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qVoces. Abajo a la izquierda, Jessica Baccante quien reparte su jornada laboral en los centros de Guanarteme y Triana.
«No es la segunda ola, es un tsunami»

«No es la segunda ola, es un tsunami»

Desmoralizados. Así están los médicos de familia de la capital grancanaria. Con media plantilla de vacaciones y sin sustitutos, el repunte de covid llena sus agendas. Las consultas se demoran y el caos domina los centros de salud

Domingo, 30 de agosto 2020, 01:00

La carga de trabajo ha crecido de una forma inesperada y brutal por la segunda ola de la pandemia. Con los días, esta saturación pasa factura en la calidad asistencial y sobre la plantilla situada en la primera fila del frente epidémico del archipiélago, los médicos de Atención Primaria de los centros de salud de la capital grancanaria.

«Estamos físicamente cansados y anímicamente desmoralizados», comenta Débora Pita, doctora del centro de salud Cueva Torres. En el distrito postal de esta zona hay unos 140 casos activos de coronavirus. El seguimiento telefónico de estos pacientes se suma a las tareas burocráticas retomadas tras el fin del estado de alarma, como la tramitación de altas y bajas y la prescripción de recetas.

El problema es que la mitad de las plantillas está de vacaciones porque así lo recomendaron las autoridades sanitarias, que no esperaban el repunte de la epidemia hasta el otoño. Las vacantes no se cubren y hay facultativos contagiados o en aislamiento.

Así las cosas, los pocos que quedan en sus puestos afrontan la situación intentando no morir en el intento. «Esto no es una ola, es un tsunami y no tenemos refuerzos para combatirla. Nos hemos visto apurados y solos, con poco apoyo por parte de la gerencia», comenta la doctora Pita.

Antes del repunte de casos, los médicos de Atención Primaria atendían a entre 30 y 35 pacientes al día. Ahora, en sus agendas no aparecen menos de 40. A estos hay que sumar los derivados de las consultas de los compañeros de baja o de vacaciones y parte de la creciente lista de infectados de coronavirus a los que realizan el seguimiento telefónico, que pueden superar los cien en algunas zonas básicas de salud.

«Llevo muchos años trabajando en Atención Primaria y puedo decir, que en toda mi vida, no he trabajado tanto como en estos días. Nos cambian los agendas a diario. Hay un caos organizativo brutal. Pensaba que era solo en mi centro, pero hablando con los compañeros de la Plataforma de Médicos de Atención Primaria de Canarias te das cuenta de que en todos los centros están igual», explica la doctora Rosa Monzón, del centro de salud de Schamann, que se queja de que los médicos están asumiendo un exceso de tareas que afecta a la calidad asistencial y a su propia salud. «Estamos saturados. Deberían desburocratizarnos», dice Monzón sobre trámites como la renovación de recetas, peticiones de ambulancias para personas con movilidad reducida o propuestas de consultas con interespecialistas.

Así las cosas, los tiempos de espera aumentan. Una cita para una consulta presencial con un médico de familia puede demorarse 15 días y una telefónica hasta cuatro. «Se está tardando hasta un mes y medio para una analítica común, que normalmente salen en tres días», explica Pita.

Estas demoras también se deben al intento de ajustar las agendas para no hacer coincidir a los pacientes en el centro de salud y evitar que se convierta en un foco de contagio. «Estamos priorizando las consultas telefónicas, algo que la población no está aceptando bien. Los pacientes deben saber que estamos para atenderles pero optimizar las consultas es, básicamente, protegerlos a ellos. No queremos que el centro sea un caldo de cultivo para el virus», explica Jessica Baccante, médico de familia que reparte su semana laboral entre dos centros; el de Guanarteme y el de Triana.

Monzón coincide con ella. «Estamos comprometidos con la salud de nuestros pacientes y seguiremos al pie del cañón, pero pedimos más colaboración de la administración y necesitamos que la ciudadanía entienda que la consulta telefónica funciona y, si los tenemos que ver en la consulta, los veremos», comenta.

Para colmo, en cada centro de salud los protocolos para adecuarse a la nueva situación así como los métodos para la atención a los afectados de covid son distintos, algo que atribuyen al silencio organizativo de la gerencia. «Estamos a las buenas de dios. Nuestra gerencia está ausente. Atención Primaria está abandonada. La sobrecarga de trabajo es inaguantable. Veo a compañeros a los que se les nota las ganas de llorar, la ansiedad», abunda Nazaret Sabina, doctora del centro de salud de Guanarteme, una de las zonas de la capital más afectada por el repunte.

Con este panorama, constatar casi a diario que algunos infectados de coronavirus incumplen los aislamientos les desmoraliza. «Llamas a un paciente. No está. Cuelgas. Vuelves a llamar. Miras la ficha a ver si hay otro teléfono. Localizas el tercer teléfono. Lo coge su abuela y te dice que la infectada salió a pasear con el novio. Llamas al novio. Te la pasa y te dice que ella tenía que salir. Tenemos que hacer de policía e investigar dónde está y por qué se salta el confinamiento», explica Pita sobre estos episodios protagonizados, sobre todo, por jóvenes.

«Te dicen que no tienen nada y que no van a cumplir. Un chico me dijo que no iba a aislarse y que no le iba a pasar nada porque su padre es juez», relata Baccante. «Hay que apelar a la conciencia ciudadana y a la responsabilidad civil. No queremos aplausos, ni reconocimientos ni felicitaciones. Esto es una forma de vida, un apostolado, pero solos no podemos y estamos absolutamente desgastados. Necesitamos el apoyo de la población y de las autoridades», añade.

De hecho, las profesionales no desean reconocimientos públicos o monetarios, sino recursos humanos y logística para lograr que el sistema sanitario funcione. «Lo que queremos son más manos, estrategias y protocolos claros. No quiero una paga extra por trabajar en la epidemia. De qué me sirve, si llego al trabajo, ya estoy desbordada y termino fuera de mi hora. No trabajamos con papeles sino con personas», recuerda Pita desde la primera línea de la defensa contra el virus.

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