
Sin rampa en el sur para echar la zódiac al mar
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Una plataforma de afectados clama por el cierre del acceso que tenían en el muelle de Arguineguín | Puertos Canarios justifica la decisión por motivos de seguridadLa última vez que Airam Negrín echó su zódiac al mar fue hace dos semanas y precisamente recurrió a la rampa que llevaba operativa desde hace más de 20 años en el puerto de Arguineguín (Mogán). Ya no podrá volver a usarla. Puertos Canarios, que depende del Gobierno regiona, la ha cerrado definitivamente. Alega «motivos de seguridad», por lo que ha dejado claro que su uso «queda estrictamente prohibido». El problema, advierte Negrín, es que era su última opción. Los propietarios de pequeñas embarcaciones y motos acuáticas no tienen más rampas para acceder al mar en el sur de la isla. La del puerto de Mogán la cerraron hace año y medio.
«Es indignante e indecente que la excusa sea que la rampa está en desuso», esgrimen los afectados en un comunicado que firma la plataforma que han creado por el cierre de rampas en toda la isla. Este colectivo advierte de que por acciones como esta «la tradición marinera canaria está condenada a extinguirse». Y culpan tanto a Puertos Canarios como a los ayuntamientos de los municipios en los que están los muelles y a la propia Demarcación de Costas, a la que reprochan su pasividad.
Negrín ha sido usuario de esa rampa y aunque reconoce que es bastante pendiente, deja claro que no ha tenido especiales problemas para usarla. No lo ve así el patrón mayor de la cofradía de pescadores de Arguineguín, Ricardo Ortega, quien sí enumera al menos tres accidentes por culpa de la excesiva inclinación de la estructura. «Es que yo no lo llamaría rampa, es una pendiente; se han caído coches al agua».
Explica que lo habitual es que una instalación de ese tipo tenga un grado de inclinación menor y eso se consigue con una mayor longitud de la rampa. «Esta tiene 7 u 8 metros de largo cuando debería tener 15, pero claro, si la alargasen, acabaría afectando a los pantalanes que tiene al lado, que perderían amarres». A su juicio, la alternativa pasaría por habilitarles un acceso al final del muelle mediante una grúa, aunque, eso sí, exigiría una cuantiosa inversión y el precio de la tasa por usarla sería mayor.
Los afectados advierten de que esta medida contraviene la ley de Costas, donde se deja claro «que el acceso al mar es libre y gratuito, tanto para bañarse como para varar embarcaciones», según explicitan en el comunicado. Así queda recogido, según recuerdan, en el artículo 31 de esa normativa.
Y en este contexto, aluden, entre otros, al apartado 4 del artículo 28 de la Ley de Costas, donde se deja claro que 'no se permitirán en ningún caso obras o instalaciones que interrumpan el acceso al mar sin que se proponga por los interesados una solución alternativa que garantice su efectividad en condiciones análogas a las anteriores, a juicio de la Administración del Estado'.
Eugenio Falcón, al frente de un conocido negocio del sector desde hace más de 40 años, recuerda que estas rampas, de acceso libre, empezaron a hacerse en los años 60 y 70 del pasado siglo y con dinero público. Explica que luego, con el desarrollo económico y turístico, fueron quedando dentro de instalaciones portuarias, por lo que su régimen de uso fue cambiando poco a poco.
«Eran gratuitas y empezaron a cobrar por utilizarlas, pero bueno, era un mal menor». El problema, advierte, es que de unos años para acá se ha entrado en una dinámica de sucesivas prohibiciones y cierres que asfixia a lo que llama la náutica de iniciación, que cuenta con más de 100.000 usuarios en la isla, según sus cálculos.
«No se trata de gente rica, que tiene yates y veleros; son trabajadores que se permiten una zódiac de 1.200 euros, que la guardan en el garaje de su casa y que la usan los fines de semana para salir a navegar con su familia», subraya Falcón. El caso de Negrín responde un poco a ese perfil. Su zódiac le salió por algo más de 4.000 euros y mide cuatro metros. Le permite mantener su afición a la pesca recreativa, pero poco a poco se la van complicando.
Ahora solo le queda la rampa del Muelle Deportivo, en la capital. La de Sardina, en Gáldar, precisa Falcón, está limitada por el cierre de la carretera de acceso durante casi todo el día. La de Pasito Blanco, añade, tiene una operativa muy limitada, porque funciona mediante una grúa. Y la de Puerto Rico no está abierta, según indica, al uso público.
Falcón ya percibe en su propio negocio las secuelas de tantas restricciones y limitaciones. «En los últimos años me he visto obligado a recortar personal». Y da otro dato. En sus instalaciones custodia tres embarcaciones, valoradas en torno a 40.000 euros, compradas y matriculadas, porque sus dueños no tienen dónde atracarlas. No hay amarres en la isla. Como le pasa a Negrín, que lleva meses esperando por uno.
Este empresario atribuye estas decisiones a presiones de otros usuarios de los puertos o de restaurantes cercanos que, por ejemplo, compiten por plazas de aparcamiento. No en vano, en Arguineguín reconocen ciertas molestias provocadas por los propietarios de estas embarcaciones, porque, según se quejan, dejan durante todo el día sus coches con sus anguilas (estructuras para transportarlas) en los pocos lugares que tienen para aparcar los trabajadores del muelle.
Puertos Canarios, por lo pronto, respondió este jueves que sí tienen rampas en sus instalaciones y que solo han cerrado esta por seguridad y tras consensuarlo con la cofadía de pescadores.
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