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Paloma Felipe posa frente a la iglesia de Santa Clara en el barrio de Zárate. Juan Carlos Alonso
Paloma Felipe: De las que abrieron la brecha

Los rostros del barrio

Paloma Felipe: De las que abrieron la brecha

La octava entrega de esta serie la protagoniza esta mujer trans de Zárate, una de aquellas pioneras de los años en los que el franquismo declinaba y Las Palmas de Gran Canaria era la ciudad más libre de su entorno

David Ojeda

Las Palmas de Gran Canaria

Sábado, 18 de enero 2025, 23:03

Paloma Felipe bromea con el hecho de que su apellido resuene como un nombre de pila masculino. Ella, que siempre tuvo claro que era una mujer y lo paseaba con confianza por las antiguas calles de Zárate, todavía un barrio periférico de una Las Palmas de Gran Canaria se entintaba con los colores de una libertad que en otros lugares de la España franquista era imposible imaginar.

A sus 65 años hace balance y es feliz por lo vivido y viste con los tonos de quien todavía tiene la ilusión de seguir disfrutando de la vida. En Zárate, su barrio desde los nueve años; con el que tiene una relación muy especial y circular. De él ha salido varias veces para acabar siempre en la calle Francisco Inglott.

«Podría inventarme que tuve una vida dramática y que lo pase muy mal pero no sería cierto. Primero porque mi familia siempre me comprendió y me apoyó. Y en el barrio también pasaba igual, nada fuera de lo común en un colegio donde los niños se dicen cosas», recuerda sintiéndose en cierto modo una privilegiada.

Paloma Felipe es de esas mujeres que abrieron brecha. Que cruzaron el umbral de un género al que no sentía pertenecer cuando eso estaba muy lejos de convertirse en un debate público. Mucho menos en una ley.

Nació en Guanarteme, al lado de las Salesianas de la calle Castillejos. Pero muy pronto aterrizó en Zárate, un barrio humilde con las calles de tierra y sin suministro de agua en todos sus edificios. La mayor de ocho hermanos, recuerda ir con su madre a las grandes torres de su calle a recoger el agua de un grifo que allí había para suministrar lo que fuera pertinente a aquel humilde hogar.

Sus años escolares se desarrollaron en el colegio 24 de junio. Ya ella tenía claro quién era. Y en su casa también. «Con mi familia fue todo siempre muy natural. Yo con 16 años era una mujer transexual y digan lo que digan en mi casa y en mi barrio siempre fui aceptada.Era la hermana mayor, y eso permitió que mis hermanos crecieran viendo eso con naturalidad», recuerda.

Esa mirada doméstica fue clave en todas las decisiones que ha tomado en su vida. Un entorno que comprendía su verdad y que al que intentaba cruzar la línea enseguida le devolvía a su lado. «Alguna vez algún maestro llamó a mi casa para decir que era afeminado y mi madre le contestaba que ella no era boba. Que me había parido y que me conocía perfectamente», explica con una sonrisa de grandes proporciones.

Fue creciendo en un lugar que se estaba definiendo. En su adolescencia murió el dictador y el país fue mutando lentamente en otra cosa. Ajenas a ese ruido de fondo Paloma y otras como ella fueron cambiando la piel para encontrar su verdadero lugar en la sociedad. «Creo que he sido de las transexuales pioneras en Las Palmas de Gran Canaria, al menos había muy pocas en esos años. Y las que hubo antes que yo tuvieron que salir al extranjero. Yo me quedé aquí», dice.

Eso no le impedía pasear con orgullo. Bajaba a lo que hoy es Blas Cabrera Felipe a coger la guagua por laderas de tierra, «con los tacones en la mano y unas bambas puestas». La calle mayor de Triana se convertía en una pasarela al aire libre. «Cruzaba por delante del Salón Rosa, donde las que trabajaban eran misses y modelos, y los cuellos se giraban enteros para verme. Creo que se agotaron los collarines en los centros de salud», dice entre risas.

Paloma Felipe es de esas personas que enciende la luz cuando habla. Pese a haber pasado épocas trabajando en la península o largas temporadas con los turistas en el sur de la isla, en su tono jovial permea el acento del barrio palmense.El que se identifica fácilmente en cualquier lugar del mundo.

Y ese es el tono fuerte y optimista que usa para hablar también de las cosas amargas, de las que no escapa su relato. «Aunque en mi entorno tuve apoyo no dejaba de ser un tiempo difícil. Yo me considero fuerte y valiente y siempre he afrontado las cosas de frente. Realmente solo lo pasé mal cuando me tuve que dedicar a lo que no quería porque no tenía trabajo. Estar en una esquina, pasaba gente y te insultaba. O los momentos en los que nos llevaban al cuartelillo en los primeros años después del régimen», indica.

Tiempos que sentaron bases para que las cosas mejoraran. «En aquellos años para nosotras solo había dos salidas profesionales: o te dedicabas a la prostitución o al espectáculo. Ahora veo que hay mujeres trans en las cuadrillas de limpieza y me siento muy feliz de cómo han cambiado las cosas», expresa.

No puede cuantificar las veces que durmió a la sombra, pero sí recuerda la hipocresía de algunos que hacían la ronda para detenerlas y luego volvían por otras cosas. «A comisaría fui muchísimas veces. Nos cogían una noche nos soltaban por la mañana y por la noche nos volvían a llevar. Si se me hubieran quedado las marcas de cada vez que me pusieron los grilletes ya verías tú como tendría las muñecas».

Cuando las cosas cambian

Fue la década de 1990 cuando notó que las cosas empezaban a cambiar. «Nació, por ejemplo, el colectivo Gamá, y allí tuvimos un gran apoyo porque no nos sentíamos tan solas y había una mayor cultura para conocernos».

Ella mientras tanto tomó el sur, donde se hizo un nombre. En la Maspalomas de Araña del Toro acabó coronada como reina del Carnaval con el galardón de 'Miss Traveskarnatival' en 1987 con un traje diseñado por Carmen Hernández y eclipsando toda una gala con su belleza exótica.

Ahora, en plena madurez, vive feliz en su barrio de siempre: «Zárate está muy tranquilo.S iempre ha cargado con los estigmas pero para mí no es así. Antes tuvo algunas épocas más convulsas pero ahora está muy tranquilo. Yo aquí me siento muy bien. Con mis vecinos de bloque que son personas maravillosas. Tengo casa en el sur y siempre acabó volviendo rápido a Zárate porque no me apaño», cuenta.

Un barrio que hace unos años reconoció su valentía nombrándola pregonara de las fiestas de Santa Clara, las que ella disfrutaba desde niña.

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