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Estaban haciendo una parada de seguridad, al final de su inmersión, cuando descubrieron la imponente forma de un tiburón ballena (Rhincodon typus). El pez más grande del mundo se les acercaba. Un comportamiento poco habitual. «Cambió de rumbo en su camino y se dirigió hacia nosotros», explica Daniel Ramírez del club de buceo Pandora, situado en Arinaga, «su forma de nadar no era normal y mientras se acercaba, vimos que llevaba algo adherido a su cuerpo».
El tiburón tenía problemas para desplazarse con normalidad. Un saco se le había pegado al cuerpo y le dificultaba los movimientos. Queda la duda de si el animal se aproximó de manera intencionada para que lo auxiliaran. «Si no lo hizo conscientemente lo pareció ya que iba en una dirección y cambió ligeramente de rumbo para pasar en medio de todos nosotros», prosigue el buceador canario, «estábamos en una zona donde no esperábamos tener un encuentro de este tipo».
El acercamiento tuvo lugar en las aguas de Maldivas, un archipiélago situado en el Océano índico, cerca de India y a casi 10.000 kilómetros de Canarias. Ramírez estaba trabajando como coordinador de buceo de un grupo de veinte personas de diferentes partes de España y México cuando se produjo el encuentro, a fines del pasado mes de enero.
Cuando se percataron del problema que tenía el tiburón ballena, no dudaron en asistir al animal, en una operación no exenta de emociones. «Con los nervios me costó localizar mi cuchillo», indica el codirector de Pandora, «tenía miedo de que no pudiéramos liberarlo y se fuera con el saco adherido a su cuerpo».
No tardaron mucho. En unos minutos, el animal se había desprendido de la rémora humana que lastraba su movilidad. Una vez liberado, el tiburón ballena no siguió su camino. Se dio la vuelta y se quedó unos minutos junto a los buceadores que le habían auxiliado.
Daniel Ramírez se inició en la práctica del buceo en el año 2004. Y nunca ha dejado de formarse hasta llegar a ser instructor. En su haber cuenta con unas 5.500 inmersiones, pero en pocas ocasiones se ha visto tan cerca de uno de los gigantes del mar. «Un encuentro así siempre es emocionante, es la ilusión de todo buceador, y si a eso le unimos el hecho de poder ayudarlo, es una de las cosas más gratificantes que te puede suceder», relata este buceador que ha tenido encuentros con zifios, mantas y, justo después de la cuarentena, un pez luna de más de dos metros en la zona del Cabrón, en Arinaga.
Las fotos que tomaron del encuentro permitieron también que los expertos de Maldivas pudieran identificar al animal en su censo de tiburones ballenas. «Hemos tenido el honor de ponerle nombre en divehi -la lengua maldiva», detalla Ramírez. Se llama Hazana, que significa tesoro, y mide unos cinco metros.
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