Olga y Aarón, dos camareros de piso que crean escuela
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Ella, la más veterana; él, el único hombre en el servicio en el hotel Costa Canaria | Ambos figuran entre los primeros Premios Canarias de Hostelería Santa MartaSecciones
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Ella, la más veterana; él, el único hombre en el servicio en el hotel Costa Canaria | Ambos figuran entre los primeros Premios Canarias de Hostelería Santa MartaNecesitas ser registrado para acceder a esta funcionalidad.
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Una, Olga, por veteranía. Y otro, Aarón, por romper clichés, pero ambos camareros de piso tienen la capacidad de crear escuela en su profesión. Los dos trabajan en el mismo hotel, en el Bull Costa Canaria & Spa, en San Agustín (San Bartolomé de Tirajana), y los dos fueron merecedores esta semana de dos de los galardones concedidos en la primera edición de los Premios Canarias de Hostelería Santa Marta, organizados por Turismo de San Bartolomé de Tirajana y por Asego, un colectivo de gobernantas.
Y ahí acaban sus similitudes, salvo que ambos viven en Santa Lucía de Tirajana, el municipio vecino y uno de los de la isla que más nutre de trabajadores a la zona turística. Olga López Hernández está a las puertas de la jubilación tras 35 años de servicio, todos en este mismo hotel, mientras que Aarón Padrón Herrera empezó en estas lides hace tan solo ocho meses, pero tiene la particularidad de que es el único hombre camarero de piso en este emblemático establecimiento. Olga cierra un ciclo. Aarón, lo abre.
Es un viernes de agosto en un hotel situado en uno de los municipios más turísticos de España. La temporada baja no parece baja, así que el ritmo de trabajo es constante. Olga hace un alto mientras pone a punto una habitación en la planta 7. «A mí me tocan 21 por día y dos salidas, por la edad». En una salida la limpieza es más profunda y a Olga, que prefiere no dar detalles sobre sus años, le asignan menos que al resto. «Antes podía tener tres o cuatro».
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Llegó a esta profesión poco a poco. «Estaba en los tomateros, en Santa Lucía, iba solo a echar días, no estaba fija, pero los fines de semana venía a limpiar aquí por agencia», explica Olga. «Me metí aquí y aquí seguí. Estuve un tiempo así, primero a través de la agencia y después ya entré en la empresa».
El hotel ha ido cambiando de dueños, pero no al menos de esta camarera, que, 35 años después, dice estar a gusto. «Estoy contenta, porque también llevo bien y me gusta mi trabajo». No se queja de achaques. «Por suerte nunca he necesitado cogerme una baja. Otras pobres, con menos edad que yo, están con problemas de cervicales».
Por eso, aunque asegura que ahora, como trabajadoras, están mejor que antes, cree que aún hay cosas que mejorar en el sector, como que les den la prejubilación a los 58 años, una de las principales reivindicaciones de las kellys, aunque Olga confiesa que no comulga mucho con ese nombre. Ni siquiera sabe bien de dónde viene. «Nosotras somos camareras de piso», reivindica.
Se siente valorada por sus jefes y por la clientela, y también destaca la buena convivencia que existe entre sus compañeras, un colectivo al que recientemente se sumó Aarón. «Él era valet», aclara. Esa es la otra forma de llamar a los mozos de habitaciones, la tarea que Aarón desempeñaba en este hotel hasta hace solo 8 meses, cuando decidió dar el salto y la empresa se lo facilitó. Explica cuál es la diferencia. «Los mozos ayudamos a las camareras de piso, les agilizamos el trabajo: colocamos cortinas, cunas, camas extras, les recogemos la basura de los carros...». De hecho, un mozo asiste o abarca a 8 o a 10 camareras.
Aarón, que es de Telde, pero vive en Vecindario, era vigilante de seguridad, pero se incorporó a este mundo animado por su mujer, que sí se dedicaba a la hostelería. «Fue ella quien me inculcó este trabajo. Era camarera de piso y ahora está de subgobernanta en otro hotel». Aarón lleva 10 años en el sector, 4 en otro establecimiento y 6 en este. ¿Y por qué pasó de mozo a camarero? «Porque vi que se podía ascender; mi mujer me dijo que lo intentara y aquí me abrieron las puertas de par en par». Está «muy contento» y quiere seguir creciendo.
No le ha sido difícil, entre otras razones, porque conocía este oficio. Lleva años fijándose en sus compañeras. Y también por su propio carácter. «De toda la vida he sido muy organizado, me gusta tener todo ordenado en casa, todo bien colocado, así que esto para mí es lo mismo. Cuando salgo de una habitación, me siento realizado al dejarla limpia».
Lo que no ha sido tan fácil es que cierta parte de la sociedad lo encaje. Y se explica. «Todavía persiste esa asociación antigua que vincula al hombre con la fuerza bruta y a las mujeres, con las cosas caseras. Estamos en el siglo XXI y sigue siendo así», se lamenta. Es más, confiesa que había compañeras que pensaban que no iba a aguantar. Y que hay clientes que lo miran un tanto extrañados. «Pero cuando ven cómo les dejo la habitación, les cambia la cara y también su mirada».
Olga apunta que parte de esa mentalidad reside en los propios hombres. «Hay pocos camareros porque se creen que este trabajo es solo para mujeres, pero hacer una cama o limpiar una habitación es tarea de todos, no de mujeres, así que esto lo puede hacer quien quiera o le guste», deja claro. No obstante, ni todo el mundo vale ni todo el mundo lo aguanta. Tanto Olga como Aarón ya conocen de casos de compañeros que no han resistido.
A los dos les agradó el reconocimiento, sobre todo porque fue a propuesta de su hotel y de sus compañeros. «No me lo esperaba, fue muy sorprendente», reconoce Aarón. Le infunde ánimos. Ese fue, de hecho, uno de los objetivos que se marcaron al crear los premios que les han otorgado: hacer un tributo a los que han hecho de este destino turístico uno de los mejores del mundo. Olga y Aarón ya están en ese podio.
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