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Cómo vencer el miedo al micrófono abierto

Cómo vencer el miedo al micrófono abierto

Hablar en público necesita de algo más de un buen discurso: control de la fobia social y técnica para dar con el tono

Lunes, 9 de marzo 2020

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Imagine que esto que está leyendo en realidad lo está escuchando. Que alguien se lo está contando. Si visualiza al orador verá una persona en pie, mejor sin atril delante. Que antes de saludar hace una breve pausa y sonríe levemente, más con los ojos que con la boca. Empieza a hablar, primero lentamente, para que nos acostumbremos al tono; luego algo más rápido, a velocidad de conversación, alargando un poco las vocales, ensanchando la boca. No se excederá más de 45 minutos o una hora, que es la frontera donde la atención del que escucha decae. Si acaso unos minutos extra si el público tiene preguntas. Y adiós con un breve asentimiento de cabeza.

El arte de la oratoria tiene mucho de eso, de arte. Pero también técnica y una preparación psicológica para derribar el muro. Lo primero lo aborda Guillermo Ballenato en su libro 'Hablar en público' (Pirámide), donde identifica los errores habituales de quiens se enfrentan al micrófono abierto. «Un fallo habitual es decir: 'como todos ustedes saben...'. Porque puede dejar fuera de juego a parte de la audiencia que se siente excluída pensando:'¿seré yo la única persona que no lo sabe?».

En todo caso, ese cuidado es posterior. Lo primero es lo del muro, esa barrera que a muchas personas les parece infranqueable y que se traduce en sudoración, palpitaciones, tartamudeo... «La fobia social de hablar en público es auténtica y es muy angustiosa», reconoce Enrique García Huete, psicólogo clínico y director de Quality Psicólogos. «Los cursos de oratoria son fantásticos, pero no trabajan la parte fóbica». Lo hace él a diario en su gabinete de Madrid. «La terapia pasa por eliminar esas ideas anticipatorias: 'Va a ser horrible, va a ser un fracaso...'. Al verbalizar eso amplificamos lo negativo, y todo lo que decimos nuestro hipotálamo lo cree. Hay que pensar en qué nos basamos para vaticinar que será una hecatombe porque ocure que cuando entramos en el 'ya verás que no me va a salir bien...' nos ponemos tan nervioso que se cumple. Así que lo inicial es rebajar los niveles de ansiedad y aprender a relajarse». Voluntad y «una motivación». «Si tu sueldo depende de eso seguro que el esfuerzo por superar la fobia es grande. Si no, mucha gente en lugar de afrontarlo, lo evita». Pone de ejemplo a uno de sus pacientes, un ingeniero «super preparado» que no convoca eventos internacionales «para los que está cualificado de sobra» porque cree que su nivel de inglés no es suficiente. «Y sí lo es, pero es tan perfeccionista que está convencido de que no va a dar buena imagen. Y en lugar de trabajarlo prefiere dejar de participar, aunque eso afecte un poco a su trabajo».

La diferencia entre los 'nervios del directo' y lo de este ingeniero es que al segundo esos 'nervios' le incapacitan. «Yo doy charlas a menudo pero si un día tuviera que dar una conferencia junto a un premio Nobel también me asaltarían pensamientos del tipo: '¿estaré al nivel? La cosa es que eso me puede inquietar un poco, pero no incapacitar». Y a lo segundo se llega por varias razones: «Hay gente que en una ocasión habló en público y se rieron de él. Pues ya no más. Otros que han aprendido ese miedo por observación al ver a alguien pasarlo muy mal. Y puede ocurrir incluso lo contrario, que te 'contraidentifiques' cuando ves a un orador brillante porque piensas que tú jamás llegarás a ese nivel. Y todo lo que la parte pensante dice, las emociones se lo creen».

- Mucha gente lleva amuletos. ¿Funciona?

- Claro que funcionan. Son elementos de ayuda. Si tú has tenido suerte en un examen crucial con el bolígrafo verde, lo vas a llevar al siguiente. Todos tenemos pequeñas supersticiones que nos ayudan a quitar la fuerza chunga que tienen los pensamientos negativos. Son agarraderos. Lo patológico es cuando hay que atender a cuarenta supersticiones.

Más seguros con ese boli verde en el bolsillo, entonces ya sí se puede aprender la técnica de la oratoria. Por ejemplo, ¿mejor de memoria o con notas? Recomienda Guillermo Ballenato las notas, que dejan poco margen a la improvisación. «Deben ser escuetas, escritas en tarjetas de cartulina si no hay atril y en folios a una sola cara si lo hay. Que se puedan consultar a distancia». No pasa nada por leer, pero si se va a hacer es el momento de «guardar silencio». Nunca dirigirse al público lamentando que «no hayan entendido nuestra explicación». En todo caso, «no nos hemos expresado con suficiente claridad». El volumen de voz, «mejor pecar por exceso que por defecto», y si nos quedamos en blanco «es preferible permanecer en silencio mirando a la audiencia que meter frases de relleno». En cuanto al cuerpo, la norma es «economía de movimientos». «Hay gestos que pueden atraer en exceso la atención y despistar del contenido. Deben ser poco expansivos, quizá apartar las gafas de la cara, sostener una estilográfica...». Y un consejo que tiene que ver con lo fisiológico: «No conviene tomar productos lácteos antes de hablar en público porque puede producir flemas y entorpecer nuestras cuerdas vocales. Ni bebidas estimulantes que nos activen más. Lo mejor es una comda ligera con agua sin gas o algún zumo».

Lenguaje no verbal

  • Manos: No deben elevarse por encima de los hombros, ni llevarse al pelo, ni meterlas en los bolsillos. Tampoco puños cerrados ni dedos índices extendidos.

  • Pies: Ligeramente separados. También se puede adelantar ligeramente uno de ellos, lo que ayuda a proyectar mejor la voz hacia adelante.

  • Brazos: Hay que evitar cruzarlos o entrelazarlos por detrás del cuerpo.

  • Postura: De pie transmitimos más dominio y autoridad que sentados. La postura debe ser estable , firme de cintura para abajo y flexible en la parte superior.

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