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Solange Vázquez
Viernes, 17 de noviembre 2023
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Dijo León Tolstói en el apabullante comienzo de 'Ana Karenina' que cada familia desgraciada «es infeliz a su manera». Y vamos a girar la frase y aplicarla al amor para decir que cada pareja feliz también lo es a su modo.Con sus aristas, porque no hay relación sin ellas. «Nos han vendido que una relación exitosa es en la que no se discute nunca o en la que se tienen relaciones sexuales con frecuencia porque siempre hay deseo... y eso son mitos», apunta Laura Morán, psicóloga, terapeuta familiar y de pareja y sexóloga. Y, sobre todo, nos han hecho creer que son los grandes problemas –infidelidades, celos, poco sexo– los que dinamitan cualquier posibilidad de que dos personas sean felices juntas.
«Cuando muchas veces es la acumulación de cosas cotidianas lo que hace que una pareja no funcione», advierte Morán, que acaba de publicar el libro 'Perfectamente imperfectas' (editorial Destino) y que ve en su consulta que las crisis insalvables suelen provenir de asuntos como «el desgaste, ser padres o jubilarse». Sin embargo, las grandes 'bombas', las más destructivas según las creencias populares, no son esas.Son las que exponemos a continuación y que Morán desactiva. Pasen y vean, increíble pero cierto (según Morán).
Hay 'cuernos', no hay amor. Hay 'cuernos', hay separación. Cualquiera de estos binomios está «socialmente legitimado», dice Morán. Es decir, si se produce una infidelidad, la mayoría de las personas dan por hecho que es algo irremontable. Pero, ¿hay vida (feliz) para una pareja después de una infidelidad? Morán asegura que sí, que por supuesto. No lo dice de oídas, es su experiencia tras años de consulta. Eso sí, «deja una cicatriz, que como las del cuerpo, pues se puede vivir con ello. «Aunque no sale gratis», matiza.Se puede volver a ser feliz pero primero hay que aclarar ciertas cosas. La principal, que muchísimas veces esos 'cuernos' «no tienen que ver con que la relación de pareja fuese mal, sino con las necesidades individuales de quien engaña».
Suelen ser necesidad de más atención, notar la relación estancada o desatendida, no sentirse deseado o querer sexo más apasionado, tal y como enumera la experta. Si queremos salvar la relación (que igual no), la hoja de ruta es esta: atender a la desesperación del engañado, que necesitará tiempo, porque una infidelidad 'tiñe' toda la relación, su mundo se tambalea. Pasada esta fase, preguntarse en pareja por qué pasó (echar la culpa al engañado no funciona, no) «y pensar por qué entre los dos se abrió un hueco tan grande como para que cupiese una tercera persona».Según ella, con comunicación, confianza y pensando en el futuro podemos salvar los trastos.
«Pueden sobrevivir sin problemas las parejas donde uno de los dos siente celos, que es una emoción humana más, si se aprende a controlarlos», apunta Laura Morán.Son difíciles de erradicar, ya que los celos están muy arraigados en el ser humano y en distintas facetas, no solo las amorosas, pero no tienen por qué herir de muerte una relación. Morán explica por qué: «Hay que aceptar que se siente esa emoción, eso lo primero. Suele provenir del miedo a que la otra persona termine la relación (esto genera incertidumbre) o de experiencias de nuestro pasado o nuestra infancia. Y luego el celoso tiene que aprender a soportar esa incertidumbre y el 'celado' a que tiene que dar a veces quince minutos al otro para que 'salga' esa emoción». ¿Más tareas para el 'celado'?Sí. «No puede dejar que se perpetúen conductas de control (dejar que le miren el móvil, por ejemplo)».
Y ahora vamos a tocar un tema que no se suele abordar. Las parejas que son felices con poco sexo o con ninguno. «Es importante, pero no esencial», destaca la experta. «Cuando el deseo decrece, cuestionamos el vínculo», desvela la experta, que ha visto este esquema en multitud de ocasiones. Pero ella conoce a muchísimas parejas de poco 'frungir' (a Morán le encanta este verbo para referirse a la intimidad sexual) a las que le va de maravilla «porque, si los dos carecen de motivación, pues lo llevan bien». «Sí que hay algún problemilla cuando uno quiere y el otro no», matiza.
En ese caso sí podría suponer un riesgo de ruptura. «Y habría que analizar si detrás de la falta de deseo hay factores como el estrés o algún enfado 'oculto' (que no hemos expresado) que nos aleja de la pareja», explica la especialista. Otra consideración que no quiere dejar pasar: el sexo no es solo coito, también es otro tipo de intimidad (caricias, conexión, morbo, proximidad, besos, tiempo dedicado al otro...). Y eso no se puede desatender. «Es que el sexo no es importante por el sexo en sí –aclara–, sino por el deseo de compartir que implica».
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