Caso Yéremi, el podcast | Capítulo III
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Caso Yéremi, el podcast | Capítulo III
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Vecindario vestía un disfraz cuando se produjo uno de los acontecimientos más devastadores para el archipiélago canario: la desaparición de Yéremi Vargas, de tan solo 7 años. Aquel fatídico 10 marzo de 2007, se celebraba la cabalgata de su carnaval.
Luis Campos era, entonces, el concejal de Seguridad de Santa Lucía de Tirajana, encargado de coordinar los recursos para la búsqueda del niño, y una de las personas que más cerca estuvo de la familia durante aquellos primeros y agónicos días.
Inicialmente, se barajó la hipótesis de que el pequeño se había acercado a la cita carnavalera con algún amigo, por lo que se alertó inmediatamente al dispositivo de seguridad desplegado para el evento. «Fueron los primeros momentos de incertidumbre. Recuerdo que, además, se empezó a activar también y a avisar para, poniéndonos en lo peor, que se avisara al aeropuerto y al puerto, de tal forma que se controlaran cada uno de los coches, por ejemplo, que entraba al puerto y fuera a coger un barco, que hubiera, digamos, una situación más extrema de vigilancia», recuerda Campos.
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El exconcejal de Seguridad se remonta atrás en el tiempo y vuelve a sus primeras esperanzas de que el caso «se iba a resolver pronto, que iba a ser uno de esos que iba a terminar bien».
Familiares, allegados y fuerzas de seguridad se movilizaron desde el minuto uno para encontrar a Yéremi. Incluso, repartieron entre los vecinos, sobre la marcha, carteles con su fotografía. Pero corría el reloj y la falta de noticias agudizaba la preocupación.
«Me acuerdo que pasamos a activar otros mecanismos de control, incluso, el servicio de la limpieza, de recogida de basuras. Sé que esto suena fuerte, pero que tuvieran muchísimo cuidado, que revisaran los contenedores, que miraran absolutamente todo por si acaso. Cuando llegó la noche, de verdad, ahí fue ya el momento en que nos dimos cuenta de que esto era más preocupante, era más grave», señala.
Silverio Matos estaba al frente del Ayuntamiento de Santa Lucía de Tirajana en aquellos tiempos. Recuerda, también, el día en que se paró Gran Canaria por la desaparición del pequeño de Vecindario. La primera medida que se tomó desde su gobierno fue suspender los carnavales.
«Lo que decidimos en aquel momento fue suspender inmediatamente los carnavales para dedicar todos los efectivos que tuviéramos de Policía Local, Protección civil y Guardia Civil al tema, a buscar al chiquillo. Yo creo que absolutamente todo el mundo sentía que era un niño nuestro, que tenía que aparecer», detalla.
Se trataba de un 'niño nuestro'. Es una idea que no solo defiende Silverio Matos, sino que repite Luis Campos, quien repara en cómo el caso Yéremi unió a toda la sociedad canaria: «Yéremi Vargas es un nombre que no desaparecerá nunca de nuestra mente ni del imaginario colectivo. Yéremi Vargas fue un niño que desapareció, pero fue toda una expresión de unidad de todo un pueblo, y esto lo extiendo a España, pero fundamentalmente todo el pueblo canario. Allí no se había perdido un niño en Santa Lucía, se había perdido uno de los nuestros, un niño nuestro».
El impacto de la respuesta ciudadana al fatal acontecimiento todavía dura en el exconcejal de Seguridad y el exalcalde. La oleada de solidaridad fue tal, que mantienen el recuerdo intacto. «Lo que más me sorprendió durante esa noche y ya luego, al día siguiente, por supuesto, los días siguientes, fue la enorme respuesta de solidaridad. Yo creo que de todos lados, porque creo que no hubo y creo que no ha habido ni un solo caso en España de desaparición donde hubiera puesto un sentimiento tan importante. Creo que se suscitó una solidaridad sin precedentes», señala Campos.
Luis Campos
«Me emociona hasta el momento. Entonces no se escatimó en esfuerzos, personales, materiales... todo lo que hiciera falta porque era un niño, era un niño nuestro y tenía que aparecer», sintetiza Matos.
La familia pudo sentir todo ese arropo. Luis Campos relata que las puertas del garaje de la casa de Yéremi permanecieron abiertas durante las primeras semanas de su desaparición, por lo que mucha gente se acercaba para ofrecer su ayuda.
«Casi hubo un momento en el que se decidió retirar eso, pedirle por favor a la gente que no estuviera en esa labor de acompañamiento, que fue muy positiva al principio, por lo que sirvió para que la familia no se sintiera sola. Pero llegó un momento en el que concluimos que, de repente, si por lo que fuera, quien se había llevado al niño quisiera devolverlo, viendo incluso a lo mejor la magnitud de que aquello estaba tomando cuerpo y que de repente aquello lo impedía», evoca el exconcejal.
Cuando Campos y Matos se trasladan a aquellos momentos, no pueden evitar detenerse en la pega masiva de carteles con la imagen de Yéremi. Los comercios, viviendas y coches de Gran Canaria se cubrieron con su sonrisa, entre pilla y tímida, y sus características gafas.
«Yo perdí la cuenta, creo que fueron más de cien mil, porque no era solo a la gente que iba a buscarlos a las casas, que distribuíamos del Ayuntamiento y la propia familia, amigos, voluntarios los distribuían en toda la isla, sino que nos los pedían desde otros lugares de las islas. Y entonces se mandaban remesas enteras a Lanzarote, Fuerteventura, Tenerife, a cada sitio. Era difícil ir por la autopista y no encontrarte con cientos de coches con el cartel de Yéremi Vargas en la parte de atrás», recuerda Campos.
El rostro de Yéremi ocupó, incluso, los paneles municipales del Ayuntamiento de Santa Lucía de Tirajana, donde se suelen anunciar conciertos o grandes eventos, durante más de un año. La propia familia deseaba que así fuera, pese al paso del tiempo. «Y yo creo que, en el fondo, era también una especie de mensaje de 'no les olvidamos'», apunta el que fuera edil de Seguridad.
La población grancanaria también se organizó para participar en batidas por toda la isla, en busca de alguna pista del paradero del niño. El despliegue de medios no fue menor. A Yéremi se le buscó por aire, tierra y mar, con efectivos especializados, como perros adiestrados, buzos de la Guardia Civil o investigadores expertos en desapariciones venidos desde la península.
La implicación en la búsqueda era tal, que incluso había quien salía con el coche por su propia voluntad a ver si, por casualidad, daba con algo. Era el caso de Luis Campos: «A veces cogía el coche de madrugada y me ponía a dar vueltas a ver si, por lo que sea, lo encontraba. Y cuando hablaba con un montón de gente me lo decía, yo estoy en la cama, me levanto, cojo el coche y me pongo a dar vueltas por la noche a ver si lo encuentro».
Pese a esta movilización sin precedentes, no se encontró ni rastro de Yéremi. ¿Se hizo todo lo que se pudo? «Por el despliegue que se hizo, yo creo que más no se pudo hacer. Nunca estás contento del todo porque siempre se puede hacer más, pero el despliegue que hizo Protección Civil, la Policía Local, la Guardia Civil, los medios que vinieron de fuera, que estuvieron muchísimo tiempo, el despliegue que hizo la familia fue inmenso, repartiendo carteles, los comerciantes, los empresarios, las asociaciones de vecinos, las entidades que colaboran con los Ayuntamientos...», responde el exalcalde de Santa Lucía de Tirajana.
La desaparición de Yéremi se produjo tan solo unos meses después de la de Sara Morales, la joven de 14 años a quien se le perdió la pista en julio de 2006, en Las Palmas de Gran Canaria. Estos acontecimientos, sumados a otros de menor envergadura, causaron tal conmoción, que se desató una especie de histeria colectiva, pues se creía que andaba suelto un secuestrador de niños.
Silverio Matos
Silverio Matos recuerda que el miedo fue muy notable en Vecindario, donde las calles y los parques se convirtieron en espacios fantasma, tras lo ocurrido con Yéremi. «En los colegios nunca hubo una cosa igual, es decir, los padres de los chiquillos prácticamente no los dejaban salir a la calle, durante un tiempo había una psicosis colectiva del tema, de lo que estaba pasando y además los medios de comunicación se hicieron eco, salíamos todos los días en los telediarios», relata.
El ex político insiste en que Santa Lucía de Tirajana era «el único municipio de toda Canarias que tenía un policía en la puerta de cada instituto, a la entrada y a la salida de los institutos y de los 17 centros de infantil primaria desde hacía muchísimos años, antes incluso de ese tema». «Llegó un momento determinado, repito, que los niños no se veían por la calle, los padres estaban en las puertas de los colegios a recoger a sus niños, a llevarlos y a recogerlos», expone.
Vecindario copaba, en aquellos tiempos, los titulares de la prensa. Muchos negativos. Ante esto, Matos enfatiza que se trata de un pueblo tranquilo y solidario, donde coexisten diversas nacionalidades, pero la convivencia es buena.
Eso sí, resalta que, al contar con una población cuantiosa, debe tener los efectivos de seguridad correspondientes: «Esto es un municipio que tiene 83.000 habitantes, por lo tanto tiene que tener los recursos, los medios, tanto de Policía Local como de Guardia Civil y Policía Nacional que garanticen la seguridad adecuada a la población».
Conforme iba pasando el tiempo, se sucedían las falsas alarmas, tanto positivas como negativas. A Luis Campos le tocó gestionar muchas de ellas y las consecuentes subidas y bajadas de tal montaña rusa emocional. El exconcejal de Seguridad sí tenía claro que no se podía permitir que se consolidara el peor de los escenarios, que la esperanza debía prevalecer.
«Todos éramos conscientes de lo que estábamos viviendo y de que había un escenario que era muy probable, todos imaginamos cuál es. Pero en el fondo todos nos animábamos, nos alentábamos y el clima, el ambiente era de esperanza. Vuelvo y reitero, además, yo creo que ese clima de esperanza también tenía un segundo sentido. No podíamos permitir que el peor de los escenarios se consolidara, fuera, digamos, la tesis principal, porque eso podía hacer que se bajaran los brazos, y eso no nos lo podíamos permitir», reflexiona.
A Campos le tocó vivir muy de cerca el caso Yéremi. Entonces, uno de sus hijos compartía edad con el niño desaparecido, de hecho, cumplen años en fechas cercanas, además de otras similitudes. Su vinculación con la causa, inevitablemente, fue total.
Luis Campos
«Yo no he vivido nada más intenso, más duro, más difícil que aquella situación, con diferencia, nunca lo viví. Yéremi va a cumplir 25 años ahora. Mi hijo, que no se llama Yéremi, pero se llama Yeray, le llamaban Yeri a Yéremi y nosotros llamábamos Yeri a Yeray, cumple 25 unos días después. Por tanto, yo no veía a un niño que se llamaba Yéremi, entendía perfectamente lo que estaba sintiendo la familia porque lo trasladaba a lo que era mi hijo», confiesa.
Para el exconcejal fue especialmente doloroso pasar por aquel trance: «Recuerdo, antes de irme a casa, dar vueltas en la circunvalación, que es larga, porque necesitaba llorar y llorar y llorar hasta sentirme descargar y entonces poder llegar a casa y entrar con una cierta naturalidad, porque al final estaban allí tus hijos».
Sin embargo, sabe extraer la parte positiva de aquellos trágicos días: «Como digo, para mí ha sido la experiencia más dura, pero también al mismo tiempo fue la experiencia en la que te das cuenta la importancia de estar rodeado de comunidad, de pueblo, de solidaridad por parte de la gente. Y yo no he visto nunca un sentimiento de solidaridad tan bien expresado en todas sus facetas, en todas, como en ese caso».
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Josemi Benítez
Patricia Cabezuelo
José A. González y Lidia Carvajal
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