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Dos años de angustia en La Matula

Dos años de angustia en La Matula

El 9 de junio de 2018 a las 10.00 horas, una violenta explosión sacudió la tranquilidad del barrio de La Matula. En el número 31 de la calle Felicidad habían saltado las ventanas por los aires y cuando los vecinos se acercaron a ver qué había pasado, se encontraron dentro de la casa y entre llamas los cuerpos de una mujer tumbada en el suelo boca arriba e inmóvil y un hombre a su lado en posición fetal con su ropa y cabeza ardiendo mientras gritaba de dolor. Un cruel escenario presidido por dos bombonas de gas que causaron la tragedia.

Jueves, 1 de enero 1970

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El autor confeso de los hechos fue Ángel Montesdeoca, que reconoció haber apuñalado hasta la muerte a su expareja, Marisol Álvarez, para luego intentar quitarse la vida explotando dos bombonas de gas que había colocado en el cuerpo inerte de Marisol y en el suyo propio. El destino quiso que las llamas no acabaran con su vida pero calcinaron el 50% de su cuerpo con quemaduras de segundo y tercer grado.

Dos años después, el caso está en la fase final de su instrucción, que se dilató en el tiempo, primero porque hubo que esperar por el alta médica del investigado y luego por el parón por la Covid-19. En principio, solo falta el informe definitivo de la autopsia para que las partes eleven sus escritos de calificación, aunque todo parece indicar que Ángel Montesdeoca será juzgado ante un tribunal popular por los delitos de asesinato e incendio, con las agravantes de género y parentesco.

Los celos, posible móvil.

En principio, los investigadores apuntan que el posible desencadenante del asesinato haya sido que Ángel Montesdeoca sufrió un ataque de celos después de que su esposa le pidiera el divorcio y luego intentara rehacer su vida rodeándose de amigos entre los que estaba uno con el que mantenía una relación estrecha.

Montesdeoca, nacido en La Isleta y que en el momento de los hechos tenía 65 años, trabajó a bordo de los ferrys de la Naviera Armas y sufrió un accidente laboral por lo que le concedieron una pensión de incapacidad en el año 2007.

Los testigos declararon en la instrucción que nunca habían detectado conductas agresivas en la pareja o discusiones, pero las personas más cercanas a la víctima detallaron que el investigado jamás superó el hecho de divorciarse de su mujer.

Según el informe pericial realizado por los forenses del Instituto de Medicina Legal de Las Palmas, el acusado se mostró con ellos siempre colaborador y respetuoso cuando fue examinado. Las conclusiones médico forenses fueron que el investigado no presentaba ninguna enfermedad mental ni la disminución de sus capacidades para los hechos que se le imputan y tampoco hubo factores que produjeran alteraciones de sus capacidades. Es decir, estaba en sus cabales cuando acabó con la vida de su esposa.

Los forenses destacaron del investigado la «frialdad en sus sentimientos» y, pese a que reconoció los hechos, a la misma vez afirmaba que quería a su mujer. No le apreciaron emociones cuando hablaba de la víctima, de lo que hizo o de sus hijos, a los que no había visto aún en el momento de la exploración en abril de 2019. Habló del asesinato sin afectación, lo contó sin más y sostuvo que no sabía qué le había pasado por la cabeza cuando cometió los desgraciados hechos.

Hizo un relato de su matrimonio que parecía distar con la realidad y contó cómo un año antes de los hechos estuvo muy deprimido y con ganas de suicidarse. «Todos estos problemas venían por los padecimientos que tenía y no me dejaban vivir», dijo a los forenses.

Declaró que su mujer se pasaba el día cuidando a su madre y él hacía todo lo de la casa mientras Marisol, cuando regresaba a su casa, «no estaba bien y tampoco estaba bien con él», sostuvo. «Fue por eso por lo que dejó de quererme», añadió. No quiso reconocer que ella le dijo de separarse en varias ocasiones y tampoco que mantenía otra relación desde hacía meses.

Datos.

De igual forma, realizó un relato minucioso de los hechos, que llegó del colegio y se fue a la cocina. Allí cogió el cuchillo grande y se fue a la habitación donde estaba ella y la mató. Luego preparó todo para «matarse él», contó.

Narró que no encontraba justificación de sus actos y negó en todo momento que los celos pudieran estar detrás de los hechos. En este sentido, dijo que el conocido de su ex era «solo un amigo» y que ella lo cuidaba por que él «tenía cáncer» –falleció posteriormente– pero cuando los forenses le presionaron, sí sostuvo que no le gustaba que Marisol se fuera los fines de semana con él.

Dos años después, el crimen de La Matula espera que su autor confeso vaya a juicio, pero mientras, la espera sigue siendo angustiosa.

Un acto premeditado, según los investigadores.

Este juicio se celebrará ante un jurado popular con la fiscal delegada de Violencia sobre la Mujer, María Luisa Ordóñez de Barraicua, la acusación particular de la familia de la víctima, una acción popular a cargo del Instituto Canario de Igualdad del Gobierno de Canarias y, por supuesto, a defensa del investigado. El letrado de la familia de la fallecida, José Antonio Penichet –en la imagen–, manifestó que la «instrucción ha sido laboriosa, pero se ha llevado a cabo un excelente trabajo y pronto se podrá hacer justicia».

Según el relato fáctico de los hechos realizados por el Grupo de Homicidios de la Policía Nacional, el acusado primero llevó a sus hijos al colegio y a su regreso, desde las 9.00 y hasta las 9.54 que fue cuando se produjo la explosión, apuñaló a la mujer en el dormitorio de la casa. Posteriormente, la trasladó a la habitación pequeña donde colocó dos bombonas de gas en la cama, una de ellas con la manguera cortada.

Además, habría limpiado los indicios de la agresión llevándose la ropa de la cama manchada de sangre y el arma homicida al otro dormitorio para hacerlas desaparecer. También limpió la pared tapando la misma con una cómoda. Por último, fregó el suelo. Entienden que primero la amenazó con el cuchillo en el cuello por las heridas que presentaba y la víctima se defendió moviéndose dado que en la espalda tenía una puñalada no certera.

Testigos declararon también que Marisol se había quedado durmiendo profundamente en la cama mientras el investigado fue a llevar a los niños al colegio, pero antes había dejado al perro encerrado en la habitación de uno de los críos, en contra de lo habitual porque no se separaba de ella, por lo que deducen que había preparado el asesinato. También cogió bombonas que había en la casa de la abuela y las llevó hasta su domicilio para hacerlas explotar.

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