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Mirador de las Coloradas: la ciudad en un plano picado
Gran Canaria

Mirador de las Coloradas: la ciudad en un plano picado

De todas las postales que pueden hacerse de Las Palmas de Gran Canaria seguramente una de las mejores desde lejos

Luisa del Rosario

Las Palmas de Gran Canaria

Sábado, 1 de junio 2024

Cualquier lugar de la tierra en el que ya exista un hotel o una vivienda vacacional deja de ser ese «paraíso desconocido» que «no te puedes perder». En Las Coloradas, en la capital grancanaria, no hay cinco estrellas, pero sí ese apartamento «coqueto, bien situado, con dos supermercados cerca y a cinco minutos de Las Canteras» que se anuncia en las plataformas. Aún así, voy a ese barrio porque su «mirador» me deja echar la vista a lo lejos. Hay unos carteles que ya ni se leen y una papelera que, a tenor de lo que hay alrededor, se usa poco. Y se le llama mirador porque el Ayuntamiento, tan dado a la inauguración, cortó un día la cinta de algo que ha existido antes de que Fernando Guanarteme capitulara y nos convirtiéramos en un 'hub' de esclavos.

Las Coloradas es un montaña volcánica en la que en los años 50 se asentó la clase pobre de la clase pobre que no podía pagarse casa en La Isleta. Caminando montaña arriba por senderos que serpentean al gusto de quien hace el camino se llega a La Cruz. Que es, literalmente eso, dos maderos cruzados que indican dónde se puede tomar resuello.

Imagen secundaria 1 - Mirador de las Coloradas: la ciudad en un plano picado
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Desde ese punto se tiene la que seguramente sea una de las mejores vistas de la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria, desde lejos, como si no fuera con una. A la derecha se extiende Las Canteras hasta que el Auditorio Alfredo Kraus le corta el paso. A la izquierda el muelle, que diría mi padre, porque cuando comenzó a navegar había uno y no más, pero ahora se dice Puerto. Desde allí se entiende perfectamente lo que significa la palabra istmo y también la frágil unión que existe entre La Isleta y la isla. Tan frágil, que poca imaginación hay que echarle para ver que en un tiempo el agua corría de lado a lado sin que el cinco estrellas de turno le impida el vaivén. De ese plano picado de la ciudad se puede pasar, un poco más allá, a uno cenital de El Confital. Elegir vereda para sentarse mirando la costa oeste de la isla tampoco es fácil. Con la tierra colorada que da nombre el barrio se mezclan restos de escombros hechos añicos entre los que de vez en cuando destacan los dibujos de los azulejos de aquel baño de los 60 que ya no existe, o los cristales de las vajillas canelas y verdes de Duralex tan populares en los 70. También sobresalen las latas de cerveza, pero eso ya es un 'souvenir' típico de alcance mundial, por lo que no vale la pena catalogarlo como especie endémica, no vaya a ser que un día no se pueda construir allí un 'resort' de lujo por esa nueva 'viborina triste'.

Desde esa altura se reconoce la soledad que se siente en el mar. Si el barco que va a Tenerife parece de juguete en medio de tanta agua, ni pensar lo que es hacer la travesía en patera.

Si al volver echan por el lateral del campo de fútbol se podrían perder el cementerio de palmeras junto a la carretera. Quizás porque ni esa vista estropea el valor medioambiental de la zona ninguna administración la adecenta.

¿Cómo llegar?

Se puede acceder en bicicleta, caminando, en coche (hay aparcamiento) y en guagua. La línea 41 de Guaguas Municipales tiene una frecuencia decente, pero disminuye los fines de semana. Consulte la web de la empresa municipal. No olvide llevar algo de agua, gorra y protección solar porque algo que no encontrará es sombra. Unos prismáticos también vienen bien. No se asuste por los ruidos, en la zona hay lagartos. Se puede llevar al perro. No deje basura.

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