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La pescadora de las botas violeta

La pescadora de las botas violeta

Carmen Soto es patrona de pesca, la única en Canarias que se está embarcando. Reivindica la igualdad y «romper la barrera de género» en el sector donde trabaja

Rosa Rodríguez y Santa Cruz de Tenerife

Viernes, 17 de julio 2020, 04:24

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Carmen Soto tiene 31 años y es patrona de barco de pesca local. Hay más mujeres con ese título en el currículum, pero ella es la única que está embarcada y faenando en toda Canarias. Sin proponérselo, la primera vez que se subió a un barco pesquero, «hace siete u ocho años», lo hizo con unas botas de color violeta, emblema de la lucha feminista.

«No hay botas de mi talla negras o verde oscuro, que son las que lleva el traje de pesca, así que cuando me lo compré tuve que ir a buscar unas botas de agua a un centro comercial y solo las había de dos colores, rosa y violeta, y, eso sí que no, botas rosadas no; así que elegí las violeta», bromea. Y no le vino mal calzarse de violeta, asegura, porque tuvo que pisar fuerte para hacerse valer. «El mundo de la pesca es femenino en todo, salvo a bordo», asegura. Las mujeres están «en el arreglo de aparejos, vendiendo pescado, haciendo conservas, en mil sitios más, pero no a bordo, ese ha sido el espacio de los hombres», dice.

«Embarcarse es el tope que le queda a las mujeres en el sector primario, donde hay montones de agricultoras, otras tantas ganaderas... y Carmen en la pesca», dice entre bromas y veras para dar medida de su soledad. «Siempre estoy buscando mujeres y animándolas a que se embarquen», explica, aunque reconoce que «no es fácil».

«Quiero romper estereotipos y estoy haciéndolo», reivindica. Sus primeros años en el mar «fueron muy duros» porque no viene de una familia marinera y tuvo que aprender «de cero». Gracias a su primer patrón, que le dio la oportunidad de trabajar y que a día de hoy sigue siendo su «jefe», Vidal Quesada, encontró «un sitio», dice, en el que está «cómoda» y en el que todavía tiene «mucho por aprender».

«Al principio mis compañeros se quedaban descolocados y hacían muchos comentarios machistas, pero eso ya se acabó porque han visto cómo trabajo; que lo igual que ellos», sostiene. El año pasado se enroló en la pesca del atún rojo y fue la primera mujer que se embarcaba en una campaña como esa. «Me vieron trabajar y a partir de ahí me han llovido las ofertas», dice «orgullosa» porque cree que está logrando «romper la barrera de género» que hay en los barcos.

En breve dejará el timón de El Vidal, un barco «que sale y entra todos los días al muelle», para dar el salto a un atunero mediano. Allí estarán ella, el patrón y otros cuatro marineros. Y lo mismo que hasta ahora, solo quiere que la traten como lo que es, «ni más ni menos», asegura. «Empiezo de marinera, pero quiero llegar a capitana», dice.

Lectora. Esta mujer inquieta, lectora empedernida, antes que marinera estudió auxiliar administrativo, auxiliar de enfermería y de veterinaria y técnico superior de audiovisuales, pero recaló en el muelle de Candelaria y el mar la atrapó sin remedio.

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