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Último capítulo con Quique Setién

Último capítulo con Quique Setién

Hasta aquí ha llegado la película de la temporada de esta UD que tuvo picos fabulosos y a la que le ha consumido una transición gestionada de pena. Puede que con el tiempo, desde un prisma más sereno, se valore en medidas exactas lo que consiguió este grupo. Hoy, sin embargo, nadie disimula las ganas de echar el telón.

Ignacio S. Acedo y A Coruña

Jueves, 1 de enero 1970

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En Riazor se escribirá esta tarde el último capítulo de la UD de Setién, equipo de autor que durante año y medio fue reconocible por su atrevimiento, fútbol y bandera por el buen gusto. Con eso le alcanzó para cumplir objetivos y abrillantar el escudo, un mérito tremendo en el que mezcló convicción, orgullo y arte. En sus inicios, este coro salvó el pellejo cuando parecía condenado. Y luego sofisticó su alcance casando estética con eficacia, ya el colmo de los posibles. El idilio terminó quebrándose de la manera más inoportuna y dolorosa, con una renovación imposible y que se llevó por delante al arquitecto de la obra. En el adiós de Setién terminó el romance de este equipo y arrancó el calvario que todavía perdura y llena de melancolía este partido. Ya nada volverá a ser igual y muy bien le tendrán que ir las cosas a UD y Setién en adelante para que no se extrañen.

Por lo pronto, el calendario ha obligado a unas semanas ásperas, de injusticias enormes, con acusaciones cruzadas, reproches infantiles, malos modos, actuaciones que nada han tenido que ver con la pelota. Eso trajo la permanencia por anticipado. En vez de fiesta y crecimiento, un rencor expansivo que deja al club en mal lugar. También a Setién. Aquí no hay buenos y malos. Todos han contaminado. De hecho lo admiten a la menor ocasión. Con tibiezas, pero si en algo coinciden ahora es en la impotencia de no haber evitado este serial interminable.

Por un rato, noventa minutos, tregua y fútbol. Lo que más conviene para rebajar tanta tensión es rasear la pelota. Luego, que pase lo que tenga que pasar. Porque la UD fuera de casa carga con un expediente de calamidades sin igual. Y ya ni siquiera frente a un Depor de saldo, al que su afición ya anuncia pitada y plante en señal de que protesta. Ni la salvación lograda la semana pasada contenta al auditorio blanquiazul y el clima revuelto puede ser un enemigo más para los anfitriones, capaces de tumbar al Barcelona o arrastrarse sin remedio. Un Depor de contrastes, un Depor de oportunidades, huérfano para la ocasión de sus mejores exponentes porque Lux, Borges y Joselu verán el partido desde la grada. Cortesía añadida entre lesiones y sanciones. Pepe Mel incluso se atreve con rotaciones atrevidas, como la de darle carrete a un portero inédito.

En tanto, aspira Setién a que su último servicio sea victorioso, por lo que la maldición lejos del Gran Canaria, con esa sequía insoportable que se alarga desde agosto, tiene que cerrarse de una vez. Tal es su ambición por cerrar con una alegría su ciclo en la UD que durante la semana previa recriminó a sus futbolistas ciertas licencias ajenas a la concentración que quiere. El famoso patio de colegio que denunció a gritos ilustra el sentir del técnico, quien, pese a todo, luce en el escaparate como uno de los profesionales de moda. Le pretenden en varias plazas, con el Betis ya en plena carrera por convencerle, y es el primero en querer la mejor publicidad posible proyectando un once serio y competente.

De ahí que no se intuyan cambios importantes a la nómina habitual de elegidos. No hay más oportunidades y todo se concentra en la jornada de clausura. Boateng, Viera y Jesé arriba buscarán una faena redonda conocedores de que alguno podría faltar el próximo año en este tridente que tanto prometió y tan poco dio desde que llegó el último nombre. Y en la lucha por la pelota, Roque persigue su enésima reivindicación ahora que parece que ese tren de la selección pasó de largo. En definitiva, batalla para que luzcan dorsales, prevalezca el equipo y quede a salvo el orgullo de un vestuario que desea mirar al futuro con otra cara.Darse un gusto en Riazor sería un buen comienzo.

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