el público. Es muy triste la realidad en Gran Canaria. Hay público, se tiene un festival internacional, hay varias muestras, hay cultura... pero es triste que no se pueda presentar de una forma adecuada el cine que se hace», se lamenta. Su película contó con cuatro pases en los cines Yelmo de Las Arenas y una respuesta del público que ya quisieran tener algunas superproducciones hollywoodienses que se mantienen en cartelera varias semanas.
«Lo triste, además, es que el cine canario interesa. Hay un público que necesita sentirse identificado con historias que transcurren aquí. No solo quieren ver las islas como un decorado, como postales en películas. Eso se refleja cada año en el festival, porque las salas que se llenan, por lo que me dice Luis Miranda, son aquellas en las que se proyectan las películas canarias dentro de Canarias Cinema», destaca de una isla convertida en un erial para el cine menos comercial tras el cierre de los Monopol en 2020.
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