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El cauce casi seco del río Camba en Orense, visto desde un dron. EFE
«La prioridad siempre es mantener el suministro urbano de agua»

«La prioridad siempre es mantener el suministro urbano de agua»

El científico del Panel de Expertos de Naciones Unidas y del CSIC, Sergio Vicente, advierte que el mayor problema que enfrenta España es el aumento de las temperaturas

Viernes, 12 de agosto 2022, 23:34

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«La sequía no es inusual, es algo característico de la región mediterránea en la que nos encontramos», mantiene el científico del Instituto Pirenaico de Ecología Sergio Vicente, miembro del Panel de Experto contra el Cambio Climático de Naciones Unidas (IPCC) y del Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). «No podemos decir que este año exista un evento extremo. Hay mucha confusión. La cantidad de recursos hídricos depende de cómo hayan sido las condiciones climáticas en los meses previos, en invierno y primavera. Si tenemos una estación lluviosa, los embalses quedan bien recargados y no habrá problemas para hacer frente a las campañas de riego que son las que más demandan agua. Y este año hemos tenido un invierno muy seco».

Más que las lluvias o la sequía, el problema «importante» que enfrenta España es el incremento de las temperaturas desde la década de los cincuenta. «Las altas temperaturas hacen que la sequía sea más severa porque los cultivos demandan más agua cuando la atmósfera está más caliente», explica Vicente. «Además, hay más evaporación del agua. No podemos hablar de que hay más sequías, desde un punto de vista pluviométrico, sino que están siendo cada vez más severas por el aumento de la temperatura».

¿Se espera un escenario de escasez de agua? «La escasez hace referencia a la falta de agua para cubrir determinadas demandas», responde el científico. «Yo no sería catastrofista de que no habrá agua. Habrá años en que la disponibilidad de agua sea menor y otros sean más húmedos. Todo dependerá de las precipitaciones».

No obstante, «podemos predecir qué va a pasar mañana, dentro de tres días o una semana, pero dentro de 15 días o tres meses no podemos predecir la sequía con los modelos actuales», indica Vicente. «Por lo tanto, es importante conocer la severidad de las sequías y eso se hace mediante un sistema de monitorización. Saber si las condiciones son anómalas o no en una región determinada permite que las medidas de mitigación para paliar las consecuencias sean lo más eficiente posible».

Medidas para la adaptación

La situación no justifica la alerta de cortes de agua en los centros poblados. «La demanda urbana de agua en España es casi el 15% y el gasto de la agricultura de regadío está alrededor del 85%. La prioridad siempre es mantener el suministro urbano. Para llegar a un corte de consumo, la situación debe ser crítica como la de los noventa, cuando hubo una sequía tres años consecutivos. Ahora mismo en algunas zonas rurales se produce un cierto conflicto entre el consumo humano y el de la vegetación. Hay zonas de cabecera, donde las fuentes se secan, pero no porque llueva menos, sino porque antes no había vegetación que consuma esa agua».

-¿Cuáles son los posibles escenarios climáticos?

-Lo que muestran los modelos de cambio climático a futuro es que las precipitaciones van a descender, pero hay mucha incertidumbre en el caso de las lluvias. Según esto, las lluvias ya tenían que haber descendido mucho en los últimos 150 años y no ha pasado. Lo que sí está claro es que las temperaturas seguirán subiendo. Debido a la variabilidad, si tenemos un periodo de sequía y, además, tenemos uno o dos grados más, la cosa no va a ir bien porque la vegetación estará más sometida a mayor estrés o habrá más evaporación.

-¿Esto afecta de forma importante a la agricultura?

-Las cosechas anuales de secano de cereales, que son los tradicionales, son en junio. Por lo tanto, la demanda atmosférica en primavera no es muy alta, por eso no se verán muy afectadas. Otros cultivos permanentes como olivares o viñedos sufrirán un mayor estrés hídrico en verano. Los cultivos de regadío, que consumen mucha agua, estarán seriamente afectados si no existe esa disponibilidad, pueden entrar en riesgo de pérdidas de cosechas o que no se puedan llegar a cultivar.

-¿La situación de los parques naturales es similar?

-En el caso de la vegetación de las zonas de cabecera de montaña, donde se ubican la mayor cantidad de parques naturales y zonas protegidas, está avanzando debido al abandono de las actividades de agricultura y ganadería a lo largo del siglo XX. Por lo tanto, los caudales están descendiendo mucho porque la vegetación consume agua, y necesita transpirar para sus procesos fisiológicos. No es el cambio climático. Hay más vegetación y por las altas temperaturas demandan más agua.

-¿Cuáles medidas serían eficaces para la adaptación al cambio climático?

-Estamos llevando a cabo proyectos de investigación para saber cómo las medidas de gestión de los espacios naturales, bosques o zonas de pastizales pueden incrementar la disponibilidad de recursos hídricos y, además, tener otro tipo de servicios desde un punto de vista ecosistémico. Por ejemplo, si los pastizales se pastorean bien pueden secuestrar más carbono, reducir la erosión o mantener mejor los ecosistemas. Una medida de adaptación al cambio climático es una buena gestión forestal, que ahora en España es prácticamente inexistente. Los paisajes han cambiado, en los últimos 100 años, de ser agrícolas o ganaderos a ser paisajes naturales con mucha vegetación, que consume mucha agua y presenta un riesgo muy alto de quemarse.

-¿Qué otras medidas pueden funcionar?

-Reducir la demanda de sectores que consumen más agua, como los regadíos. Pero es problemático porque se ha visto que cuando se modernizan los regadíos no retornan el agua, sino que la usan en otras superficies. Estamos hablando de un sector productivo que busca la mayor rentabilidad posible.

-¿Y hacer más plantas desaladoras o más embalses?

-Son temas muy sensibles, no es algo trivial. Estamos en un ciclo donde no está encima de la mesa la construcción de una gran cantidad de obras públicas. Esto fue una política de hace 60 años, pero tuvo consecuencias sobre los cursos fluviales y las zonas más fértiles se inundaron. Entonces no se puede plantear que el sacrificio sea siempre de las zonas donde se producen los recursos hídricos. En el caso de las desaladoras, en las zonas insulares, Canarias o Baleares, donde hay una elevada demanda de agua, esa es una solución, pero también demandan una gran cantidad de energía, que no es gratis. Todo eso se pone en la balanza. Hay que modernizar los cultivos, mejorar la gestión de los pastizales en zonas semiáridas, optimizar las actividades agropecuarias.

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