
«Me casé por lo civil detrás de la barra del bar Cuatro Esquinas»
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Expedita Sánchez pregonará este viernes las fiestas de su pueblo | Recordará el pujante pasado comercial de Tunte, la capital tirajaneraDías atrás, cuando ensayaba para la lectura del pregón, la persona que la acompañaba pidió que parara. «Dale tiempo a tu madre que se está poniendo nerviosa», cuenta Expedita que le dijo un chico a su hija Davinia, que la está ayudando con esta responsabilidad. Pero no, no era eso. «Estoy así al recordar cómo fui capaz de sobrevivir a aquella etapa y de esa forma». Se refiere a la época en la que ella y su marido, Pepe, regentaban un restaurante, una gasolinera y una pensión en el mismo pueblo de Tunte. Ahí es nada. No tenía tiempo ni para vivir. «Con decirle que me casé por lo civil detrás de la barra del bar Cuatro Esquinas».
De todo eso y del pujante pasado comercial de la capital tirajanera, al que sin duda contribuyó ella, hablará la noche de este viernes Expedita María Santiago Sánchez Pérez durante el pregón que ofrecerá para el arranque oficial de las fiestas de Santiago Apóstol, copatrón de San Bartolomé de Tirajana. Lo dará en la iglesia de Tunte, a partir de las 20.00 horas. «Estoy muy nerviosa, me ha cogido de sorpresa, pero estoy preparándome para ese momento y espero que salga bien».
«Tengo mucha ilusión, la verdad», confesaba este jueves durante la presentación de las fiestas. «Sobre todo porque creo que hasta ahora no me han conocido sino como la mujer de Pepe el del bar, a Expedita no la conocían; hace un tiempito que se reconoce más a la mujer y ahí estoy yo; quizás voy a contar algo que nadie sabía hasta ahora», apuntó esta empresaria jubilada, pero aún en el tajo pese a sus 81 años. Ya sin su marido, José Santana López, que murió hace 12 años, aún lleva las riendas de una tienda de aceite y vinagre con receptor de loterías, 'Las almendras blancas', una gasolinera y la pensión Santana, de 6 habitaciones.
«No sé por qué, pero las fiestas de Santiago siempre han atraído a más gente, mientras que las de San Bartolomé, más serio él, son más familiares», bromeaba a preguntas de los periodistas y en presencia de la edil de Festejos, Yilenia Vega. «Para mí siempre fueron los mejores días del año, pero también significaban mucho mucho trabajo, dormía una o dos horas en la noche, porque el restaurante casi no cerraba; ya para el día de Santa Ana (26 de julio, al día siguiente) yo no existía», decía echando la vista atrás mientras iba este jueves camino de la calle Tamarán, la principal del pueblo, donde lleva trabajando y viviendo 63 años.
Aquí se vino tras casarse, con 18 años. Expedita es de Tunte, pero su familia vivía en la Hoya y se subió al casco cuando ya empezó una nueva vida junto a José Santana. «Me pusieron Expedita porque le gustaba a mi madre, María, porque se le ponía a muchas mujeres, y Santiago, porque nací el día de Santiago». Así que, de alguna manera, estaba predestinada a pregonar estas fiestas.
En la Hoya de Tunte estuvo hasta los 8 años, cuando sus padres, al frente de una prole de 10 hijos, emigraron a Aldea Blanca a plantar tomateros. «Estuvimos solo un año, no eran sino chabolas y había tres o cuatro familias, y se pasaba muy mal». De allí volvieron a hacer las maletas hacia Mogán y Veneguera. Entre los dos estuvieron cinco años. «Mi padre cuidaba de los animales de los dueños de aquellas fincas». Volvió a Tunte con 14 años.
«Aquel pueblo era encantador, y había mucha más gente que ahora, había que verlo para creerlo». Entre foto y foto tras el acto de presentación de las fiestas, Expedita hace cuentas y enumera 20 o 21 tiendas en Tunte, «aparte de barberías, carpinteros, zapateros...». Entre ellos, su propio marido, con el que se casó en la iglesia de Tunte y se fue a vivir al bar Cuatro Esquinas, de alquiler, donde trabajaron los dos. «Después de cerrar el bar, a la una o dos de la mañana, se ponía dentro a terminarle los zapatos a los obreros».
Al poco compraron un solar en esa misma calle que entonces era puro risco. «Lo desmontamos poco a poco, yo me quedaba en el bar y mi marido se iba de peón con un albañil a ayudarle». Es más, como entonces se usaba la cal, de madrugada, cuando cerraban el Cuatro Esquinas, ella le echaba el agua y él hacía la cal para que estuviera lista para el día siguiente.
Construyeron una casa de tres plantas, donde en 1970 abrieron una tienda y un bar, el restaurante Santana, en la planta baja, y una pensión, del mismo nombre, en la segunda. Esta se las pidió el alcalde porque acababan de cerrar las dos pensiones del pueblo. A Expedita y a José les tocó esperar a hacerse una tercera planta para tener casa propia.
Y ahí siguen, aunque el bar lo cerraron cuando ella se jubiló, hace 16 años. Mantienen la tienda, la pensión y la gasolinera, justo enfrente, que cogieron pagando poco a poco el traspaso del negocio. Era tanto el trabajo que durante un tiempo clausuraron también la tienda, pero la reabrieron al echar el cierre al restaurante. Expedita Sánchez se ayuda ahora de una gestora y de dos empleados, pero antes el peso lo llevaba la familia.
«No me arrepiento, aunque trabajé mucho, y sin vacaciones». Y todo eso lo compatibilizó con la crianza de tres hijos, José Manuel, Expedita y Davinia, que también echaban una mano y que ahora le han dado 6 nietos. «Cuando el bar se despejaba tras servir los almuerzos, me venía a limpiar la pensión; yo subía esas escaleras y lloraba, pero al final lo hacía». Ese sacrificio no es pago, pero su pueblo hoy se lo reconoce. Se lo merece.
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