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Ocho meses viviendo una pesadilla. Así reconoce sentirse Juana Vera, vecina de Schamann en Las Palmas de Gran Canaria, desde que una noche de «principios de noviembre» el piso de su dormitorio se desplomó ante sus ojos cuando estaba a punto de entrar en él para descansar.
«Sentí como un estallido y el suelo se hundió», dice al recordar una noche fatídica que ha condicionado su vida y su tranquilidad hasta hoy. «Se cayó un trozo entero de la entrada a mi habitación y esa noche la pasé en el dormitorio de mi nieta», una joven de 19 años que en esos momentos no se encontraba en la vivienda en la que reside con su abuela y a la que no ha podido regresar porque «va en silla de ruedas y no puede estar aquí en estas condiciones». Pues hay que pisar sobre un tablón para acceder a la cocina.
Recuerda que a ese primer derrumbe de la residencia que adquirió hace 37 años siguió un segundo ese mismo día en horas de la madrugada. «Sobre las dos de la mañana oí un ruido y vi que se había caído la otra parte del suelo», explica en la puerta de una estancia a la que no ha vuelto a entrar. «Desde noviembre no entro ahí porque me da miedo que se hunda más. Pero es ahí donde tengo todas mis pertenecías, ropa y demás», indica.
Dice que, al día siguiente de suceder estos hechos que describe, se puso en contacto con la compañía con la que tiene contratado su seguro de hogar. Pero la respuesta no fue tan ágil como ella esperaba y sobre todo no se tradujo en la ayuda que esperaba.
«Me dijeron que tenía que venir un arquitecto para ver qué había pasado. Estuve esperando un mes y medio y al final me dijeron que mi seguro no cubría esto, sin ni siquiera verlo», relata.
Tampoco ha podido contar con la comunidad del edificio.«Mandaron un arquitecto pero me dijo que hacer un informe para saber las causas eran 1.900 euros, pero yo no puedo pagarlos porque solo tengo una paga no contributiva».
Por eso su hermano le consiguió un arquitecto que presupuestó la reparación «en 7.744 euros», una cifra inalcanzable para esta pensionista.
«Ahí tengo cucas y ratones y es mi perro el que me avisa cuando oye ruidos», dice sobre los insectos y roedores que asegura se cuelan por el hueco del dormitorio. Una situación que le pasa factura.
«No duermo de noche y soy diabética y esto me afecta. Además, espero una operación de rodilla», explica.
En su afán por buscar apoyos, en mayo acudió a los servicios sociales municipales. Dice que la asistenta social la derivó a otra compañera vinculada a la tramitación «de ayudas para vivienda».
«Me lo pintó muy bonito. Me dijo que a lo mejor el Ayuntamiento podía cubrir el 50% y que iba a ver si el Cabildo ponía el 50% restante», apunta.
Añade que le llevó el presupuesto del arquitecto «y me pidió unos días para ver si podía conseguir ese dinero».
Pero la pasada semana recibió un jarro de agua fría. «Me dijo que el Cabildo no había recibido el dinero para ayudas de vivienda».
Juana Vera dice que el Ayuntamiento solo le ha ofrecido «ayuda para alimentos, pero yo no necesito eso porque tengo familia. Lo que necesito es que me arreglen mi casa».
Desde el Consistorio capitalino, fuentes autorizadas informan que «el Ayuntamiento no tiene ayudas para ese tipo de circunstancias» y que a esta vecina «se le ha informado de ello».
También que «sí se le tramitará la Prestación Económica de Especial Necesidad» y «que esté pendiente de que salgan las ayudas para arreglo de viviendas del Cabildo para que pueda acogerse a ellas».
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