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Ser romántico en 2020, ¿un problema?

Ser romántico en 2020, ¿un problema?

VIVIR ·

Por qué el concepto clásico de amor, arrebatado y poético, pierde peso

Domingo, 26 de julio 2020

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En los ochenta, Golpes Bajos cantaba aquello de 'Malos tiempos para la lírica'. Cuarenta años después podemos decir que esos malos tiempos han alcanzado a las personitas de a pie que se definen como románticas. Qué difícil lo tienen. ¿No se lo cree? Haga una encuesta rápida entre quienes tenga a mano y verá que pocos (o ninguno) admiten ser románticos. Poca gente, independientemente de su edad, se anima a proclamarlo abiertamente por miedo a parecer un blandengue, lo que en lenguaje coloquial y peyorativo se dice un 'moñas'.

¿Qué ha pasado? Una mezcla de muchos factores: ahora las relaciones son mucho más complicadas que antes, con las redes sociales de por medio, los portales de ligues, la alergia al compromiso en una juventud que a veces extendemos hasta los 50 (¿no dicen que son los nuevos 30?), el pánico al ridículo en una sociedad donde el fracaso y el error no se llevan bien... Este cóctel queda plasmado en el libro 'La calma luchada' (editorial Dos Bigotes), del psicólogo Sergio Bero, una radiografía del amor en nuestros tiempos a través de 69 relatos donde se suceden vaivenes sentimentales, batallas contra uno mismo y contra los demás y la búsqueda del amor, ese sentimiento eterno que, sin embargo, es gestionado de maneras distintas según la época. ¿La actual? Una en la que, a veces, se paga caro ser un romántico.

«Parece que vivimos, desde hace un tiempo, una desacreditación del romanticismo. Si pensamos en el amor como en una emoción permanente cuasi adolescente, mezclada de angustia y pasión, quizás deberíamos decir que ni siquiera es funcional. Sin embargo, el amor y su vivencia, el romanticismo, distan mucho de ese concepto». Para Bero (www.serbero.com), el romanticismo tendría relación con las emociones positivas o, como dice la psicóloga Barbara Fredrickson , «con los micromomentos que ejercen macroimpactos en nuestra vida». Pero los mecanismos de defensa llevados al extremo, la negación y la evitación nos privan muchas veces de esos 'macroimpactos', que son algo así como los 'ladrillos' para construir la felicidad, repasa Bero.

¿Y el sexo? Porque hablar de amor da apuro, pero en portales de ligues se leen peticiones sexuales tan explícitas –y a veces tan ordinarias– que provocarían un sofoco a nuestros mayores. «El sexo es primordial, sin duda, y voy a trasladarme a los años 40, cuando el psicólogo Abraham Maslow ya exponía que es una necesidad primaria y fisiológica. Sin embargo, añadía también que el amor estaría encuadrado entre las necesidades de afiliación, de rango psicológicamente superior y, por tanto, más compleja. Quizás por eso a veces nos cuesta más comprender el amor que el sexo». Cierto, ¿quién es capaz de descifrarlo? Ahí van unas claves que explican por qué está decayendo el romanticismo.

  1. Redes sociales

Uno de los rasgos distintivos del romanticismo en 2020 es que no nos importa mandar corazoncitos y besos por WhatsApp u otro tipo de redes, pero en persona somos unos siesos, nos cuesta la vida decir 'te quiero' mirando a los ojos del otro o mostrarnos cariñosos. ¿Por qué esa bipolaridad? «Las redes sociales son un canal de comunicación tan válido como el resto, pero no siempre funcional. Se pierde la comunicación no verbal, que es imprescindible. Salvaguardarnos en ellas nos lleva a vivir confusiones continuas. Así que equilibrar nuestros canales a la hora de relacionarnos sería lo sano, mentalmente hablando. Poder decir un piropo 'face to face' y compartir el sonrojo positivo es algo que no debemos evitar, sino provocar más. Hagamos que lo tecnológico sea útil y no nos olvidemos de vivir», aconseja Sergio Bero.

  1. Miedo al compromiso

Hay muchas relaciones en el mundo actual que 'mueren' solas, como sin motivo, y dejan perplejo a alguno de los amantes. ¿Qué ha pasado? Se pasa de la pasión a la indiferencia con pasmosa facilidad. «Tenemos términos como el 'ghosting' (cuando alguien con quien mantenemos una relación desaparece sin motivo aparente), que utilizamos desde que el mundo digital forma parte de nuestra vida diaria y de las relaciones que establecemos con él», explica Bero, quien en su libro hace hincapié en esos inicios llenos de emoción que se van al traste (¿inesperadamente?) y también en lo que él llama «la semántica moderna», que viene a ser saber leer entre líneas. «Un 'ya nos veremos' es realmente un 'no nos veremos'», dice en 'La calma luchada'. Pero, ¿¡por qué no decimos las cosas claritas!? «Por miedo y baja autoestima, aunque no queramos ni siquiera reconocerlo», admite el psicólogo. Claro, es que en el amor ir con la verdad siempre por delante... ¡menudo peligro! «Se puede ser sincero sin caer en el 'sincericidio' –asegura–. Pero ocultamos en excusas nuestros propios temores irracionales».

  1. La manía de no ir de cara

No ir de cara. Usar trucos de Primero de Castigador. Son prácticas de toda la vida en las relaciones amorosas, pero que con las redes sociales se han agudizado en lugar de pasar de moda. «La empatía y la asertividad son prácticas laboriosas y hay quien hoy en día se vanagloria incluso de utilizar la ironía o el sarcasmo», dice Bero.

  1. El pánico al error

Parecemos muy fuertes y muy seguros de nosotros mismos, pero en el amor del siglo XXI todos tenemos pánico a cometer un error. Por eso nos cuesta tanto ser románticos, que no es otra cosa que exponer nuestros sentimientos. Según el autor, que en su libro aboga por la valentía a la hora de amar, hay que aceptar que querer a alguien conlleva riesgos. Y si la cosa sale mal, bueno, alguna lección habremos sacado. «Pero un error sin aceptación no servirá como aprendizaje y, por tanto, volveremos a repetirlo. La clave será perdonarnos a nosotros mismos, algo que nos cuesta».

  1. Ir de duros

Nos da mucho pudor sufrir por amor. Y lo ocultamos. A diferencia de lo que ha pasado a lo largo de la Historia, cuando la literatura y la poesía se nutrían de amores torturados (quedaba muy 'cool' el drama, las ojeras, el sufrir como un perro por amor), ahora casi todos preferimos llevar la procesión por dentro. Ir de duros. «La vulnerabilidad se ha entendido muchas veces como debilidad. Nada más lejano de la realidad: no hay nada más valiente que expresar y mostrarse como uno es».

  1. La mentira

Se miente mucho en el amor, sí, y también en general, «como acto reflejo», indica Bero. «Nos creamos corazas como armaduras infranqueables que consiguen que nos mintamos a nosotros mismos. Es decir, que acabamos siendo cazadores cazados». La mentira y el amor son dos conceptos que van ligados desde que el mundo es mundo, no es cosa de 2020, cierto. Pero las redes sociales, una vez más, han robustecido esta peligrosa alianza. De ahí que muchos jóvenes tengan pánico a un acercamiento amoroso: temen exponerse, que les engañen... sufrir, en definitiva. En Japón se han hecho encuestas entre los jóvenes donde definen las relaciones sexuales y sentimentales como «molestas». Vamos, un incordio que resquebraja su sosiego. Y les da una pereza...

  1. Elegir entre cerebro o corazón

Ser romántico en 2020 ya no es, como en épocas pasadas, dejarse llevar totalmente por el corazón, cada vez somos más cerebrales para algunas cosas, pero más impulsivos en otras. Un buen lío, ¿eh? «El desajuste entre cognición (pensamientos), conducta y emoción (sentimientos) nos lleva a la desadaptación y al malestar con nosotros mismos y con el resto. ¡Necesitamos un equilibrio de las fuerzas!», clama Bero.

«No nos gusta sentirnos vulnerables»

En el juego del amor cada vez queremos apostar menos fuerte por precaución, por individualismo y, sobre todo, por miedo. La psicóloga Gema Sánchez Cuevas explica por qué cada vez nos cuesta más embarcarnos en esta aventura.

–¿Ser romántico está 'devaluado'?

–En cierta manera, sí. Incluso se intenta ocultar, porque impera la idea de que, si muestras lo que sientes, eres vulnerable. Y no nos gusta sentirnos así. Por eso a veces nos disfrazamos de quien no somos. ¡Pero entonces la autenticidad no brilla en la relación! El declive es hasta normal si tenemos en cuenta que ahora impera más el individualismo y ciertos aires narcisistas (yo, yo y yo), el ir cada uno a su bola y no comprometerse.

–¿De dónde viene este miedo a comprometerse?

–Está muy ligado al miedo a que nos hagan daño. Eso sí, también existen quienes optan por no querer relaciones.

–¿Por comodidad?

–Todavía no está muy clara la diferencia entre enamoramiento y amor, entre necesidad y deseo, entre ser nosotros mismos o la persona que el otro espera. Y, claro, luego vienen las desilusiones y los conflictos. A día de hoy existen muchas personas que todavía esperan a que los 'salven' y que sea otro quien les haga felices.

–¿Da más pudor decir 'te quiero' a la cara que pedir sexo en portales de ligues?

–En esos portales el contexto está muy definido, sabes que hay personas que buscan conocerse. Pero el día a día es más complicado: hay que tantear, jugar, improvisar, descifrar... Un proceso muy bonito, pero que ha disminuido a favor del contacto por redes sociales y WhatsApp.

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