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La temporada de la Navidad, o 'de Pascua', culminaba siglos atrás con el día de Reyes. Esa jornada en la que, según recordaba, con cierto ... desdén, el cronista Domingo J. Navarro, «había que calafetear los oídos para sufrir los infernales redobles con que la banda de tambores del regimiento felicitaba, hasta que recibía la propina». Una preocupación que inquietaba a don Domingo pues en «toda la temporada de pascua estaba la ciudad día y noche atormentada con los ranchos de cantadores que cantaban romances con panderos, repiqueteo de asadores, sonajas o cascabeles, bajo el pretexto de pedir para las ánimas benditas». Un ambiente, a primera vista, distinto al de épocas posteriores a aquel final del siglo XIX, pero que, en sus entrañas, no lo era tanto, pues esa música redundante, de «infernales redobles» para un anciano de noventa y dos años, aquellos «días de pascua hasta Reyes de obligados y recíprocos banquetes», los «visiteos» familiares y amicales, los recorridos por los Belenes, que se mantenían hasta el día de La Candelaria, cada 2 de febrero, son la raíz y la sustancia identitaria de todo lo que vino después, en distintos momentos del siglo XX y en la actualidad, cuando distintas usos y costumbres llegaban y se amoldaban a las tradiciones insulares.
Los Reyes Magos de Oriente siempre estuvieron presentes en las ilusiones infantiles siglo tras siglo, con las variantes estéticas y formales propias de cada tiempo y situación. Pero era una celebración y una alegría, fuera de las bullas callejeras y de ceremoniales religiosos, como los propios de la festividad de la Virgen de Los Reyes, en su antigua ermita veguetera, más ajustada y circunscrita a la vida y los entornos familiares. Con zapatos en las ventanas o balcones, o en patios o estancias principales, que distintos autores y crónicas así lo mencionan, la bulla de los pequeños y las caras de felicidad de los mayores, quedaba en el seno familiar.
Unos de los cambios más significativos del día de Reyes en Las Palmas de Gran Canaria se dio precisamente en una época de modernización de costumbres y estructuras urbanas, de iniciativas que fomentaran el atractivo turístico insular, y de mano de personajes que fueron fundamentales en todo ello, como es el caso del pintor e impenitente creador Néstor Martín Fernández de la Torre. La capital grancanaria, ni el propio artista -y con él las personas que integraban las primeras directivas del entonces 'Sindicato de iniciativas y Turismo', hoy CIT de Gran Canaria-, no fueron ajenos al éxito y la consolidación rápida que tuvieron las primeras cabalgatas de Reyes Magos en España, que sacaban a la calle, en ambiente festivo, aquella antigua celebración cristiana de la 'Epifanía', conmemorativa de la llegada a Belén de los tres magos de Oriente, una costumbre establecida ya en el siglo II. Y aunque hay documentos que ubican una primera Cabalgata de Reyes en Alcoy, Alicante, allá por el año 1866, y algunas representaciones teatrales de este evento en poblaciones como Granada a finales del siglo XIX, o en Madrid donde se mezcló con la antigua celebración de 'la escalera', que consistía en subirse con escaleras a las antiguas murallas para divisar la llegada de los Reyes Magos, la celebración moderna de las cabalgatas, tal como hoy se entiende, arrancó en Sevilla en 1918. Fue a partir de entonces que su implantación, como costumbre 'arraigada', se trasladó progresivamente a otras ciudades españolas.
En Las Palmas de Gran Canaria su origen está en las que ideó y organizó cada 6 de enero, entre 1936 y 1938, el pintor Martín Fernández de la Torre, mucho más sencillas y espontáneas que las actuales, que han pasado a ser una verdadera fiesta multitudinaria en las calles de Triana y del Puerto, una cabalgata espectacular y una bulla que se extiende a sociedades y clubes que organizan bailes con roscón de Reyes, pero también una celebración que no olvida tradiciones tan arraigadas y esperadas como la representación pública de 'Autos de Reyes Magos' en localidades como Agüimes y Gáldar. Pero sería injusto no recordar también como, en la mañana de aquel 6 de enero de 1936, el comerciante trianero Miguel Jorge Rodríguez organizó una particular y pionera cabalgata de Reyes, que partió de su comercio en la calle Buenos Aires y se dirigió hasta el Asilo de los Desamparados, a través de diversas calles del barrio de Triana para llevarles algunos regalos y alegrarles la festividad.
El fallecimiento de su promotor, un 6 de febrero de 1938, y quizá también la dura situación social y económica que provocaba la Guerra Civil, hizo que aquella primera y corta época de la Cabalgata de Reyes llegara a su fin, aunque no se olvidara del todo, pues en diversas instituciones públicas y sociales se continuó celebrando, de una u otra forma, la representación de la llegada de los Reyes Magos. Sería en 1952 cuando una incipiente Casa de Galicia, con sede en el Paseo de Las Canteras, y pese a que la situación económica de la isla era aún difícil, decide sacar, la tarde noche del cinco de enero, una pequeña 'Cabalgata de Reyes Magos' por las calles del Puerto, gracias al entusiasmo e impulso de su primer presidente Ignacio Viéitez de Soto, junto a otros gallegos aquí asentados como el inolvidable inspector de hacienda Ramón Vilariño. Fue también un inicio muy sencillo y lleno de espontaneidad, pero cargado de futuro. Una sola carroza, que reproducía un hórreo gallego, los tres Reyes Magos y dos agrupaciones folclóricas, una gallega y otra canaria, pero eso sí muchísimo público ansioso de que esta costumbre se retomara y se asentara en la ciudad. Desde ese mismo momento inicial la cabalgata estuvo unida a la recogida de juguetes, que en esa primera ocasión fueron entregados a los niños ingresados en la Cínica San José de Las Canteras. La celebración evolucionó tanto que en el año 2002, un periódico de tirada nacional, llegó a resaltar como «…mucho más modernos fueron los Magos en Las Palmas de Gran Canaria donde aparecieron en jet foil…».
Unas costumbres en la capital grancanaria de las que el cronista Eduardo Benítez Inglott dejó constancia el 8 de enero de 1935, en un magnífico trabajo titulado 'La fiesta de los Reyes' publicado por el periódico 'Hoy'. Un año en el que hubo un adelanto de cabalgata de Reyes Magos en el Puerto de La Luz, donde, como recogía la prensa del 7 de enero, «los Reyes no han pasado de largo este año delante de las casas de los hijos de los obreros parados y de los pobres. Alguien veló porque su paso nocturno por entre los sueños infantiles efectuara pausas ante las ventanas tristes de los humildes. Y las calles de la ciudad y el Puerto ampliaron su alegría, tradicional, llenándose de redobles, de tiros de corcho, de trompetería espectacular, de largas carreras sobre los vehículos nuevos de los Reyes, de muñecas impávidas y deliciosas, que entre su alegría inédita llevaban embargados los niños miserables. Los Reyes han pasado este año despacio. En cada puerta ha habido una parada. Y junto a cada cama una sorpresa para la emoción del alba de Reyes», una crónica de una expresión dura, hiriente, pero que refleja una realidad incontestable en todos sus vértices. También en la Capellanía de Tamaraceite y Tenoya, en aquella ocasión «se hizo una extraordinaria distribución de premíos a los niños de las catequesis. En número superior a 600 fueron agraciados con los más variados regalos consistentes en cortés de tela, juegos de carpintería, muñecos, trompos, mañanitas, velos, etc»».
Vegueta, durante siglos, cada tarde del 6 de enero acogía la función solemne, y posterior procesión de Nuestra Señora de Los Reyes, en la antigua capilla de San Marcos, que luego se dedicó a Ella. Junto a los rituales religiosos también se llegaron a dar algunos saraos festivos, propios de esta celebración que tanto arraigo tuvo en la ciudad.
El Día de Reyes ha sido y es una ilusión secular que ha cambiado en sus formas, pero no en su ser y sentir, que ha dado a Las Palmas de Gran Canaria, en muy diversas épocas y situaciones, un ambiente y unas celebraciones con sabor propio con las que culminar la 'temporada de Pascuas'.
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