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Un manto de nubes cubre a media mañana la Caldera de Hondo de Fagagesto, donde Gáldar busca el cielo. Cae incluso una leve cortina de lluvia. Subido el telón, queda a la vista un escenario completamente distinto. En pocos minutos, el sol, hasta entonces disimulado en la bruma, como un niño escondido tras las cortinas, rasga el velo e impone la luz. El agua vuelve a ser anhelo y espejismo.
El rostro humano y la corteza comparan sus rasgos. Y se reconocen. Al menos en el caso de la cantautora Salomé Moreno, porque las raíces de su biografía se enredan bajo la tierra con las de retamas, codesos, pinos canarios y escobones.
«Estamos en un lugar muy especial para mí, porque me crie y he vivido todavía mi vida aquí. Pero no solamente por eso, sino porque creo que vivir en medianías te define como persona. A mí, ser de campo, vivir en el campo, caminar en el campo y disfrutar del entorno me ha hecho ser quien soy y ha hecho que mi música sea tan sensible y tan íntima como es», explica.
Salomé llegósin la compañía de su guitarra. Da igual. La música camina junto a ella desde la infancia. Cuando canta, sentada al pie de un viejo árbol, se repite el mismo fenómeno que protagonizaron sobre el cráter los elementos de la Naturaleza. Su voz es al mismo tiempo la llovizna cristalina y purificadora y el rayo de sol que disipa o acompaña en las sombras.
«Cuando estoy con mi guitarra, o cuando me pongo a componer, mi objetivo es generar ambientes parecidos a este, donde te puedas quedar tranquilo, sentirte a gusto y en paz con lo que estás haciendo y con lo que estás escuchando. Yo me enfoco mucho en emocionar a mi público», contextualiza Salomé.
«Mi música es emoción, es sensibilidad y es lo que soy yo, prácticamente. Es una consecuencia de crecimiento personal y espero que algún día quien pueda y necesite refugiarse en mis letras encuentre un lugar seguro donde estar», agrega antes de retomar los pasos entre la densidad del pinar.
Salomé interpreta una canción que es una pieza más del paisaje. Aflora del suelo y vuela hacia las alturas, donde giran las aguilillas, entrelazándose en su ascenso con troncos, líquenes y ramas.
Ayer, hoy y mañana conviven en la composición: «Aunque viva en un lugar donde haya carreteras, donde la gente al pasar no me mire ni siquiera, yo recuerdo bien la voz de mi vecino el pastor entregado a su labor hasta que se marchitó. Y silbo a quien me silbe, y amo a quien me ama, mi tierra es cosecha de la gente que la labra. Por encima de las nubes, escondida en la ladera, mi infancia mi adolescencia, protegida en una cueva, donde amor implica amor y se escucha resonar las canciones de mamá y la guitarra de papá».
Hondo de Fagagesto es la hermosa ruina de uno de los volcanes más recientes de Gran Canaria, junto a Montañón Negro, el cráter de los Pinos de Gáldar y Los Berrazales. Es fruto de la estremecedora sinfonía de los elementos, cuando el magma entró en contacto con un acuífero de agua y provocó una explosión de vapor, piedra y ceniza. Las cicatrices se aprecian claramente en las paredes del circo geológico, del que manó un río de lava que descendió hasta la costa de Agaete por el Barranco del Sao.
El sendero S-03, incluido en el portal de la Consejería de Medio Ambiente del Cabildo de Gran Canaria, bordea la Caldera de Hondo de Fagagesto, mientras que el Camino de Santiago, impulsado por el Ayuntamiento de Gáldar y señalizado por la Institución insular, incluye información detallada sobre la conocida como ruta de 'Los volcanes recientes de Gran Canaria'.
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