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¿Tiene en casa a un psicópata?
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¿Tiene en casa a un psicópata?

Encantadores con los demás, en su familia causan estragos, sobre todo con sus propios hijos

Viernes, 10 de julio 2020

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Uno de los últimos tabúes es meterse con la familia. Criticarla. Afirmar que, lejos de ser ese ámbito de seguridad y amor incondicional, puede constituir un espacio donde nos destrozan la vida. Y si esto es tabú, señalar al padre o a la madre como unos psicópatas... Parece que hablar bien de la tu familia y tenerla en un pedestal «es casi un mandato biológico, moral y hasta religioso (ahí está el cuarto mandamiento 'honrarás a tu padre y a tu madre')... Por eso los abusos cometidos en casa se ocultan tanto», explica Iñaki Piñuel, uno de los principales expertos europeos en la investigación y divulgación del acoso psicológico, que acaba de publicar 'Familia Zero' (editorial La Esfera), una guía para sobrevivir a los psicópatas que pueda haber en nuestro propio hogar.

¿Es muy fuerte llamarles psicópatas? (Algunos imaginamos a Hannibal Lecter inmovilizado y con su máscara antimordiscos al oír esta palabra). Pues no, no es exagerado, es el término correcto para referirse a ellos. No son asesinos de thriller, claro, pero sí lo que se llama psicópatas integrados, auténticos ases del camuflaje que encuentran en la familia un terreno ideal para dar rienda suelta a sus instintos, porque, al ser un ámbito cerrado, socialmente su imagen no queda empañada. De hecho, según Piñuel, de cara a la galería son personas encantadoras, amigos de sus amigos, que saben escuchar (o al menos lo fingen bien), muy camaleónicos y adaptables a cualquier situación... «Y, ante todo, saben decir a la gente lo que quiere escuchar, son grandes manipuladores. Así que, desde fuera, resultan impecables», desvela el experto.

Parecen 'normales'

Entonces, ¿qué mutación sufren en el ámbito doméstico? Pues que ahí se acaba su «propaganda» y se muestran tal y como son: «Los psicópatas integrados parecen 'normales', pero carecen de norma moral, emociones, empatía… de aquello que genera en la especie humana lo más genuino de ella: la capacidad de ponernos en el lugar del otro y de sentir compasión. No tienen ningún tipo de emoción, miedo, remordimiento o conciencia moral», detalla Piñuel, quien añade que es muy típico que, en su vida pública, estos psicópatas domésticos ostenten altos cargos, donde también pueden ejercer el poder y manipular con mucha libertad.

Aunque es en casa donde se quitan la 'careta' del todo y actúan con mayor impunidad: empiezan a abusar de sus familiares, sobre todo, de su pareja y sus hijos, que son los que más dañados quedan, porque no tienen armas para 'defenderse'. De hecho, según indica Piñuel, los niños y niñas hasta los siete años ni siquiera tienen la capacidad de cuestionar a su madre o a su padre. Todo lo que les hagan pensarán que lo merecen y siempre les disculparán. «Estos psicópatas sobre todo cometen abusos psicológicos, les dicen a los niños que no valen para nada, les comparan con sus hermanos, les hacen sentir abandonados, que no importan, que no se les quiere, que son ellos los culpables de todo... –enumera el experto–. Pero también sigue habiendo mucha violencia física.En la consulta tengo gente joven que ha recibido auténticas palizas». Y ya no hablemos de la forma más horrible de abuso en el seno familiar: el sexual. «Hasta estas víctimas piensan que ellos hicieron algo para propiciarlo. Cuando lo oigo es que me dan ganas de vomitar», confiesa.

Lo que ocurre con estos pequeños criados por psicópatas integrados es perverso: por su necesidad imperiosa de querer a sus padres y ser queridos no desarrollan el llamado sistema de alarma, que surge de los 6 a los 8 años y que sirve para que aprendamos a identificar (y, por tanto, a protegernos) de gente tóxica. Es decir, se quedan vulnerables. Algo que, si no se pone remedio, arrastrarán toda la vida. Así, según Piñuel, son carne de cañón para otros psicópatas integrados, a los que pueden elegir como pareja o como amigos. Porque no tienen el 'escudo' que debieron desarrollar en la infancia. «Es una hipoteca emocional de por vida», lamenta Piñuel, quien estima que dos tercios de las personas que de adultos pasan por las consultas de los psicólogos se han criado con un psicópata integrado, aunque no se den cuenta de ello. «Es que las víctimas nunca son conscientes», sentencia.

¿Y los psicópatas integrados? ¿Lo son? ¿Saben el daño que están haciendo a su familia? «Por supuesto –afirma sin dudar el especialista–. Quieren que la gente coma en su mano y hacen pasar por al aro a cualquiera. Los demás son para ellos simples objetos de uso y abuso. ¡Todos, sus hijos también!».

Iñaki Piñuel, a lo largo de su dilatada carrera profesional, se ha topado con muchas víctimas, pero también con psicópatas integrados: «Algunos me insultan porque les he 'estropeado' el invento y otros dicen para justificarse que han nacido así... –comenta–. De eso nada. Saben muy bien lo que hacen. Esos que dicen que el mal no existe, que es una leyenda urbana... mentira, sí que existe». A veces, tan cerca de nosotros que ni lo vemos.

'Psicopatización' creciente

1. En auge: Según el autor de 'Familia Zero', «nos encontramos ante un imparable proceso de psicopatización masiva de nuestra sociedad». «Los expertos hemos constatado una verdadera epidemia. Hoy sabemos que un psicópata al final de su existencia habrá arrasado a un promedio de setenta personas, que habrán quedado destruidas por el huracán del abuso psicopático», sostiene. Cada psicópata arrasa a 70 personas en su vida, según estimaciones de los expertos.

2. Confinamiento: Piñuel destaca que la Familia Zero es aquella familia disfuncional en la que los niños «han terminado normalizando o trivializando los más severos traumas». Esta situación, según indica, se ha agudizado durante el confinamiento: «No había escape para las víctimas».

3. ¿Hay solución para las víctimas? Sí. Las víctimas de los psicópatas caseros tienen que ser 'reparentizadas'. «Hay que enseñarles a adquirir autoestima. Con ayuda profesional se tienen que liberar del daño y la victimización... sacar de sus neuronas a los agresores».

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