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El artífice de bordar la estrella que luce en las camisetas de la selección española dice adiós al fútbol. Andrés Iniesta «de mi vida», el genio de Fuentealbilla, pequeña localidad de 2.000 habitantes situada en Albacete y donde todo eran sueños cuando aquel crío de 12 años hizo las maletas rumbo a Barcelona, puso patas arriba a todo un país la noche del 11 de julio de 2010 con un gol que le hizo eterno ante Holanda en el Mundial de Sudáfrica, y andaba por el golfo Pérsico, a sus 40 años, apurando sus opciones de seguir en activo con el balón entre los pies. Pero la biología es sabia y él, aunque tarde, con múltiples lesiones ha tenido que parar.
El próximo 8 de octubre, en honor al dorsal que lució en sus mejores años en el Camp Nou, y en un acto en Barcelona, comunicará su retirada. Manchego de nacimiento y catalán de adopción desde que aterrizara en una tierra que le abrió las puertas cuando solo era un chaval tras destacar en el torneo de Brunete, será recordado siempre por ser el autor del tanto que cambió la historia del fútbol español.
El exvolante del Barça pondrá punto y final a una carrera llena de éxitos donde lo ganó absolutamente todo. Quizás le faltó un Balón de Oro, pero con Leo Messi presente terminó en el segundo puesto de aquel inolvidable 2010. «Lo más difícil en el fútbol es lograr que cada jugada parezca sencilla, fácil, como si no costara nada. Todo lo que hace con la pelota es increíble y parece no darle importancia», apuntó el genial atacante argentino sobre su compañero en aquellos momentos, con quien logró acaparar 32 títulos.
Con el Barça -con el que disputó 674 partidos- acumuló 4 Champions League, 3 Mundiales de Clubes, 9 Ligas, 3 Supercopas de Europa, 6 Copas del Rey y 7 Supercopas de España. Un palmarés histórico que con La Roja se hizo leyenda después de dos Eurocopas -fue MVP en la de 2012- y aquella maravillosa Copa del Mundo.
En el verde prevalecerá siempre la imagen de un jugador que practicó el fútbol 'slow-motion' como nadie, que no perdía la pelota, que driblaba y pensaba rápido y que fuera de los terrenos de juego se mantuvo en un segundo plano, sin declaraciones altisonantes. «No corre, se desliza», dijo Pep Guardiola, hoy técnico del Manchester City, cuando era compañero de Xavi Hernández sobre ese joven que ilusionaba al primer equipo en sus primeros entrenamientos con Lorenzo Serra Ferrer, al frente en 2001 del barco blaugrana. «Lo llamamos Harry Potter porque hace magia en el campo. Con su visión periférica calibra antes y no necesita mirar hacia atrás para saber lo que debe hacer con la pelota», destacó Luis Enrique, que dirigió al chico pálido de Fuentealbilla durante tres temporadas.
Pese a su timidez, mandó un mensaje reciente a quienes le admiran, y es que ni el éxito más grande garantiza una salud mental a prueba de bombas. Se suele pensar que los futbolistas son felices por ganar dinero haciendo lo que más les gusta, y esta no es la realidad muchas veces. La depresión es para todos. «No tenía ganas de vivir. No tenía esa alegría o energía que tiene que tener la vida. Te hacen pruebas y estás bien, pero tú notas que algo no funciona. Te metes en tu cuerpo y tu mente, donde todo lo ves negro. Deseaba que llegase la noche para tomarme mi pastilla y descansar. Era el momento de más placer», explicó en una entrevista en la que ahondó que el detonante de toda esa situación fue la muerte de su íntimo amigo Dani Jarque, capitán del Espanyol, en verano de 2009, unos meses después de que el futbolista que parecía no estar, aunque estuviera siempre, marcara otro gol inolvidable para los fans del Barça en Stamford Bridge, metiendo a su club en la final de la Liga de Campeones ante el Chelsea.
Aunque sigue en terapia, Iniesta supo vencer a los días más negros como ya lo hiciera al aterrizar aquel 16 de septiembre de 1996 en La Masia, con las lágrimas de quien se aleja de sus padres y sus abuelos siendo menos que un adolescente. Y es que la vida esta llena de contradicciones complicadas de interpretar y eso a Iniesta no le quedó más remedio que aprenderlo desde bien pronto, tal y como explica en 'La jugada de mi vida' (Editorial Malpaso). Tras la ruta hacia la eternidad en Johannesburgo y después de 16 temporadas defendiendo la camiseta azulgrana, pasó un lustro en Japón -donde logró el primer título de la historia del Vissel Kobe con la Copa Emperador- y ahora reside en el exótico Ras al-Khaimah, uno de los siete emiratos que conforman el Estado de Emiratos Árabes Unidos. ¿Su futuro? «Me gustaría sacarme el título de entrenador y ver qué depara el futuro. Me encantaría volver al Barça, como entrenador», reconoció en un acto este verano.
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