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Comemos por los ojos... ¿Nos engañamos?

Comemos por los ojos... ¿Nos engañamos?

A los alimentos les 'suben los colores' para hacerlos más apetecibles, pero no mejores

Viernes, 6 de marzo 2020

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En el pasado, se comía lo que se podía. Eran épocas difíciles, con pocas opciones y menos remilgos. Nadie le ponía pegas a lo que tenía para llevarse a la boca porque su aspecto no fuese perfecto, como de catálogo. Solían ser productos de cercanía, muchas veces de casa, guardados en la despensa familiar y conservados como se podía. Y eso iba al plato. Fin de los quebraderos de cabeza. Pero ahora, a la hora de rellenar la cesta de la compra, tenemos un montón de opciones a nuestro alcance... y las marcas compiten entre sí para seducir al consumidor. ¿Cómo lo hacen? Pues de la misma manera que las personas, con un envoltorio atractivo y algo de 'maquillaje' que los haga parecer más frescos y apetecibles. Sí, sí, ha leído bien. A algunos alimentos que usted compra les han subido los colores artificialmente. «La verdad es que compramos por los ojos –indica Miguel Herrera, autor de 'Los falsos mitos de la alimentación' y doctor en Ciencia y Tecnología de los Alimentos del CSIC (Consejo Superior de Investigaciones Científicas)–. Y lo que es peor, acabamos pagando más por productos que ni siquiera son más sanos, solo por su aspecto». Según apunta, ya no «estamos acostumbrados al color natural» de la comida, de modo que, si se nos presentase tal cual es, hasta podría darnos asco, «aunque su sabor y sus cualidades serían las mismas. Pero, ojo, ¡el aspecto no es sinónimo de salud!». He aquí unos ejemplos.

  1. Pollo amarillo

    ¿Merece la pena gastarse más en él?

Va usted a la carnicería y ve expuestos dos pollos, uno blancuzco y otro todo doradito, que parece salido de una granja ecológica... ¿Cuál le apetece más? Aunque el amarillo sea notablemente más caro (su precio puede duplicarse), muchas veces acabará aflojando la cartera para adquirirlo y darle a los suyos y a usted mismo lo mejor. ¡No hay color! «Pues sepa que lo que está pagando no tiene una relación directa con la calidad. Que sea amarillo solo quiere decir que el animal ha sido alimentado con maíz en lugar de con trigo y una cosa tampoco tiene por qué ser mejor que la otra. Nada más. Ahí acaban las diferencias. Ambos pueden ser de corral o no», explica Herrera. Al parecer, en una cata a ciegas o en un laboratorio, las diferencias no son apreciables.Además, hay fraudes: algunos 'tiñen' al bicho 'post-mortem'.

  1. Azúcar moreno

    Blanco, marrón... ¿cuál será mejor?

El azúcar blanco es 100% azúcar y está refinado, lo que para algunos supone una manipulación sospechosa. La alternativa supuestamente más sana es el azucar de caña integral, más marroncito. «Este tiene un 96 o un 97% de azúcar y fisiológicamente es igual que el otro. Para personas con problemas de diabetes, por ejemplo, es exactamente lo mismo –advierte–. ¿Y ese 2 o 3% que no es azúcar? Tampoco es nutricionalmente interesante, puede tener alguna cosilla, pero es en una cantidad tan ínfima que no aporta nada. Nadie toma azúcar para obtener vitaminas: un gajo de mandarina tiene más». Es el color lo que le hace parecer mejor. Para colmo, a veces es azúcar blanco 'teñido' con melaza. ¿Y la panela, tan de moda? «Es un edulcorante igual. Su precio, que duplica al de otros azúcares, no está justificado».

  1. Salmón y atún rojo

    Microalgas en la alimentación y tintes vegetales

Cuando el salmón es de piscifactoría y le ve un precioso y vivo color que parece sacado de la paleta de un pintor... ay, desconfíe. Ese bicho, antes de acabar en el expositor, «ha sido alimentado con unas microalgas que le dan ese aspecto rosado tan apetecible», desvela Herrera. En condiciones normales, estaría como 'desteñido'. ¿Quién lo iba a comprar? El pescado suscita muchas reticencias en cuanto a su frescura y autenticidad (el 58% de las especies que nos venden en la pescadería son en realidad otras más baratas). Y los que son escasos o tienen más pedigrí son los más 'disfrazables'. Por ejemplo, el atún rojo, que encabeza el ranking de pescados 'fraudulentos'. En este caso, la manipulación no es legal: se tiñe con compuestos vegetales, como el de remolacha. El atún rojo de verdad tiene partes claritas y oscuras.

  1. Leches vegetales

    En busca de un blanco más puro y más 'lácteo'

Se han puesto de moda porque la leche de vaca tiene muy mala prensa últimamente. De soja, de avena, de almendras... hay muchas para elegir. Y no son baratas. Ni tan blancas como se nos presentan finalmente. «Las hacen parecer blancas para que se asemejen más a la leche. Si no fuesen tratadas para ello, su color sería el de un preparado aguado, pálido, algo traslúcido, dependiendo de qué estén hechas. Hay que tener en cuenta que sólo llevan un 8% del vegetal del que están compuestas». Según explica, «los aditivos son seguros» –faltaría más»–, pero, claro, no dejan de ser algo artificial. Y la gente que las compra cree que son más naturales, cuando, en realidad, están adquiriendo un producto bastante manipulado y que quizá ni siquiera precisen, porque muchos pueden tomar lactosa.

  1. Carne y fiambres

    Cuanto más roja y más rosa... ¿mejor?

¿A que, si usted va al supermercado y ve una bandeja de carne amarronada, huye de ella como de la peste? Pues sepa que puede ser tan buena o mejor que la que tiene al lado de un rojo vivo. «El color de la carne natural es tirando a marrón –insiste Herrera–. Se usan colorantes y aditivos para que parezca más fresca. Y la ternera, si la pones en un paquete de atmósfera modificada, está muy roja. Si no, se oxida y pierde ese tono de forma rápida. ¡Y no esta estropeada!De hecho, al sacar los filetes del paquete, enseguida verá que se quedan marrones», apunta Herrera, quien siempre aconseja comprar la carne (sobre todo la picada) y el embutido al corte. Porque esas lonchas de jamón york y pavo perfectas, extrajugosas y de un seductor rosa... tampoco están así de forma natural, que lo sepan.

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