«Mami, yo soy un niño sin pene»
La familia de David ha recorrido un proceso de aprendizaje hasta entender que su hijo era transexual. Su madre, Eva Pascual, creó en las islas la asociación Chrysallis Canarias
Araceli Oliva Cazorla - Ahora.plus / Las Palmas de Gran Canaria
Domingo, 3 de junio 2018, 22:11
El bebé fue adoptado con 9 meses por Juan y Eva, tras casi seis años de espera para poder tenerlo en Gran Canaria. Y apareció la sorpresa: «Esperé casi seis años por una princesita y me ha traído un príncipe», explicó Eva Pascual a su hijo al principio de esta aventura. Hoy ya es David y su historia es una de tantos niños que demuestran que la transexualidad infantil es una realidad.
Cuando nacemos se nos asigna un sexo por nuestros genitales que no siempre se corresponde con nuestra identidad sexual. Es entre los 2 a los 3 años cuando ya el menor es capaz de verbalizar si se siente niño o niña. David empezó a manifestar que se sentía un niño desde los dos años y medio: ‘Mami, a mí no me pongas ni coletas ni trabitas que yo soy un chico’, empezó a decir el pequeño. Con tres años, sentado en el orinal y metiendo su cabecita casi dentro, dijo ‘ves mamá, yo tengo un pene pequeñito, está ahí adentro y me va a crecer’. Ante estos comentarios, que sus padres no conseguían comprender, solo respondían ‘no cariño, tú eres una niña’. Estaban equivocados.
Prejuicios
La transexualidad infantil y juvenil es poco conocida socialmente, principalmente por su invisibilidad y los prejuicios asociados a los derechos de los menores transexuales en relación con su identidad sexual. Sin embargo, la sociedad no cuestiona a los niños cisexuales –aquellos cuya identidad sexual coincide con la asignada al nacer– cuando en edades tempranas manifiestan si son niños o niñas.
También era un concepto desconocido para Eva y Juan hasta que ella decidió averiguar lo que le estaba ocurriendo a su pequeño. Eva asistió a una charla de cómo educar en la igualdad sexual a nuestros hijos en el colegio y ahí encontró lo que todavía no era consciente que estaba buscando: su niña podía ser en realidad un niño. ‘¡Qué ignorante es uno con 40 años!’, pensó la madre tras escuchar por primera vez en su vida que existían niños transexuales y por lo tanto se podía ser una niña con pene y un niño con vulva.
A partir de este momento, la familia inició un proceso de aprendizaje para comprender los cambios que David continuó manifestando. Los padres aprendieron el protocolo a seguir gracias a la información que les facilitó la asociación del colectivo de Gamá. Eva y Juan han acompañado a su hijo en un proceso en el que siempre han intentado que sea el menor el que tome la iniciativa.
En carnavales pidió disfrazarse de bombero y así lo hizo. Fue un paso sencillo para los padres. Pero en mayo llegó la fiesta tradicional de Canarias y aquí el pequeño se mostró contundente: ‘yo quiero ir a la romería vestido de chico’, reclamó el pequeño. Supuso un paso más difícil por la presión social, pero finalmente los padres aceptaron la decisión de David. Y el pequeño continúo manifestando sus deseos de cambio: primero el corte de pelo, después el cambio de armario y finalmente su «etiqueta social», su nuevo nombre masculino.
Es un proceso que aún no ha acabado. David, al igual que cada uno de nosotros, transita y evolucionada cada día y sus padres han decidido acompañar a su hijo en el camino que él decida. Es esencial que los niños transexuales (al igual que los cisexuales), cuenten con el apoyo familiar, como también lo es que sus padres sean a su vez respaldados por la familia y amigos. Así lo entendió Eva, ya que no podía continuar con la soledad ni con el silencio. En una carta –disponible en la página web de Chrysallis– explicó a su familia la realidad que se vivía en su casa, les pidió apoyo y les invitó a ver el documental El sexo sentido. Les explicó cómo se había dado cuentta de que su hijo estaba sano, que solo faltaba información. Porque, afirma Eva, ésta es la mejor herramienta para visibilizar la transexualidad infantil y evitar el acoso social que sufren estos menores a través de micro-violencias diarias.