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Qué no hacer con un adolescente con anorexia o bulimia
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Qué no hacer con un adolescente con anorexia o bulimia

Para no meter la pata, una psicóloga y una joven afectada ya curada nos dicen cómo actuar

Lunes, 9 de marzo 2020

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Hay un refrán que dice que el camino al infierno está empedrado de buenas intenciones. Y se ajusta como un guante a la actitud que los adultos tienen con los jóvenes y adolescentes que padecen trastornos alimentarios como la anorexia o la bulimia, los dos más comunes. Muchas veces, queriendo ayudar, lo que se hace es empeorar la situación.

«Los padres, profesores y adultos pueden hacer mucho para frenar el trastorno o, una vez instalado, ayudar a su recuperación», indica Neus Nuño Bermúdez, profesora del máster universitario de Psicología Infantil y Juvenil de la Universitat Oberta de Catalunya. Ana López, de 20 años y autora del libro 'Princesas de Cristal' –donde explica sus cuatro años de anorexia– coincide con la experta. Ambas explican, desde su perspectiva, qué no se debe hacer con los afectados.

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    No ser «policía», es contraproducente

«A la larga, esta actitud será contraproducente», señala la experta en Psicología Neus Nuño Bermúdez. Pero tampoco hay que dejar que la enfermedad campe a sus anchas. Así lo advierte Ana López desde su experiencia: «Eso es algo que cuesta mucho entender y más aún cuando no crees estar enferma. Pero hay que dejarse ayudar».

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    No centrar toda charla en la comida y el peso

A Ana le molestaba sobremanera que su peso y lo que comía fuesen el monotema de la casa. «El peso era mi mayor miedo y hablar siempre de ello era frustrante –admite–. Aunque es cierto que durante la primera parte del tratamiento eso tenía su razón de ser. Para que mi mente pudiese empezar a trabajar era necesario renutrir mi cuerpo y alcanzar un peso sano».

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    Hay que evitar juzgar o minimizar el problema

Aunque cueste entender lo que le pasa a un joven con anorexia o bulimia, hay que evitar «minimizar el problema o juzgarle». Lo que hay que hacer, afirma la psicóloga, es «crear un clima de confianza». «Para mis padres fue complicado asumirlo, pero los médicos supieron explicarles con sinceridad y firmeza que no era un capricho o una tontería de adolescentes», dice Ana.

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    No hay que mirar para otro lado

Algunos padres consideran que no prestando atención al problema este se solucionará solo. «No, deben mostrarse dispuestos a acompañar al enfermo y a ayudarle», aconseja Nuño. Ana no tiene duda: «Mi familia fue imprescindible durante los cuatro años que tuve anorexia. Se entregaron a mí y al tratamiento. Vivieron conmigo cada segundo de esta dichosa enfermedad».

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    No preguntar sólo por lo que se come o no

Los padres deben interesarse por el día a día del afectado, no sólo por lo que come. Lo que subyace a estos trastornos en realidad no tiene que ver con la comida. «Se me juntó una etapa vulnerable, la adolescencia, con una baja autoestima. Y lo exterioricé a través de la comida porque relacionaba un físico perfecto con el triunfo como persona. Estaba muy equivocada», cuenta Ana.

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    No querer solucionarlo en casa, sin expertos

Cuando se sospeche que existe un trastorno «es fundamental que se reconozca que hay algo que no va bien e iniciar un tratamiento psicológico», aconseja Nuño. «Cuanto antes se interviene, mayor éxito en la recuperación», sostiene. «A mí me costó muchos años admitirlo.... No fue fácil, ni para nosotros ni para el equipo médico, pero sí se puede», anima Ana.

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    No hacer caso si no quiere ir al médico

A los jóvenes, sobre todo si son menores, que presentan indicios de anorexia o bulimia no hay que respetarles si se niegan a ir al médico. Se les lleva. «A mí no me obligaron –recuerda Ana–, aunque muchas veces yo misma era la que quería dejar el tratamiento y que me dejasen en paz. Pero en el primer ingreso ya me di cuenta de que necesitaba ayuda».

Internet, un polvorín de malos consejos

Hay dos millones y medio de publicaciones en internet relacionadas con la anorexia, y casi cuatro millones detrás de los hashtags #ana (anorexia) y #mia (bulimia) que incitan, animan y dan consejos y trucos, sobre todo a las chicas jóvenes, sobre cómo comer menos y ocultarlo, cómo vomitar lo ingerido... Pero, ¿hasta qué punto puede culparse a las redes sociales del incremento de estos trastornos entre la población más joven y vulnerable? Las redes sociales son hoy en día un lugar de encuentro de personas con intereses en común «y los trastornos alimentarios también pueden configurar ese punto de encuentro», explica la profesora Silvia Martínez Martínez, que dirige el máster universitario de Social Media: Gestión y Estrategia y es investigadora del grupo GAME. Es decir, en internet ya hay trucos para todo.

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