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La combinación de sequías pertinaces e inundaciones ha dibujado un paisaje estéril y reducido las cosechas a la mitad. S.G.
El hambre se ceba con los niños en África

El hambre se ceba con los niños en África

Alerta alimentaria. Sequías crónicas, choques armados y crisis del covid se confabulan para situar a 14 millones de ellos a las puertas de la muerte por desnutrición severa

Sábado, 27 de agosto 2022, 23:27

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Hamadou y Nafissa tienen 8 hijos y su historia es la de millones de familias de Níger, con la diferencia de que al menos ellos no han sufrido el zarpazo de las guerrillas de Boko Haram. La sequía ha arruinado su huerto, que encadena cosechas fallidas, y tienen que acudir al mercado para comprar mijo, un cereal que constituye la práctica totalidad de su dieta alimenticia y que sólo en el último año se ha encarecido un 30%. Al principio comían dos veces al día, después una y cuando las cosas se complicaron del todo, sólo en días alternos. Tienen dos gallinas y una cabra que ni se les pasa por la cabeza sacrificar por que de unas obtienen huevos y de la otra leche, eso cuando asoma algún brote raquítico que ramonear. A veces son los niños más pequeños los que no comen. Es una estrategia de supervivencia, porque son los adultos y los adolescentes los que traen el sustento a casa y para hacerlo sus cuerpos famélicos necesitan abrigar una chispa de energía. Sólo quedan los más fuertes.

Unicef lanzaba esta semana una alerta de connotaciones bíblicas. Según su directora ejecutiva, Catherine Russell, la población infantil del Cuerno de África y el Sahel podrían morir en «cantidades devastadoras» debido a la sequía que azota el continente y que ha disparado la desnutrición severa, las diarreas y el cólera por el mal estado de las aguas usadas para consumo humano. Un dato: en Etiopía, Kenia y Somalia hay 16 millones de personas sin acceso a este recurso vital, cuando hace sólo cinco meses eran la mitad.

José María Vega, responsable de Unicef en España, apunta como principal responsable de que esta situación se haya cronificado y agudizado al cambio climático, «que se traduce en sequías prolongadas y un descenso de la capacidad hídrica del 40% en los últimos 20 años, lo que lo convierte ya en un fenómeno estructural». Pero el cuadro incluye más invitados indeseables. Como la proliferación de conflictos armados, a menudo dentro de las fronteras del propio país, «que provocan el desplazamiento de grandes núcleos de población a lugares estériles, desérticos, despojados de sus tierras de cultivo y su ganado».

La búsqueda de agua es prioritario para personas y ganado. Un recurso precioso cuyo mal estado está detrás del cólera o las diarreas.
La búsqueda de agua es prioritario para personas y ganado. Un recurso precioso cuyo mal estado está detrás del cólera o las diarreas. S.G.

Secuelas físicas y cognitivas

También la crisis económica derivada de la pandemia, «que ha destrozado a miles de familias que vivían al día y a las que los largos periodos de confinamiento han privado del magro colchón que disfrutaban los más afortunados». Sumen a esto «la especulación derivada de la escasez de grano provocada por el bloqueo de las exportaciones ucranianas y rusas y el resultado es una tormenta perfecta sin precedentes en la historia reciente», advierte.

La infancia es la víctima más vulnerable. Andrés Conde, director general de Save The Children para España, acaba de regresar de Níger y su diagnóstico es dramático. «Catorce millones de niños sufren desnutrición aguda grave, que en terminología médica es el escalón previo a la muerte». Sólo en Somalia se calcula que este verano sucumbirán de hambre 350.000 niños, cuando en 2011, fecha marcada en rojo en los anales de la ayuda humanitaria, perdieron la vida 133.000 pequeños, lo que dispara las proyecciones hasta límites desquiciantes.

Un drama, asegura Conde, que perseguirá también a los supervivientes. «Un adulto puede aguantar la privación temporal de alimentos sin sufrir después secuelas, pero eso no funciona igual con los niños. Si con 5, 6 o 7 años no reciben los nutrientes necesarios durante un periodo prolongado, sufrirán consecuencias irreversibles en su desarrollo físico y cognitivo. La malnutrición provoca, por ejemplo, ceguera, pero quienes la padecen desarrollan capacidades intelectuales más pobres, lo que se traduce en generaciones muy limitadas de cara al futuro.

Son datos desgarradores, tanto más cuando existe tratamiento que permite al 95% de las víctimas recuperarse, revela Conde. «Todas las organizaciones trabajamos con lo que se llama 'alimento terapéutico listo para usarse'. El Pumplinut es una manteca de cacao que se distribuye en sobres y que administrado tres veces al día durante seis u ocho semanas y que permite arrancar a estos niños de las garras de la muerte». El precio de cada una de esas pautas oscila entre 1 y 1,5 euros, dependiendo del distribuidor... y del momento: desde mayo su precio ha subido un 21%, en parte por la guerra de Ucrania, y el transporte dura ahora seis meses en lugar de los cuatro habituales.

Puede que las comparaciones sean odiosas, pero eso no ha impedido al Banco Mundial echar cuentas y sacar los colores. En el planeta hay cuatro países donde la tasa de mortalidad supera las 100 defunciones por cada mil niños de menos de 5 años y todos están en África (lideran el sórdido ranking Somalia y Nigeria). Pero es que los siete siguientes, en la franja y entre 80 y 100 muertes, también está copada por el mismo continente.

José María Vega culpa directamente al cambio climático. «No deja de ser curioso que quienes menos han contribuido al calentamiento global y a las emisiones de carbono sean los que más están pagando las consecuencias», desliza con amargura «Añada a esto una debilidad estructura, fruto de no haber fomentado la agricultura local y su diversificación, y el resultado son países con una dependencia de hasta el 90% de cadenas de suministro -grano, combustibles, fertilizantes- marcadas por la inseguridad, la inestabilidad y la especulación financiera».

En este escenario apocalíptico, las enfermedades campan por sus respetos. Y no sólo el cólera o la diarrea, también el sida o el sarampión. «El covid y la tensión que ha supuesto para los sistemas de salud frágiles ha supuesto un retroceso sobre las tasas de vacunación infantil, hasta el punto de que 25 millones de niños han dejado de recibir el 'kit' básico que antes tenía carácter casi universal. Y esto es así por primera vez en muchas décadas», dice Vera.

«Existe lo que se ve»

«El número de personas afectadas por crisis humanitarias en el Sahel y el Cuerno de África se ha multiplicado por 11 en sólo seis años». Lo dice María Alcázar, directora de Cooperación Internacional de Cruz Roja, quien considera «insostenible» el actual estado de cosas. « Hace falta ayuda humanitaria urgente, porque hay personas que necesitan ya alimentos y tratamientos médicos contra la malnutrición». Pero advierte del peligro de quedarse en la superficie y no atajar la raíz del problema, «porque si no ese ciclo se perpetuaría para siempre». La mejora y diversificación de los cultivos, ayudar a las personas para que puedan sacar el mayor rendimiento posible a esas tierras, facilitar el acceso al agua potable -para ellos y su ganado- son algunas de las soluciones que plantea.

Al detalle

  • 33% de los niños menores de 5 años tienen malnutrición crónica en África y dos de cada cinco mujeres en edad reproductiva sufren anemia.

  • 1 euro diario durante entre 6 y 8 semanas cuesta el tratamiento de Pumplinut (manteca de cacao) para que un niño desnutrido recupera las fuerzas.

  • 20% Porcentaje por debajo del cual se sitúa el monto de las ayudas recibidas para hacer frente a las necesidades planteadas en las regiones más castigadas.

«El grado de exposición que tienen las crisis es proporcional a los recursos que se movilizan para abordarlas. Si un conflicto no se ve, directamente no existe», reflexiona Alcázar. «Cuando las crisis se gestan de manera lenta (inflación, comercio, inseguridad, cambio climático...) suelen atraer mucha menos la atención que un estallido puntual, como puede ser un terremoto o un huracán. Y esto es así porque las relaciones causa-efecto suelen ser más complicadas de establecer y además se han cronificado, lo que no encaja con una sociedad que funciona cada vez más en base a estímulos».

Saltamos de un drama a otro: pandemia, erupción de la Palma, guerra en Ucrania, incendios... «Hay cierta saturación y se corre el riesgo de que opaque o invisibilice otras crisis -recuerda la directiva de Cruz Roja-. El bloqueo de grano en el Mar Negro parece haberse resuelto, aunque sus consecuencias balsámicas tardarán todavía en hacerse notar». Mientras eso sucede, una veintena de países africanos mantienen un mismo clamor. ¿Hasta cuándo?

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