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El placer de prender fuego

El placer de prender fuego

Acerina Ramos, coordinadora del Experto en Terapias Contextuales de la Universidad de La Laguna explica que la piromanía es un trastorno de control de impulsos que hace que se viva el fuego como algo placentero “aunque las consecuencias sean nefastas para el resto de la sociedad”

Natalia G. Vargas / Ahora Plus

Jueves, 1 de enero 1970

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Prender fuego y observar sus consecuencias se vive como algo placentero para las personas pirómanas. «Ven cómo todo el mundo habla del incendio. Es una forma de sentirse importantes, que han hecho algo que ha dejado huella», explica Acerina Ramos, líder del equipo de terapia dialéctico y conductor en Canarias y coordinadora del Experto en Terapias Contextuales de la Universidad de La Laguna. La piromanía es un caso de trastorno de control de impulsos. Hombres con una historia personal de fracaso, mal rendimiento escolar y profesional, coeficiente intelectual bajo y bajas habilidades sociales son las características que presentan quienes tienen piromanía, un caso de trastorno de control de impulsos. «Con estos rasgos, no se descarta que estas personas, si llegan a relacionarse con otras, también cometan delitos como la violencia de género», señala la experta.

Haber vivido durante la infancia un episodio traumático o, por el contrario, muy positivo en relación con las llamas es una de las causas más frecuentes de la piromanía. «Han experimentado algo que les ha hecho normalizar el fuego», concreta Ramos. Además, también es frecuente que en la familia ya haya casos de trastorno de control de impulsos. «Hay tratamientos eficientes como el psicofarmacológico o la terapia psicológica», señala. La depresión, los trastornos de ansiedad y de personalidad como el antisocial son también rasgos asociados a estas personas. «Lamentablemente estas personas no suelen pedir ayuda», cuenta la profesional.

En la otra cara de la moneda, se encuentra la atención psicológica que reciben quienes pierden sus viviendas tras un incendio. «Lo que se vive es un duelo, que si no se trata bien puede acabar en un episodio depresivo que se alarga en el tiempo», explica Acerina Ramos. Una pérdida material de este calibre implica tener que volver a comenzar. «Se vive como una muerte». El tratamiento que requieren estos casos se recoge en la terapia de aceptación y compromiso. «Por un lado, hay que abrirse a sentir el dolor, pero por otra hay que seguir actuando en la vida en todas las áreas importantes. Seguir adelante». Asimismo, en el momento en el que se produce el incendio se pone en marcha un plan de emergencias, que consiste en una intervención rápida donde se trabaja para devolver la serenidad a la víctima. Lea aquí el reportaje completo.

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