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Los vecinos: «Abrimos y se cayó dentro, desangrándose»

Los vecinos: «Abrimos y se cayó dentro, desangrándose»

Los vecinos de la fallecida Yessica G.P. recordaron este martes al jurado cómo la joven bajó a pedirles auxilio asistida por su hijo de siete años y cómo se desplomó en su recibidor desangrándose, mientras el niño, en estado de shock, les pedía que denunciaran al acusado.

Antonio F. de la Gándara

Jueves, 1 de enero 1970

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El matrimonio que dormía en el piso de debajo del de Yessica G.P. la madrugada en la que esta murió cosida a puñaladas por su pareja, el dominicano Henry Danny G.H., relató ayer al jurado, en la segunda sesión del juicio, cómo la joven de 24 año bajó malherida de la casa de Puerto del Rosario (Fuerteventura) tras recibir 15 puñaladas y se desplomó en su hall con un hilo de vida, mientras su hijo contemplaba la escena en estado de shock. Era el 9 de diciembre de 2015

«Sobre la una de la madrugada se escucharon dos o tres golpes fuertes y rápidos, un grito que decía ayuda, ayuda, el niño, y luego ya sólo se oyó el silencio», recordó aún sobrecogida la vecina, Idaira S.B. «Llamamos al 12, y lo siguiente fue que oímos tocar el timbre. Mi marido me decía que no abriera, pero por la mirilla ví que era el niño de arriba, nervioso. Abrí la puerta y me encontré conque ella estaba en el suelo, con la espalda contra la puerta, al abrir cayó para adentro», expuso.

Terror

A la escena asistió el marido de Idaira, Luis Miguel P.: «Mi mujer me dijo, es el niño de arriba, abrió y se le cayó encima ella, desangrándose, la jalé para dentro y cerramos la puerta. Intentamos tapar sus heridas. Estaba desangrándose y tenía golpes en la cabeza, sólo decía, el niño, mi madre».

El testigo recordó que el pequeño, testigo del apuñalamiento [ver CANARIAS7 de ayer], estaba al lado de su madre «en estado de shock, con la ropa llena de sangre».

Idaira añadió: «lo único que dijo el niño fue, ¿pueden denunciar a este chico? [en referencia al acusado]».

Cuando llegó la policía se llevaron al pequeño a otra habitación y lo cambiaron de ropa. La vecina aportó un dato más: «Claro que ella tenía golpes en la cara. Uno de los ojos no lo podía abrir, de lo hinchado que lo tenía». La Policía tranquilizó a los vecinos informándoles de que el homicida se había entregado y había confesado su crimen.

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