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¿Qué tipo de sangre eres?

¿Qué tipo de sangre eres?

Hay tipos de sangre tan ‘raros’ que solo los comparten 50 personas en todo el planeta

Elena Martín López /Madrid

Jueves, 1 de enero 1970

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Más allá de la A y la B, existen muchas otras letras que dan nombre a diferentes sistemas sanguíneos. El ABO y el Rhesus (Rh) son los que todos conocemos, porque dan lugar a los grupos mayoritarios, pero hay hasta 38. Es decir, Duffy (Fy), Lutheran (Lu), Kell (K) o Kidd (Jk) también forman parte de la sangre. Esto significa que en nuestro carné sanguíneo no solo tenemos un nombre (O, A, B o AB) y un primer apellido (Rh positivo o negativo); sino hasta 36 apellidos más. Así, por ejemplo, una persona puede ser A, Rh+, Fy (a+), Diego (b-), Fisher (ab+) y un largo etcétera.

Aunque el 99,9% de la población mundial tiene los ocho grupos mayoritarios, hay un pequeño porcentaje (entre el 0,1% y el 0,01%) que tiene un tipo de sangre ‘rara’. Jazmín Zambrano es una de ellas. Esta mujer ecuatoriana residente en Barcelona tiene el grupo sanguíneo Rh nulo, también conocido como ‘sangre dorada’. En otras palabras, sus glóbulos rojos no tienen ninguno de los 45 elementos que conforman el sistema Rh, a diferencia de los Rh-, que solo carecen de uno de ellos, la proteína D.

La probabilidad de que una persona sea Rh Nulo es tan baja que únicamente 50 personas en el mundo comparten esta sangre. La ventaja es que son donantes universales; los inconvenientes, que ellos solo son compatibles con su propio grupo y que sus glóbulos rojos viven menos, con lo cual, tienen anemias habituales y pueden necesitar transfusiones frecuentes.

Jazmín cuenta que descubrió que su sangre era especial hace cinco años, cuando se disponía a donar. Desde entonces no ha dejado de hacerlo asiduamente, así se asegura de que siempre haya reservas suficientes. Este es uno de los motivos por los que la sangre ‘rara’ se congela (a 80 grados bajo cero) y puede conservarse así hasta veinte años, aunque una vez descongelada hay que usarla en 24 horas. El problema de este mecanismo es que el 20% de la sangre se pierde en el proceso de descongelación. Por su parte, la sangre ‘común’ no se congela, dado su uso constante, se mantiene a cuatro grados y caduca a los 42 días.

Hoy en día, España tiene alrededor de 1.100 unidades de este líquido escarlata ‘raro’ congeladas en alguno de los seis bancos de sangre españoles (Madrid, Valencia, Galicia, País Vasco, Aragón y Cataluña). Además, hasta 900 donantes con sangres inusuales están fidelizados y acuden a donar cuando se les llama de urgencia.

«Aunque es menos habitual, si algún grupo sanguíneo que se necesita no se encuentra se realiza una colaboración internacional para localizarlo allá donde esté», cuenta Eduardo Muñiz, jefe del Departamento de Inmunohematología en el Banco de Sangre y Tejidos de Cataluña, experto en grupos sanguíneos raros y coordinador del Grupo de trabajo de hematíes de fenotipo poco común de la Sociedad Española de Transfusión Sanguínea. Por eso existe un registro internacional de donantes con sangre ‘rara’ y hay 60 centros en el mundo, de 26 países diferentes, preparados para ayudarse mutuamente.

Sangre por etnia

Como los grupos sanguíneos son una consecuencia genética, las personas de una misma etnia comparten sangres similares. Es por eso que algunos grupos raros son más fáciles de encontrar entre personas de un mismo origen geográfico. Por ejemplo, en la región del Caribe, dentro del sistema sanguíneo Diego, hay una proporción importante de personas del grupo Diego (b-), prácticamente inexistente en los individuos de raza caucásica. Por ello, si una persona que reside en España tiene este grupo ‘raro’ y necesita una transfusión, habrá que buscar a alguien de su misma procedencia con una sangre compatible.

Otro ejemplo muy característico es el de los africanos. En la raza caucásica todos tenemos alguno de los grupos sanguíneos pertenecientes al sistema Duffy, el Fy a, el Fy b, o los dos (Fy ab). En cambio, en la raza negra predomina el grupo Duffy (a-b-), es decir, un porcentaje muy elevado de africanos no tienen grupo sanguíneo Duffy. Se cree que esta circunstancia se debe a un proceso evolutivo lento que se ha producido en zonas endémicas para la malaria, como el África subsahariana, con el objetivo de proteger a los glóbulos rojos del daño que provoca el mosquito Anopheles. «Esta es la prueba más clara que tenemos de la funcionalidad de los grupos sanguíneos. No solo están para complicarnos la vida al realizar una transfusión o durante un embarazo; también nos protegen en algunos casos», destaca Muñiz.

Un dato interesante es que los grupos sanguíneos raros suelen nombrarse, salvo algunas excepciones, haciendo referencia al apellido del primer paciente en el que se descubrió. Por ejemplo, el grupo sanguíneo Kell (K) hace referencia a una tal señora Kelleher, mientras que el grupo Colton se bautizó con el apellido de un tal señor Carlton, pero alguien rotuló mal el tubo y el error pasó a la historia.

En cuanto a las excepciones encontramos el grupo Bombay (H), que hace honor a la India porque fue allí donde se descubrió. El motivo es que en algunas comunidades de este país es 100 veces más frecuente de encontrar que en el resto del mundo. Este grupo es muy característico porque las personas que lo tienen carecen de la proteína H, que da lugar a los grupos A, B y AB. Esto hace que en los análisis puedan aparecer como donantes del grupo O, pero es erróneo porque los individuos del grupo O sí tienen la proteína H.

Ya sea sangre ‘rara’ o sangre ‘común’, en lo que coinciden todos los expertos es en la importancia de donar, pues con una sola donación se pueden salvar hasta tres vidas. ¿Se imagina cuántas vidas se salvaron en España el año pasado con las 1.685.527 donaciones que registró el Ministerio de Sanidad?

¿Hay grupos proclives a tener más enfermedades?

Recientemente, los medios de comunicación se han hecho eco de un estudio realizado por la compañía 23andMe que sugiere que las personas con tipo de sangre 0 tienen menos probabilidades de desarrollar complicaciones respiratorias tras contagiarse de Covid-19. Sin embargo, Eduardo Muñiz, pide prudencia a la hora de entender estos resultados para «no alarmar a la gente».

«Aunque se ha detectado dicha posibilidad, el motivo por el que aparecen las complicaciones tras una infección no se debe únicamente a una cuestión sanguínea. Existen muchos factores a tener en cuenta que pueden influir en el proceso».

«Además, este descubrimiento no quiere decir que, necesariamente, todas las personas del grupo A que se contagien vayan a desarrollar complicaciones respiratorias por tener ese tipo de sangre», prosigue el especialista.

La misma prudencia hay que tener con otros estudios que advierten que determinados grupos sanguíneos pueden estar más asociados con el desarrollo de ciertas patologías. Así, el grupo A, por ejemplo, también se ha relacionado con el desarrollo de tumores, sobre todo del aparato digestivo, y con problemas cardiovasculares. Por su parte, el grupo AB se ha ligado a mayores probabilidades de tener problemas de memoria.

«Aunque pueda haber ciertas asociaciones, en ninguno de los casos debemos ver una relación directa entre los grupos sanguíneos y las enfermedades, porque todas estas patologías también obedecen a otras muchas variables, como el estilo de vida o la alimentación», recalca Muñiz.

Historia de los grupos sanguíneos

En 1901, el patólogo austríaco Karl Landsteiner comenzó a mezclar sangre de diferentes personas y encontró que, a veces, al juntar dos de ellas, los glóbulos rojos se aglutinaban formando grumos. Así descubrió que algunas sangres eran compatibles entre sí y otras no, y determinó que los glóbulos rojos podían dividirse en A, B y AB de acuerdo a la presencia o ausencia de determinadas proteínas llamadas antígenos. Por esta gran aportación al bien de la humanidad, en 1930 recibió el Premio Nobel de Medicina. En 1903, Alfredo de Castello y Adriano Sturli, dos discípulos suyos, descubrieron un cuarto grupo, al que llamaron AB. En 1940 el propio Landsteiner descubrió el factor Rh, denominado así por haberlo encontrado en los macacos Rhesus.

La sangre humana posee, de forma natural, unos anticuerpos capaces de reaccionar con los antígenos. Así, el grupo A tiene anticuerpos anti B. Por lo tanto, si a una persona del grupo A le transfunden sangre del grupo B, sus anticuerpos destruirán los glóbulos rojos insertados y se producirá una reacción transfusional que puede ser mortal.

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