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Mario Hernández Bueno
Nueva York
Sábado, 24 de agosto 2024, 23:18
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Nueva York es una ciudad mutante. Desde que por los pasados años 30 Julio Camba publicara su delicioso libro de artículos La Ciudad Automática, hasta la ciudad digital de hoy, ha cambiado lo suyo. Barrios enteros.
Little Italy, por ejemplo, ya solo es unos ristorantes y pizzerías. Todo lo demás se lo han comido los chinos y hoy Chinatown es un atractivo para curiosear, comer como se come en China, comprar suvenires, falsificaciones... Pero China se está haciendo con más cosas. Vimos con tristeza como el histórico hotel Waldorf Astoria estaba en obras, había sido comprado por una firma china y lo estaba convirtiendo en pisos de lujo. Se fue al garete el más histórico hotel de la ciudad. Donde se hospedaron los más importantes personajes, reyes y emperadores. Donde la Casa Blnca mantenía una oficina para cuando el presidente viajara a la ciudad.
Y ha vuelto a elevarse la inseguridad. Mi primera vez en «la capital del mundo» fue 1972 y era la más violenta. Pero el alcalde Giuliani, implementando medidas policiales y sociales, la apaciguó. La actual inseguridad se debe a un caso nada insólito: los inmigrantes clandestinos entran por Texas y son enviados a Nueva York, adonde, camuflados, llegan, criminales, pandilleros, vándalos... Vallas para salvar a los pasajeros de que vándalos los tiren a las vías para ser arrollados.
De delincuentes importados en masa los EEUU saben bastante. Los sufrieron en 1980, cuando, en el puerto del Mariel, Castro embarcó, entre los 125 mil emigrantes, locos y criminales. La criminalidad en Miami se hizo insoportable, así que el FBI envió un equipo de avezados detectives y tras atrapar a alguno se le proponía la suerte de «delación por reducción». Y los malandros comenzaron a caer como moscas.
Pero a las masivas entradas de ahora las alojan en hoteles como el célebre Roosevelt. Nos acercamos y vimos en la puerta a unos cuantos securitas y, dentro, montones de hispanos apiñados con niños. Una tarde fuimos a reconocer el hotel donde, felices, nos alojamos hace unos años, Row. Su ubicación y cantidad de servicios de los alrededores lo hacían atractivo. Y, también, lleno de inmigrantes.
Cerca del Row está Actors Studio, donde tomaron cursos de El Método Paul Newman, Marlon Brandon, James Dean, Montgomery Clift, Robert de Niro… Un día quise visitarlo, pero un señor -que imaginé era el conserje- me dijo que no podía porque estaban en clase. Entonces le pregunté quién era: «Soy Green, el director». Nunca me aburro en NY.
Y en otro orden, la laxitud con el humo de la marihuana nos dice que ya no es oficialmente perjudicial, y uno se embriaga por doquier con tanto canuto. O que nuestro hotel, un Hyatt, cobre ahora 20€ por custodiar el equipaje hasta la salida. Con ese dispendio y otros 10€ al maletero, 30€ de vellón. Y ojos que te vieron dir.
Pero hay cosas que no cambian. El Old Homestead es el más antiguo steakhouse de Nueva York. Y el restorán convencional, que ostenta mismo título, pero más antiguo, de principios del XIX, es el Delmónico's. Iniciado por unos suizos, fue un garito donde se vendía ron y tabaco de contrabando que llegaban en veleros desde La Habana. Después se convirtió en una cantina, que sirvió comida barata a pobres diablos como Rockefeller y otros buscavidas. Y poco a poco fue creciendo en elegancia, calidad de la comida, bodega y servicios hasta convertirse en uno de los más venerables comedores públicos y con más literatura de N.Y. Además está a metros de Wall Street.
Y es donde, posiblemente, más platos se han inventado, entre los muchos restoranes de N.Y., y han entrado en las minutas del mundo. Especialidades como el Steak a la Diabla o la Langosta a la Newburg, que la pedimos. Y también Ensalada César, Cocktail de langostinos y un plato de corte muy clásico: Pollo a la Keen, asado y acompañado de verduras amén de una untuosa salsa de nata reducida y pasta fresca. Con dos Fernet, dos cervezas, agua y un café exprés, 255€. Mas la mínima propina, exigida, llegó a 300€. Estaba a rebosar.
Y es que no es caro: ostenta una suntuosidad y aquel servicio de la vieja escuela que deleitan. Quizás pueda verse como un lujo trasnochado. Pero hasta la cesta de panes se mima, así como una cremosa mantequilla batida. Dispone de un bar muy acogedor para el Dry Martini o el Fernet Branca de la llegada y los coñacs o el Fernet de la salida.
Y como no hay dos sin tres, traigo a otro histórico: la pizzería Lombardi's. La más antigua de NY, que es lo mismo que de los EEUU. Está en lo que fue Little Italy, por donde se vivieron aquellos años de metralleta y extorsión. Como el Caffe Roma, en cuyo sótano fue entronizado, como miembro respetable de La Cosa Nostra, Lucky Luciano. O locales conocidos, entonces, como clubes sociales: garitos donde se reunían aquellos italoamericanos para jugar a la baraja, beber, contarse hazañas, transmitirse «encargos» de la familia... Habíamos estado en el Lombardi's hace unos años como, así mismo, en el chino más antiguo del país: Nom Wah, que está cerca.
Y tiene Lombardi's otra singularidad, cocina las pizzas en un horno a carbón mineral. En esta ocasión me extrañó ver pocos comensales, muy probablemente sea por los precios. La vez anterior tuve que reservar y estaba a tope. Tomamos una pizza muy cargada de vegetales y anchoas (bastante malas), Rigatone a la Napolitana con un albondigón y un par de Peroni. Nos cobraron 81,65€, 100 para redondear. Y hasta la temprana cena en Coreatown.
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