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Un proyecto con

DIABETES

La montañera diabética que coronó el Kilimanjaro

Aunque la diabetes tipo 1 se empeña en dejar a las células de sus cuerpos sin energía, la tenacidad y los avances en el manejo de la enfermedad llevan a los diabéticos a pulverizar nuevos límites cada día. Incluso los situados a miles de metros de altura

Ana García Novo

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El cansancio es tremendo hasta un segundo antes de llegar. ¡Y todavía te queda bajar! Pero cuando ves que lo has logrado y miras alrededor, te entran ganas de llorar porque te sientes viva. Es una manera brutal de sentirse viva”. Susana Ruiz Mostazo describe así una de sus cumbres más emocionantes: el mítico Kilimanjaro. Casi 6.000 metros de monte en Tanzania que esta montañera navarra acometió junto a su marido. En su espalda iba una mochila muy peculiar con insulina, barritas de gel y medidores de glucosa. Susana tiene diabetes mellitus tipo 1, pero no dudó en plantarse delante del coloso tanzano e ir a por él.

Al Kilimanjaro lo siguieron y precedieron muchas otras cumbres. Todo comenzó en un monte de poco más de 300 metros que había delante de su casa del País Vasco, a donde se mudó cuando se casó con 20 años. “Hasta entonces, mi relación con el deporte había sido de amor-odio, entre otras cosas porque nunca me habían animado mucho a practicarlo”, explica Susana, a quien diagnosticaron diabetes mellitus tipo 1 con 13 años. “Sin embargo, el monte que estaba ante nuestra casa nos empezó a llamar, así que hicimos algunas rutas y un día lo subimos. Al llegar arriba y ver todo aquello, entendí por qué la gente subía montañas”. Detrás de ese monte llegaron Ordesa, los Pirineos y, más adelante, el campo base del Everest y otros retos como el Toukbal de la Cordillera del Atlas o los glaciares de Groenlandia.

La diabetes tipo 1 de Susana nunca supuso un freno en su pasión por subir montañas. El largo tiempo de aislamiento, unido al importante esfuerzo físico que suponen estos ascensos e incluso la absorción más lenta de insulina en altura son, a priori, un obstáculo importante para este tipo de pacientes. Sin embargo, los avances logrados en el manejo de esta enfermedad a lo largo de los años han logrado que los diabéticos tipo 1 pasaran de afrontar una muerte segura a romper todo tipo de límites.

“Antes de descubrir la insulina, si debutabas con diabetes tipo 1, te morías”. Así describe Teresa Martínez Ramonde, jefa del Servicio de Endocrinología del Complejo Hospitalario Universitario de A Coruña (CHUAC), la gravedad de este proceso autoinmune que roba al páncreas su capacidad de producir insulina.

Diabetes mellitus tipo 1

La diabetes mellitus tipo 1 es un proceso autoinmune que provoca que el sistema inmunológico destruya las células beta de los islotes pancreáticos, encargadas de producir insulina.

Los factores que desencadenan la diabetes tipo 1 todavía son una incógnita. Genética y factores ambientales, como los virus, son algunas de las vías que se exploran. “El último año, durante la pandemia de COVID-19, registramos ocho debuts de diabetes tipo 1, mientras que el año anterior solo hubo uno”, explica la doctora Teresa Martínez Ramonde, endocrinóloga del CHUAC de A Coruña. “Es posible que exista alguna relación entre el virus y el desencadenamiento de la enfermedad o tal vez el propio virus provoca algo en el ambiente que facilita el proceso. De momento, no lo sabemos”.

También la importancia de los avances médicos, científicos y técnicos a la hora de tratar una enfermedad, la diabetes mellitus, que afecta aproximadamente a entre el 8% y el 10% de la población. En concreto, la tipo 1 supone alrededor de uno de cada diez casos de diabetes en España. “A partir del descubrimiento de la insulina, la mortalidad provocada por la diabetes fue cada vez menor. De hecho, hoy en día tenemos muchos medios para evitar que las personas fallezcan a consecuencia de esta enfermedad: nadie en España muere ya por una descompensación cetoacidóptica. En la actualidad, estos pacientes viven muchos más años y lo hacen sin complicaciones”, añade la especialista. Un logro en el que precisamente el ejercicio físico parece tener mucho que ver.

La importancia del ejercicio

“A mi entrenamiento físico y mental tuve que sumar un tercero: el de mi diabetes”, describe Susana respecto a su preparación para realizar las expediciones. “Todo fue a base de ensayo y error. Aunque mucha gente piensa que manejar la diabetes consiste en no tomar azúcar, lo cierto es que influyen muchos factores, como el tipo de comida que ingieres, cómo se ha cocinado e incluso tu estado emocional. Así que yo fui anotando las cosas que me iban bien y las que me iban mal. Y también busqué herramientas útiles, que fui probando. Por ejemplo, un monitor continuo de glucosa, capaz de aportarme datos que me permitían anticiparme a cualquier problema”.

En colaboración con su endocrinóloga, Susana se marcó un objetivo de glucosa específico para evitar bajadas de azúcar en altura. A partir de ahí, utilizaba su medidor de glucosa para controlar la evolución. “Y como las bajadas de glucosa van a llegar, llevaba mis barritas de gel”, explica. “Todo esto debes entrenarlo antes de acometer una subida importante, porque en la montaña no vas a poder parar a causa del frío”, añade.

Junto a los avances como el medidor continuo, los geles de glucosa y las insulinas, Susana encontró otro aliado para preparar sus ascensos: el propio ejercicio físico. “Cuanto más entrenas, mejor responde tu cuerpo”, subraya la montañera.

Una afirmación con la que se muestra de acuerdo la doctora Martínez Ramonde: “El ejercicio físico mejora el control de la glucosa en personas con diabetes tipo 1, por lo que hace falta una menor cantidad de insulina. Como su práctica favorece la utilización de la glucosa, sus niveles en sangre disminuyen muchísimo”.

De hecho, la práctica de ejercicio físico en las fases iniciales de la enfermedad puede tener efectos sobre la calidad de vida de los pacientes a largo plazo. “Las personas que realizan ejercicio al principio alargan la llamada fase de ‘luna de miel’, un periodo de tiempo corto en el que se estabiliza la destrucción pancreática y disminuye la necesidad de insulina. Y según el mayor estudio sobre diabetes realizado hasta la fecha (DCCT), los pacientes con ‘luna de miel’ larga se controlan mejor y presentan menos complicaciones a largo plazo”, señala la especialista.

“También he observado que las personas que realizan ejercicio en esa fase no solo mejoran sus niveles de glucosa, sino que esa actividad está relacionada de alguna manera en el proceso de destrucción de células beta. No sé si se debe a las propiedades antiinflamatorias del ejercicio, que pueden reducir el proceso autoinmune, o incluso que favorezca la supervivencia de la célula al facilitarle la labor. Si no tiene que ocuparse de producir tanta insulina, la célula puede dedicar más esfuerzos a mantenerse viva”, añade.

Soñar sin límites

La unión de ejercicio físico e innovación es una gran ayuda para que personas como Susana no se pongan límites. Hoy encontramos deportistas en todo tipo de competiciones exigentes que un día debutaron con diabetes tipo 1.

“Entre mis pacientes se encuentra Daniel Albero, el primer piloto diabético en participar y terminar el Dakar en moto. También hay campeones de España de surf o ciclistas que compiten a nivel internacional”, explica la doctora Martínez Ramonde.

Entre los avances más importantes que destaca la especialista en el manejo de la diabetes para este tipo de deportistas se encuentra, por un lado, la información de la que hoy disponen los pacientes para reproducir la función del páncreas desde fuera. “También tenemos insulinas cada vez mejores, con menor riesgo asociado de hipoglucemia, un problema que limita considerablemente el ejercicio físico”, añade. Los medidores continuos de glucosa, que proporcionan información a cada momento, y las bombas de insulina, capaces de administrarla de manera precisa, también ayudan a que los deportistas diabéticos logren sus objetivos.

“La unión de los medidores y las bombas, que permite que un sensor dé órdenes continuamente para administrar la insulina necesaria en el momento preciso, es otro avance que marca la diferencia para estos deportistas. Evita que tengan que estar pendientes de la glucosa para estarlo solo del desierto, la montaña o la pista que tienen delante. Esta es la esencia del futuro páncreas artificial, ahora hay que lograr que el aparato sea capaz de aprender para que sea más eficiente”, destaca la doctora.

Todos estos son mensajes que Susana habría agradecido oír cuando, con 11 años, le diagnosticaron diabetes tipo 1. “Te asustas mucho. Yo me vi en el box de un hospital y nadie me hablaba a mí, sino que hablaban de ‘la niña diabética’. Sin explicarme nada porque yo era eso, una niña”, recuerda.

Desde entonces, los medios para manejar la enfermedad han avanzado enormemente y, precisamente por esa razón, reclama que las instrucciones que se dan a los pacientes también evolucionen: “Creo que el asesoramiento profesional a deportistas con diabetes sigue siendo, en gran medida, una asignatura pendiente. Y, en el caso de los niños, es especialmente importante no limitar su motivación para hacer deporte y cuidarse haciendo lo que más les gusta”.

Tal vez por esa razón, Susana ha decidido contar su historia en un libro, Los sueños no tienen cima, que acaba de publicar. Comienza con una niña asustada en el box de un hospital a la que acaban de diagnosticar diabetes. Solo que, esta vez, se le acerca una mujer para hablarle de países lejanos, travesías por glaciares y montañas altísimas como el Kilimanjaro a los que viaja con una compañera, la diabetes, que siempre va con ella. Y para invitarla a no rendirse nunca.