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Estuve en las pirámides MHB
Inmenso río. Piedras veneradas
Coma y... punto

Inmenso río. Piedras veneradas

En Egipto comprobé lo mismo que en Siria o Irán: la gente es buena. ¿Quiénes crean los odios y los desastres?

Mario Hernández Bueno

Sábado, 2 de noviembre 2024, 23:06

No tenía ni idea de la cantidad de españoles aficionados a la arqueología. El día que salíamos a Egipto, desde Madrid, a la misma hora lo hacían dos grandes aviones hasta los topes. Vería después españoles por todas partes.

El negocio del combinado crucero por el Nilo y unos días en Cario es una fuente ingente de divisas. De ahí que el país aprendiera la lección de no hostigar a Israel. Recuperó la Península del Sinaí y ahora se comporta como un buen vecino. En Egipto comprobé lo mismo que en Siria o Irán: la gente es buena. ¿Quiénes crean los odios y los desastres?

Todo está bien organizado. Al aterrizar, a las riadas de turistas las fueron distribuyendo por grupos que viajarían en mismo barco. El aeropuerto, muy moderno, era un gentío tratando de acoplarse a sus grupos, guías y guaguas. Todo funcionó perfectamente. Hasta el cobro de 95€ de impuestos para entrar al país.

El barco no era grande y era apañadito, diría que con un Rococó árabe. Limpio como los chorros de oro y mi camarote, bien pequeño y con balcón, tenía las comodidades necesarias. Me hizo gracia ese cartel, que también aparece en los cuartos de baño de los hoteles, rogando que se ahorre agua y, a la vez, en lugar de una cómoda ducha tenía una bañera.

En cuanto a las comidas, todas bufés, hay que destacar su vocación de colegio mayor. Almuerzos y cenas giraban alrededor del arroz, pasta, ensaladas, guiso de verduras, pollo y un incierto pescado rebozado. Sin embargo, he de reconocer que el cocinero era un crack: todo lo cocinaba bien y sabroso.

El trayecto por el Nilo da para ponerse muy moreno en la zona alta, donde está la piscina y solárium. Aparte de ver en una de las orillas un frondoso bosque de palmeras y, en la otra, el gran Sahara, de vez en cuando aparecían chalupas con una especie de cambulloneros tratando de vendernos chilabas que servirían para la vestimenta en la «cena del capitán». Los orientales son maestros del negocio.

Los cambuyoneros del Nilo MHB

Hay paradas en playas de dorada arena donde darse un buen chapuzón y me interesó ver el castillo de verano del suegro de Rita Cansino o Rita Hayworth. Aquel monarca que recibía por su cumpleaños su peso en oro; la Historia de amor de Alí Kahn III con la florista que llegó a miss Francia y luego la Begum Om Habibeh, es para llevarla al cine.

El castillo de verano de Alí Kahn III y Begum Om Habibeh MHB

Paramos algunas veces para ver arqueología y fuimos atacados por patrullas de insaciables mosquitos. Pero más difícil era dejar atrás a las infatigables huestes de vendedores ambulantes, muchos de ellos niños, de suvenires made in China. Los niños están muy ocupados, con no más de once años conducían las motos-camiones que transportaban turistas desde el embarcadero hasta una montaña.

Niños llevando turistas en motos-camiones MHB

Por cierto, esa fue, para mí, la más bonita excursión: a vista de águila contemplé una parte del transcurso del Nilo, algún meandro, pequeños poblados y la impresionante presa de Asuán a lo lejos. Y a la vista de tanto barco-crucero le pregunté al guía Zakarías, un licenciado en arqueología y excelente persona, cuantos barcos operaban. Unos 450, me dijo.

Fuimos hospedados después en el Hilton Ramsés, situado en una zona algo alejada del verdadero Cairo y con los hoteles de las principales y más lujosas cadenas occidentales. Lo que no ha conseguido España. El Cairo tiene 24 millones de habitantes, es caótica y groseramente maquillada con el polvo del Sáhara. La circulación vial es de locos, prácticamente no hay semáforos, ni pasos de cebra. Todo el mundo: peatones, motos, autos, guaguas, camiones y hasta burros y camellos se meten, sin mirar, en las calzadas y practican un toreo coral.

Obvio, tenía ganas de cambiar de régimen alimentario y estaba deseoso de comer en los mejores y nada turísticos figones. Mientras el grupo se fue a ver las pirámides y otras cosas yo alquilé, en el propio hotel, un taxi por horas (15€) y fui a almorzar a un restorán con el perfil mencionado: Abou Shakra.

Comedor del restorán Abou Shakra MHB

Tras pasar por la recepción y parte de la cocina se entra en el comedor principal, pequeño y angosto, con una decoración cercana a la de un mausoleo. Se ve algo desgastado y triste. La carta presenta platos árabes, egipcios y algunos occidentales, como la omnipresente pasta. El famoso pan ácimo, como el que comería Cristo, estaba seco. Pedí el Mixto de verduras y llegaron sancochadas, sin más. El pichón asado al carbón, que era frito y sudando grasa, vino con un arroz especiado. Un fiasco.

El pichón del restorán Abou Shakra MHB

Yo estaba deseoso de comer el pichón, uno de los alimentos estrella egipcios. El rey Faruk era un apasionado, las palomas son plaga en la ciudad. Una despensa volátil. Mi pichón vino aplastado y, a pesar de mi interés, no hubo forma de sacarle algo de carne. Pedí entonces el Mix grill de carnes y vino un plato con cachitos de pechuga de pollo, de cordero y un pincho de kefta, más un Arroz pilaf muy bueno. El camarero era una momia andante y no le salió una sonrisa. La factura no superó los 18 euros; les había pedido que me cobraran el pichón. Y no me sirvieron helado porque solo lo dan en la cena. Está claro que fue un restorán que, como todo el país, tuvo su esplendor.

El mix grill del restorán Abou Shakra MHB

El taxista, con corbata y chaqueta, me esperaba a la puerta y le pedí que me llevara a las pirámides. A ver quién es el guapo que regresa de Egipto confesando que no las vio. Y me fotografió. Y también ante la Esfinge. Después pedí que me llevara a un mercado de abastos y a una joyería, había que traer algún regalo a las más allegadas.

Por las calles de El Cairo MHB

El mercado resultó ser un montón de puestos de verduras, carnes y pescados en plenas aceras y en un área de varias manzanas. La cochambre era impresionante, así que no salí del auto a curiosear y tomar fotos. La joyería, sin embargo, fue como de los cuentos de Las Mil y una Noche. Pero hay que regatear. Asunto que detesto.

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