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Más de 1300 migrantes llegaron a la isla de El Hierro en las 72 horas que estuvo Pedro Sánchez en África. Una cifra demoledora, espeluznante, extremadamente grave. El anuncio del presidente socialista sobre una migración controlada y regulada es positivo, pues además de atraer mano de obra necesaria en muchos sectores del tejido productivo español, evitaría tantas muertes, tantas historias vitales truncadas, tanto sufrimiento para las verdaderas víctimas de este drama, que no son otras que los propios migrantes, por mucho que otros se empeñen en victimizar a quien no debe.
Durante la breve estancia de Sánchez en África, muchas vidas se han perdido de manera silenciosa en la temida Ruta Canaria, que más bien es la Ruta de la muerte. Un trayecto tristemente consolidado, que en los últimos tiempos pone rumbo a la diminuta isla de El Hierro, colapsada, preocupada, pero siempre solidaria. El ejemplo que está dando la sociedad canaria con este fenómeno debe ser valorado y reconocido, y quizás eso hace que el Gobierno de España no le ponga tanto interés al asunto como debería. No hay estallido social, no hay una delincuencia masiva, no hay conflictos.
Todo eso que dicen que pasará los irresponsables políticos que no quieren acoger a menores. Y todo este ridículo partidista que no es capaz de llegar a un acuerdo con tantos cadáveres en la memoria. En ese periplo africano de Sánchez también había representación canaria, que consiguió garantizarse el apoyo estatal a un proyecto tan ilusionante como eficaz: Tierra Firme. Ojalá ese ejemplo se extienda por el resto del país.
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