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Luisa del Rosario y Luisa del Rosario / valsequillo
Martes, 21 de julio 2020, 21:06
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Todo el mundo le pregunta por el «secreto» para llegar a cumplir el siglo de vida. María Suárez, que hace un mes celebró su 101 aniversario, lo tiene claro: «Coles y rábanos. Comida de caldero, nada de sartén», asegura. Su cuerpo parece frágil, pero su voz sigue siendo la de una mujer acostumbrada a mandar. Nació en Cuba, igual que una de sus hermanas, ya fallecida, casi por accidente. Sus padres, Rafael y Rafaela, huyeron de Ingenio a la isla caribeña para que él no fuera al cuartel. Cuando volvieron ella tenía 3 años.
Su vida no ha sido fácil. Trabajó duro y penurias la han acompañado la mayor parte de sus años. Desde joven trabajó como empaquetadora de tomates, «hasta que me casé, a los 24 años». Después a tener hijos y más dificultades. Asegura que tuvo dos novios, uno le duró un año, el otro, que después fue su marido durante más de 70, casi una década Murió no hace mucho, a los 98. «Fue al hospital y salió en un cajón», dice María Suárez, por eso ella no quiere que la saquen de casa.
Poco después de casarse, con hijos pequeños, su marido y ella se instaron en Valsequillo. Al principio en una cueva, después en una casa modesta, después en otra. Eran malos tiempos. María Suárez recogía papas y cochinilla. «Iba por las laderas esas hasta Santa Brígida», donde la vendía, narra como si lo hubiera hecho ayer. Recuerda haber pasado mucho frío, «no tenía ni una simple rebeca», y sufrir muy malas épocas.
Dio a luz a nueve hijos, le viven ocho, y tiene una veintena de nietos, otra de bisnietos y dos tataranietos. «Pero ahora me canso mucho», se lamenta. 101 pesan lo suyo. «Me gustaría tener 50 y valerme por mí misma», asegura. ¿Vivir otra vida? «Sí, no me importaría», contesta. «Yo ni fumo, ni bebo, no tengo vicios ninguno, pero por dentro tengo la procesión». María Suárez tiene un cuerpo que arrastra un siglo y una cabeza mucho más joven. «50 o un poco más, no me importaría», aclara.
Nunca le gustaron los bailes, jamás se ha puesto un bikini y no ha pisado la playa. «Eso es para los marineros», sentencia. María Suárez es testigo de los cambios del último siglo en Canarias y es consciente de ellos. «Lo que me da coraje es cuando viene algún nieto, abre la nevera que está estibada y dice que no hay nada de comer», comenta con enfado. Los jóvenes lo tienen «más fácil» y se alegra, pero no aprecian lo que tienen.
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